viernes, 29 de agosto de 2014

Grandes pensadores del Cristianos / Nahum Vega

En esto creemos: El Cristianismo


Grandes pensadores del Cristianos
(Sep 2014)

Objetivo de Enseñanza de este módulo:
Revisará Algunos de los Grandes pensadores del Cristianismo, donde encontrará como su devoción hacia Dios, les permite ver con claridad el propósito del Creador para sus hijos.



San Agustín y Santo Tomas

San Agustín vivió entre los siglos IV y V d.C. y Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII d.C. Ambos son pensadores medievales. La Edad Media puede situarse, aproximadamente, entre los siglos IV y XIV a.C.

Para San Agustín, el ser humano es un ser volitivo y moral antes que un ser racional. En forma muy posmoderna significa que "creemos lo que queremos creer".

Sobre la Trinidad, Agustín de Hipona enseñó que hay numerosos "vestigios" de la Trinidad, especialmente en los seres humanos. Exploró la posibilidad de numerosas analogías psicológicas. El obispo de Hipona también reflexionó sobre el ser, saber y querer; sobre la memoria, el entendimiento y la voluntad;  y sóbrela mente, el conocimiento que tiene la mente de sí misma y el amor que tiene la mente por sí misma. Pareciera, sin embargo, que para Agustín la analogía más satisfactoria de la Trinidad era la mente humana que recuerda, conoce y ama a Dios.

Libros importante la Ciudad de Dios. De civitate Dei contra paganos, es decir La ciudad de Dios contra los paganos, es una obra escrita en 22 libros

http://www.iglesiareformada.com/Agustin_ciudad.html

Santo Tomas

Pruebas de la existencia de Dios de Tomás, los argumentos de Sto. Tomás para demostrar la existencia de Dios no se concluye en el ámbito de lo experimental, sino que se concluye en el ámbito de lo inteligible. La inteligencia humana es capaz de avanzar con la reflexión hasta llegar, a partir de la experiencia, al ámbito de la esencia; se pasa del efecto a la causa.

1. Todo movimiento tiene una causa, y esta causa debe ser exterior al ser que está en movimiento ya que nada puede ser a la vez, y bajo el mismo aspecto, el principio motor y la cosa movida. Pero el motor debe ser movido por otro, y éste por otro. Consiguientemente, debe admitirse, o bien que la serie de las causas es infinita y no tiene un primer término ––pero entonces nada explicaría el movimiento–, o bien que la serie es finita y existe un primer término: Dios.

2. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea una o muchas, y éstas, causa de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.

3. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir alguna cosa, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles, o contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios.

En el fondo estas tres pruebas no constituyen mas que una. Los dos pensamientos clave son el principio de causalidad y la imposibilidad de un regreso al infinito en los términos concatenadamente subordinados. Más adelante se denominará a esta serie de reflexiones prueba cosmológica. Los argumentos que sirven de base a Sto. Tomás se encuentran sustancialmente en el libro VIII de la Física de Aristóteles.


4. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios.


5. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas materiales a su fin, y a éste llamamos Dios.

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Buenaventura da Fidanza (1218-1274)

fue un místico franciscano de Albano y cardenal italiano.Doctor de la iglesia catolica(Doctor seráfico), fue discípulo de Alejando de hales, y llegó a General de la Orden Franciscana.

Buenaventura de Fidanza nació alrededor del año 1218. Algunos datan su nacimiento en este año y otros en 1221.
Se formó en la Orden de los frailes menores e impartió enseñanzas en la Universidad de Paris, en la cual estudió. Aunque rechazó ser arzobispo de york. En 1274 fue nombrado legado pontificio al concilio de lyon. Fue un participante activo en los concilios de la época y destacó en los ataques a las herejías y en las críticas a los cismáticos. San Buenaventura representa a la escuela franciscana que inspirándose en San Agustin se opone al aristotelismo de los Dominicos, y sostiene que la filosofía y la razón no se encuentran en la base de la teología ni en la culminación del conocimiento de la divinidad, pero sí en el camino que conduce el alma hacia Dios. Erudito y hombre de gran espiritualidad, de entre sus obras destacan un estudio sobre Pedro Lombardo
Estudió filosofía y teología en París y, habiendo obtenido el grado de maestro, enseñó con gran provecho estas mismas asignaturas a sus compañeros de la Orden franciscana. Fue elegido ministro general de su Orden, cargo que ejerció con prudencia y sabiduría. Escribió la vida de San Francisco.
Fue cardenal obispo de la diócesis de Albano, y murió en Lyon el año 1274. Escribió muchas obras filosóficas y teológicas. Conocido como el "Doctor Seráfico" por sus escritos encendidos de fe y amor a Jesucristo.
Lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de San Francisco de Asís, por lo que se refiere a sus primeros años, es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en 1221 y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales.
Buenaventura, a quien la historia debía conocer con el nombre de «el doctor seráfico», enseñó teología y Sagrada Escritura en la Universidad de París, de 1248 a 1257. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado todo lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. Nada tiene, pues, de extraño que el santo se haya distinguido en la filosofía y teología escolástica. Buenaventura ofrecía todos los estudios a la gloria de Dios y a su propia santificación, sin confundir el fin con los medios y sin dejar que degenerara su trabajo en disipación y vana curiosidad


ERASMO DE ROTTERDAM


Erasmo de Rotterdam (Róterdam, 1466/69 - Basilea, 12 de julio de 1536), conocido como Desiderius Erasmus Rotterdamus, nacido Geert Geertsen, también llamado Gerrit Gerritszoon (Gerardo, hijo de Gerardo), fue un humanista, filósofo, filólogo y teólogo holandés, autor de importantes obras en latín.

Nació el 28 de octubre de 1466 en Rotterdam, fue hijo de Roger y Margaret Gerrit. Después de ser ordenado sacerdote (a partir de 1490), Erasmo estudió en la Universidad de París, que se encontraba en ese momento viviendo con gran fuerza el Renacimiento de la cultura de Grecia y Roma. Posiblemente en esta etapa se encuentren los comienzos del pensamiento humanista de Erasmo, que convirtieron al joven en un pensador libre y profesor de ideas independientes.

Las polémicas de Erasmo contra la Iglesia han sido malinterpretadas con frecuencia. Erasmo estaba de acuerdo con la doctrina católica y con la forma de organización de la Iglesia. Lo que le molestaba eran otras situaciones.

La verdadera razón del enfrentamiento es que Erasmo quería utilizar su formación universitaria y su capacidad para transmitir ideas, para aclarar las doctrinas católicas y hacer que la Iglesia permitiera más libertad de pensamiento. Estos dos objetivos no eran compartidos por los Obispos y Arzobispos de esos tiempos (Siglo XVI).

Desde su trabajo de académico versado tanto en la doctrina como en la vida monacal, Erasmo creyó su obligación liberar a la Iglesia de la parálisis a que la condenaban la rigidez del pensamiento y las instituciones de la Edad Media, ya que él creía que el Renacimiento era una manera de pensar fundamentalmente nueva. La tradición y las ideas de la Edad Media no tenían ya lugar en el mundo, y él, el "cruzado de la rectitud", debía ser el encargado de cambiar el estado de cosas.

El pensamiento de Erasmo criticaba el formalismo y carácter abstracto de la iglesia y la religión y abogaba por una religión mas humana, mas cercana a la vida diaria de las personas y menos preocupada por dogmas teológicos. Ese pensamiento influyo en Lutero, que decidió llevar esos pensamiento a la acción, originando la Reforma Protestante. 




San Juan de la Cruz


Su verdadero nombre era Juan de Yepes y nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, pequeño pueblo abulense perteneciente a Castilla y León, una comunidad autónoma de España.
Murió su padre cuando Juan tenía seis años; a los nueve años, se trasladó con su madre al abulense pueblo de Medina del Campo, en donde a los 17 años, ingresa en un colegio de jesuitas para estudiar humanidades.
El año 1563 toma los hábitos de la orden religiosa Carmelita, adoptando el nuevo nombre de fray Juan de san Matías; al año siguiente se traslada a Salamanca para cursar estudios de teología en su célebre universidad. En el año 1567 es ordenado sacerdote, y adopta el nuevo y definitivo nombre de Juan de la Cruz. Su ilustre paisana de Ávila, Teresa de Jesús, trabó gran amistad con él y le integró en el movimiento de la reforma carmelita que ella había iniciado.

La obra poética de san Juan de la Cruz está inspirada en un profundo sentimiento religioso. A decir de algunos de sus biógrafos, su poesía en general tiene un estilo similar al bíblico "Cantar de los cantares" atribuido a Salomón. Nuestro poeta era un gran conocedor de la Biblia y de la filosofía aristotélica y platónica; también su obra nos trae aromas de las Églogas del poeta toledano Garcilaso de la Vega, muy impregnadas de un cultismo italianizante.
El estilo poético que imprime a su célebre "Cántico" (que algunos denominan "Cántico espiritual"), tiene un gran ritmo y musicalidad; compuesto a base de liras -estrofa ideada por Garcilaso- en las que mezcla y alterna versos heptasílabos y endecasílabos.
Toda la obra de san Juan de la Cruz está impregnada de un gran misticismo simbolista; también rezuma un típico estilo de la poesía bucólica y pastoril.
Hay quien afirma que su obra poética está cargada de una encriptada sensualidad e incluso de cierto erotismo. Son parecidas apreciaciones a las que algunos estudiosos creen adivinar en los textos bíblicos ya mencionados.
Sus obras en verso, además del Cántico ya citado y descrito, son: "Noche oscura"; "Llama de amor viva"; y un conjunto de poemas menores entre los que destaca "El pastorcico”.

San Juan de la Cruz describe la tercera y final etapa de la vida espiritual como la Etapa
Unificadora. El usa la imagen del leño y el fuego. Cuando el leño (el alma) es tirado al fuego
(Dios) será finalmente consumido por el fuego el cual brillará más. Así es como es nuestra
conversión en Cristo. Somos consumidos por el amor de Dios y estamos plenamente vivos en él.

nota sobre el tema en el libro de Jacques Philippe:

Se puede establecer un interesante paralelismo entre estos tres aspectos de la vida interior, estas efusiones gozosas, dolorosas y gloriosas del Espíritu Santo, y ¡a imagen del fuego y el leño arrojado a las llamas que emplea San Juan de la Cruz para ilustrar algunos sucesos de nuestra vida espiritual y hacer comprender que, independientemente de cuáles sean las circunstancias que atraviesa nuestra alma —felices o penosas, oscuras o llenas de luz—, es siempre el mismo amor el que actúa, la misma luz la que la rodea.

Cuando el fuego se acerca al leño, en primer lugar lo ilumina, lo alumbra y lo aviva; esta fase correspondería a un misterio gozoso: el amor divino que se nos revela también a nosotros nos da luz y calor. Si el fuego se aproxima aún más, en un primer momento los efectos son aparentemente inversos: en contacto con la llama, el leño comienza a oscurecer, a despedir humo, a oler mal y a desprender brea y otras sustancias desagradables. Se trata de la efusión dolorosa: el alma, penetrada más hondamente por la implacable luz divina, experimenta su miseria, su pecado y su absoluta impureza. Esta etapa dura e! tiempo necesario hasta que el fuego purificador haya concluido su tarea y el alma en su totalidad sea iluminada y abrasada, transformada en fuego de amor, como el leño quemado que, en lo sucesivo, también él ha quedado convertido en fuego. Es la efusión gloriosa, en la cual el alma se ve fortalecida en la caridad, ese fuego que Jesús ha venido a traer a la tierra.