sábado, 30 de mayo de 2015

LA CIUDAD / Jacques Ellul



PREFACIO

Este libro puede parecer que pertenece a una tradición anticuada de estudio bíblico, puesto que toma en su integridad el texto bíblico tal como se lo encuentra hoy. Esto es resultado de una decisión deliberada. Estoy al corriente de la exégesis clásica, de la crítica de las formas, de las extensas investigaciones en la historia literaria y cultural, de la nueva hermenéutica y aun de los más recientes estudios del estructuralismo. Y creo que es útil, por cierto, tener conocimiento de esta información y sus análisis, porque ello lo capacita a uno para evitar groseros malentendidos y discernir los problemas principales. Pero subsiste una dificultad fundamental. Estos estudios críticos reducen a partes separadas un texto que se elaboró y recibió en su tiempo como un todo. Es bueno conocer los estratos de la tradición de un texto y su forma literaria, pero ¿qué seguridad tenemos de que se ha dicho entonces todo lo que había que decir, o aun lo esencial? Retrotraer un texto a su fecha y su identidad primitiva, ¿le da su significado real, o al menos el significado que se le atribuyó cuando fue hecho parte del todo? ¿No está cada texto destinado (y voluntariamente) a arrojar luz sobre los otros y viceversa? ¿Y no se destruye esa mutua iluminación si el texto se fragmenta y dispersa según tiempo y lugar? A través de la diversidad de fuentes y orígenes, diversidad que de todos modos nunca es disimulada, ¿no es el todo el que contiene la verdad del mensaje, no es el texto  recibido en  su   última  construcción  el  que  es  significativo?
En otras palabras, nos afanamos por descubrir la redacción y la forma originales de cada fragmento, pero ¿no es el compositor, el compilador, tan importante como el primer autor? ¿No se extingue la verdad incluida en cada remanente cultural si se lo separa de los otros? Y al acentuar demasiado el texto original, ¿no corremos el riesgo de destruir el significado discernible solamente mediante la reflexión de un fragmento en el espejo de otro? Si es verdad que el Dios de Israel y de Jesucristo es un Dios que se revela en la historia ¿tomamos en serio esa revelación si fijamos una palabra dada de la misma a un momento de la historia, como una mariposa clavada en la pared de modo que, completamente enmarcada por datos culturales no se pueda sacar de allí para que signifique alguna otra cosa? ¿No hay una contradicción entre esta actitud hermenéutica y la verdad misma del Dios encarnado? ¿Lo importante no es que esos textos —portadores de la Palabra— se han movido, se han reunido, se han adaptado unos a otros a fin de transmitir un significado más amplio y profundo? Por eso es que me parece indispensable una lectura inclusiva del texto. Cuando uno descubre, del primero al último texto de la Biblia de hoy,   desde   el   texto   considerado   más   antiguo   hasta   el   más   reciente,   una revelación idéntica, continua y coherente, ¿no sería perder lo esencial si insistiéramos en considerar solamente cada fragmento solitario en lugar del movimiento que lo lleva adelante? De esta naturaleza es la revelación bíblica sobre la ciudad. Tiene que ver con la obra esencial de los hombres —la cultura del hombre en  la  historia y  la eternidad.


Jacques Ellul


Titulo original:  the meaning of the city
1970, Eerdmans Publishing.
Grand Rapids, Mich. USA


Titulo en español: LA   CIUDAD
Editorial La Aurora.
Buenos Aires, Argentina.