La influencia del cristiano: sal y luz / John R. W. Stott
El SERMON DEL MONTE
Contracultura cristiana
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 5.13-16
Si las bienaventuranzas describen el carácter esencial de los discípulos de Jesús, las metáforas de la sal y la luz indican su influencia bienhechora en el mundo.
Aun la mera noción de que los cristianos pueden ejercer una influencia saludable en el mundo debería llevarnos al punto de partida. ¿Qué posible influencia podrían ejercer las personas descritas en las bienaventuranzas en un mundo tan duro y resistente como el nuestro? ¿Qué bien perdurable pueden hacer los pobres y los mansos, los que lloran y los misericordiosos, y los que buscan hacer la paz y no la guerra? ¿No los hundirían simplemente las enormes olas del mal? ¿Qué pueden lograr aquellos cuya sola pasión es un apetito de justicia, y cuya única arma es la pureza de corazón? ¿No son tales personas demasiado débiles para llevar a cabo algo, especialmente si constituyen una pequeña minoría en el mundo?
Es evidente que Jesús no compartió este escepticismo. Más bien» pensó lo contrario. El mundo indudablemente perseguirá a la iglesia (10-12); pero el llamado de la iglesia es servir a este mundo que la persigue (13-16). "Este tiene que ser tu único desquite, expresó Rudolf Stier,"—amor y verdad para el odio y las mentiras' Por increíble que parezca, Jesús se refirió a ese puñado de aldeanos de Palestina como la sal de la tierra y la luz del mundo, tan largo alcance tendría su influencia. Es también una notable providencia de Dios que en este Evangelio, el más judío de los cuatro, haya tal alusión a toda la tierra, al poder bienhechor mundial de los seguidores de Cristo.
Para definir la naturaleza de la influencia que ellos tendrían, Jesús recurrió a dos metáforas tomadas de la vida hogareña. Todo hogar, aunque fuera pobre, usaba y todavía usa sal y luz. Durante su propia niñez Jesús tuvo que haber observado a menudo a su madre usando sal en la cocina y poniendo luz a los candeleros cuando caía el sol. La sal y la luz eran artículos indispensables en el hogar Varios comentaristas citan el dicho de Plinio de que nada es más útil que "la sal y la luz del sol* (sale et sole). La necesidad de luz es obvia. la sal, por otra parte, tuvo variedad de usos. Fue tanto condimento como preservados Parece haber sido reconocida desde tiempo inmemorial como un componente esencial de la dieta humana y como sazonador o condimento de los alimentos: "¿Se comerá lo desabrido sin sal?" Sin embargo, en particular, en los siglos anteriores a la invención de la refrigeración, se la usó para conservar la carne intacta y preservarla de la descomposición. De hecho, aún se usa para ello. H.V. Morton ha descrito la manera de hacer "biltong", la carne seca de Sudáfrica: "La carne, una vez que se ha cortado y preparado del tamaño requerido, se frota bien con sal gruesa». Si se cura adecuadamente, se conservará por tiempo indefinido • La verdad básica que descansa detrás de estas metáforas y es común a ambas es que la iglesia y el mundo son comunidades diferentes. Por una parte existe "la tierra" por la otra "vosotros" que sois la sal de la tierra. Por una parte existe "el mundo"; por la otra "vosotros" que sois la luz del mundo. Ciertamente, las dos comunidades ("ellos* y "vosotros") se relacionan entre sí, pero su relación depende de su distinción. Es importante afirmar esto con claridad en nuestra época en la que está teológicamente de moda borrar la distinción entre la iglesia y el mundo, y referirse indiscriminadamente a toda la humanidad como “el pueblo de Dios”.
Además, las metáforas nos dicen algo sobre ambas comunidades. El mundo evidentemente es un sitio oscuro, que tiene por sí mismo poca luz o ninguna, puesto que se necesita una fuente de luz externa para iluminarlo. El mundo también manifiesta una tendencia constante al deterioro. El concepto no es que el mundo sea desabrido y los cristianos lo pueden hacer menos insípido. ("La idea de hacer al mundo sabroso para Dios es enteramente imposible de concebir"), sino que está corrompiéndose. No puede por sí mismo interrumpir el proceso de descomposición. Sólo la sal que se introduce desde el exterior puede hacer esto. La iglesia, por otro lado, ha sido colocada en el mundo para desempeñar un doble rol: como sal detiene —o cuando menos obstaculiza— el proceso de corrupción social, y como luz disipa las tinieblas.
Cuando observamos más de cerca ambas metáforas, vemos que han sido deliberadamente formuladas para ser mutuamente paralelas. En cada caso, Jesús hace primero una afirmación ("Vosotros sois la sal de la tierra" "Vosotros sois la luz del mundo"). Luego, hace un aditamento, la condición de la cual depende la afirmación (la sal debe retener su sabor, a la luz debe permitírsele brillar). La sal no sirve para nada si pierde su salazón; la luz no sirve para nada si se la oculta.
1. La sal déla tierra (13)
La afirmación es franca: Ustedes son la sal de este mundo (VP). Esto significa que, cuando cada comunidad es ella misma y es fiel a ella misma» el mundo se corrompe como carne o pescado putrefacto, en cuanto que la iglesia puede obstaculizar esa corrupción.
Por supuesto. Dios ha puesto otras influencias de contención en la comunidad. En su gracia común él mismo ha establecido ciertas instituciones que refrenan las tendencias egoístas del hombre e impiden que la sociedad caiga en la anarquía. Entre éstas las principales son el estado (con su autoridad para formular y hacer cumplir las leyes) y el hogar (que incluye el matrimonio y la vida familiar). Estos ejercen una influencia saludable en la comunidad* No obstante. Dios pretende que el más poderoso de todos los restrictores dentro de la sociedad pecadora lo constituya su propio pueblo redimido, regenerado y justo. Como R.G.V. Tasker lo escribió, los discípulos deben "ser el desinfectante moral en un mundo donde las normas morales son bajas, están en constante cambio, o no existen"
La efectividad de la sal, sin embargo, es condicional: tiene que retener su facultad de salar. Ahora bien, estrictamente hablando, la sal nunca puede perder su capacidad de salar. Entiendo que el cloruro de sodio es un compuesto químico muy estable, que resiste casi a cualquier ataque. No obstante, puede contaminarse si se mezcla con impurezas, y entonces se vuelve inútil y hasta peligroso. La sal no salada no sirve siquiera como estiércol, en compuestos de abonos o fertilizantes. El Dr. David Turk me ha sugerido que lo que se llamaba popularmente "sal" en aquella época era en efecto, un polvo blanco (quizás de los alrededores del Mar Muerto) que, aunque contenía cloruro de sodio, también contenía muchas cosas más, ya que, en aquellos días, no existían las refinerías. El cloruro de sodio fue probablemente la parte más soluble de este polvo y por tal razón la más fácil de eliminar. El residuo de polvo blanco aun se veía como sal, y sin duda aún se lo llamaba sal, pero ni tenía el sabor ni actuaba como tal. No era más que polvo del camino.
Así también el cristiano. 'Tened sal en vosotros mismos", dijo Jesús en otra ocasión.* La sazón cristiana es el carácter cristiano tal cual se lo describe en las bienaventuranzas, discipulado cristiano comprometido, ejemplificado tanto en palabras como en obras. El cristiano, para ser efectivo, debe retener su semejanza con Cristo, de la misma manera que la sal debe conservar su capacidad de salar Si los cristianos se ajustan social y culturalmente a los no cristianos y se contaminan con las impurezas del mundo, pierden su influencia. La influencia de los cristianos en y sobre la sociedad depende de que sean distintos, no idénticos. El Dr. Lloyd-Jones hace hincapié en esto: "La gloria del evangelio es que cuando la Iglesia es completamente distinta del mundo, nunca deja de atraerlo. Entonces hace que el mundo escuche su mensaje, si bien al comienzo quizás lo odie" De otro modo, si nosotros los cristianos no nos distinguimos de los no cristianos, no servimos para nada. Podemos también ser desechados como sal insípida, "echada fuera y hollada por los hombres" "¡Pero qué descenso", comenta A.B. Bruce, "de ser los salvadores de la sociedad a proveer materiales para sendas de peatones".
2. La luz del mundo (14-16)
Jesús introduce su segunda metáfora con una afirmación similar: Vosotros sois la luz del mundo. En verdad, más tarde diría, Yo soy la luz del mundo Pero nosotros lo somos también por derivación, brillando con la luz de Cristo, brillando en el mundo como estrellas en el cielo nocturno-" A veces pienso qué maravilloso sería que los no cristianos, curiosos por descubrir el secreto y la fuente de nuestra luz,se nos acercaran e inquirieran:
Titila, titila, estrellita
¡Me pregunto qué eres!
(tr. literal de rima popular)
Jesús aclara lo que es esta luz diciendo que se trata de nuestras "buenas obras" Dejad que los hombres vean vuestras buenas obras* dijo, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos, porque es por esas buenas obras que nuestra luz va a alumbrar.
Parece ser que "buenas obras" es una expresión general que abarca todo lo que un cristiano dice y hace porque es cristiano, cualquier manifestación externa y visible de su fe cristiana. Puesto que la luz es un símbolo bíblico común de la verdad, la luz brillante del cristiano seguramente tiene que incluir su testimonio hablado. Así, la profecía del Antiguo Testamento de que el Siervo de Dios sería "luz de las naciones" se cumple no sólo en Cristo mismo, la luz del mundo, sino también por medio de los cristianos que dan testimonio de Cristo." La evangelización debe contarse como una de las "buenas obras" por medio de las cuales nuestra luz alumbra y nuestro Padre es glorificado.
Lutero estaba en lo cierto al poner el acento en esto, pero se equivocó (creo) al hacerlo la referencia exclusiva. "Mateo no tiene en mente las obras ordinarias que la gente debería hacer el uno por el otro motivadas por el amor... Más bien está pensando principalmente en la obra distintivamente cristiana de enseñar correctamente, de acentuar la fe, y de mostrar cómo fortalecerla y preservarla; es así como testificamos que somos realmente cristianos". Continúa en su comentario trazando la distinción entre la primera y la segunda tabla del decálogo, es decir, los diez mandamientos que expresan nuestro deber para con Dios y para con nuestro prójimo. "Las obras de que hablamos ahora tienen que ver con los primeros tres grandes mandamientos, que pertenecen al honor, al hombre y a la Palabra de Dios". Es sano que se nos recuerde que creer, confesar y enseñar la verdad son también "buenas obras" que dan evidencia de nuestra regeneración mediante el Espíritu Santo." Sin embargo, no tenemos que limitarlas a esto. "Buenas obras" son obras de amor al igual que de fe. Expresan no sólo nuestra lealtad a Dios, sino también nuestro interés por nuestros congéneres. Ciertamente el significado primordial de "obras" tiene que ser práctico, obras visibles de compasión. Es cuando la gente vea ese tipo de obras, dijo Jesús, que glorificará a Dios, porque ellas encarnan las buenas nuevas de su amor que nosotros proclamamos. Sin ellas nuestro evangelio pierde su credibilidad y nuestro Dios su honor.
Como sucede con la sal, también con la luz la afirmación va seguida de una condición: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres. Si la sal puede perder su sabor, la luz que está en nosotros puede convertirse en tinieblas." Pero debemos permitir que la luz de Cristo que está dentro de nosotros alumbre hacia afuera, de modo que la gente la pueda ver. No debemos ser como un pueblo o aldea colocada en un valle cuyas luces se ocultan de nuestra vista, sino como una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder y cuyas luces son vistas claramente a kilómetros de distancia. De nuevo, debemos ser como una lámpara encendida, "antorcha que ardía y alumbraba" como lo fue Juan el Bautista,: que se pone sobre el candelero en una posición prominente en la casa para que alumbre a todos los que están en casa, y no se mete"bajo un cajón" (VP) o se esconde "en un tiesto" (LA), donde no sirve para nada.
Es decir, como discípulos de Jesús, no debemos ocultar la verdad que sabemos ni la verdad de lo que somos. No debemos fingir ser otros que quienes somos, sino desear ser visibles a todos a causa de nuestro cristianismo. "Huir a la visibilidad es negar el llamamiento. La comunidad de Jesús que quiere ser invisible deja de seguirle". Más bien debemos ser nosotros mismos, nuestro verdadero ser cristiano, viviendo abiertamente la vida que se describe en las bienaventuranzas y sin avergonzarnos de Cristo. Entonces la gente nos verá y verá también nuestras buenas obras, y viéndonos glorificará a Dios. Porque inevitablemente reconocerá que es por la gracia de Dios que somos lo que somos, que nuestra luz es su luz, y que nuestras obras son sus obras hechas en nosotros y a través de nosotros. Así, ellos alabarán la luz, no la lámpara que la lleva; es a nuestro Padre que está en los cielos a quien ellos glorificarán, no a los hijos que él ha engendrado y que muestran un cierto parecido familiar. Ni siquiera aquellos que nos ultrajan podrán dejar de glorificar a Dios por la misma justicia por causa de la cual nos persiguen (10-12).
3. Lecciones que se aprenden
Las metáforas de sal y luz que usó Jesús tienen mucho que enseñarnos sobre nuestras responsabilidades cristianas en el mundo- Sobresalen tres lecciones,
a. Hay una diferencia fundamental entre los cristianos y los no cristianos, entre la iglesia y el mundo.
Es cierto que algunos no cristianos adoptan una apariencia engañosa de cultura cristiana. Algunos cristianos profesantes» por otro lado no parecen distinguirse de los no cristianos y de tal modo niegan su nombre de cristianos por su comportamiento no cristiano. No obstante» la diferencia esencial permanece. Podemos decir que son tan diferentes como la liza del queso, Jesús dijo que son tan diferentes como la luz de las tinieblas» tan diferentes como la sal de ta corrupción y la enfermedad. No servimos a Dios» ni a nosotros mismos» ni al mundo al tratar de borrar o siquiera de minimizar esta diferencia.
Este tema es básico en el Sermón del Monte. El Sermón se construye bajo el supuesto de que los cristianos son diferentes» y nos lanza un llamado a ser diferentes. Probablemente la mayor tragedia de la iglesia durante toda su larga y variada historia ha sido su constante tendencia a conformarse a la cultura reinante en vez de desarrollar una contracultura cristiana.
b. Tenemos que aceptar la responsabilidad que esta distinción coloca sobre nosotros.
Cuando reunimos la afirmación y la condición de cada metáfora nuestra responsabilidad se destaca. En la frase griega cada afirmación con el pronombre enfático "vosotros" que es tanto como decir» "vosotros y solamente vosotros" sois la sal de la tierra y la luz del mundo, Y por lo tanto —la condición sigue con inexorable lógica— simplemente no debéis fallarle al mundo al que sois llamados a servir Vosotros tenéis que ser lo que sois. Vosotros sois sal» y por eso tenéis que retener vuestra sazón y no perder vuestro sabor cristiano. Vosotros sois luz, y por eso tenéis que dejar que vuestra luz alumbre y no ocultarla de ningún modo» ya sea por el pecado o por componendas» por pereza o por temor.
Este llamado a asumir nuestra responsabilidad cristiana, debido a lo que Dios nos ha hecho y dónde nos ha colocado, es particularmente pertinente para los jóvenes que se sienten frustrados en el mundo moderno. Los problemas de la comunidad humana son tan grandes, y ellos se sienten tan pequeños, tan débiles, un ineficaces. "Alienación"—un término popularizado por Marx— es la palabra comúnmente usada hoy para describir estos sentimientos de frustración.
¿Qué mensaje tenemos, entonces, para tales personas que se sienten estranguladas por "el sistema" aplastadas por la máquina de la tecnocracia moderna, abrumadas por las fuerzas políticas, sociales y económicas que las controlan y sobre las cuales no tienen control? Se sienten víctimas de una situación que son impotentes de cambiar. ¿Qué pueden hacer? En el terreno de esta frustración se están cultivando los revolucionarios, dedicados al derrocamiento violento del sistema. Y exactamente del mismo terreno pueden surgir los revolucionarios de Jesús, activistas igualmente dedicados —incluso más— pero comprometidos más bien a extender su revolución de amor, gozo y paz. Y esta revolución pacifica es más radical que cualquier programa de violencia, tanto porque sus normas son incorruptibles como porque cambia personas tanto como estructuras, ¿Hemos perdido nuestra confianza en el poder del evangelio de Cristo? Entonces escuchemos a Lutero: "Con su sola palabra puedo ser más desafiante y jactancioso que ellos con todo su poder, espadas y fusiles.
¡Así que no estamos desvalidos e impotentes después de todo! Porque tenemos a Jesucristo, su evangelio, ideales y poder, y Jesucristo es toda la sal y luz que este mundo tenebroso y putrefacto necesita. Pero debemos tener sal en nosotros mismos, y debemos dejar que nuestra luz alumbre.
c. Tenemos que ver nuestra responsabilidad cristiana como una responsabilidad doble
"La sal y la luz tienen algo en común: se dan y se gastan —y así son lo opuesto de todo tipo de religiosidad centrada en uno mismo" No obstante» el tipo de servicio que cada uno presta es diferente. De hecho, sus efectos son complementarios. Ia función de la sal es en gran parte negativa: impide la corrupción. La función de la luz es positiva: ilumina las tinieblas.
Así Jesús llama a sus discípulos a ejercer una doble influencia en la comunidad secular, una influencia negativa al detener su corrupción y una influencia positiva al llevar luz a sus tinieblas. Porque una cosa es detener la extensión del mal; y otra es promover la difusión de la verdad, la belleza y la bondad.
Reuniendo las dos metáforas, parece legítimo discernir en ellas la relación justa entre evangelización y acción social en la misión total de Cristo en el mundo —relación que deja perplejos a muchos creyentes hoy. Somos llamados a ser tanto sal como luz para la comunidad secular.
Tomemos en primer lugar nuestra vocación de ser sal. El apóstol Pablo, al final del primer capítulo de su carta a los Romanos pinta un retrato siniestro de lo que sucede cuando la sociedad (por temor al mal) suprime la verdad que conoce por medio de la naturaleza. Se deteriora. Sus valores y normas constantemente declinan hasta que se vuelve totalmente corrupta. Cuando los hombres rechazan lo que conocen de Dios» Dios los abandona a sus propias nociones distorsionadas y pasiones pervertidas, hasta que ta sociedad hiede ante las fosas nasales de Dios y de toda la gente buena.
Ahora bien, los cristianos han sido colocados por Dios en la sociedad secular para impedir este proceso. Dios nos destinó para penetrar en el mundo. La sal cristiana no tiene derecho a quedarse apretujada en elegantes sálenlos eclesiásticos; nuestro lugar está en medio de la comunidad secular, frotándonos con ella como la sal se frota con la carne para evitar que se eche a perder. Y cuando la sociedad se echa a perder» nosotros los cristianos tendemos a elevar nuestras manos en horror pío y hacer reproches al mundo no cristiano; pero ¿no deberíamos más bien reprocharnos nosotros mismos? Difícilmente se puede culpar a la carne que no ha sido salada por echarse a perder Ella no puede hacer nada más. La pregunta real que debe hacerse es: ¿dónde está la sal?
Jesús estaba enseñando en algún sitio cercano al mar de Galilea. A menos de ciento sesenta kilómetros al sur el río Jordán desemboca en otro mar, el Mar Salado, tan salado que está muerto. En la ribera occidental de ese mar vivía en aquella época una Comunidad del Mar Muerto, cuya biblioteca de rollos causó gran sensación cuando fue accidentalmente descubierta hace pocos años. Era una comunidad monástica de esenios que había escapado del mundo malo. Se autodenominaron 'los hijos de la luz" pero no dieron pasos para que su luz alumbrara, y en su ghetto su sal fue tan inútil como lo era en las costas del mar cercano. ¿Es posible que Jesús estuviese pensando en ellos? W.D. Davies cree que Jesús echó "una mirada de soslayo" en dirección a ellos." Es una conjetura atrayente.
¿Qué significa en la práctica ser sal de la tierra? Para comenzar, nosotros» el pueblo cristiano, debemos ser más valientes» más francos en condenar el mal. Sin duda, la condenación es una acción negativa» pero también lo es la acción de la sal. En ocasiones las normas son flojas y resbaladizas en una comunidad a falta de una clara protesta cristiana. Lutero subraya esto, enfatizando que la denuncia y la proclamación van de la mano cuando se predica verdaderamente el evangelio: "Al salar se tiene que provocar comezón. Aunque nos critiquen como provocadores de comezón» sabemos que así es como tiene que ser y que Cristo ha ordenado queja sal sea aguda y continuamente cáustica... Si deseáis predicar el evangelio y ayudar a las personas, tenéis que ser sal aguda que se frote en sus heridas» mostrar el lado opuesto y denunciar lo que no está bien... La sal real es la exposición verdadera de las Escrituras» que denuncia a todo el mundo y no deja que nada permanezca salvo la fe sencilla en Cristo”.
Helmut Thielicke recoge este mismo tema de la cualidad necesariamente cortante y "picante" del verdadero testimonio cristiano. Al ver a algunos cristianos» dice, "uno creería que su ambición es ser los tarros de miel del mundo. Endulzan y azucaran la amargura de la vida con una concepción excesivamente fácil de un Dios amante... Pero Jesús» por supuesto, no dijo “Vosotros sois la miel del mundo”. Dijo, Vosotros sois la sal de la tierra. La sal produce picazón» y el mensaje no adulterado del juicio y la gracia de Dios ha sido siempre algo que pica.
Y al lado de esta condenación de lo que es falso y malo, deberíamos tomar nuestra postura temeraria a favor de lo que es verdadero, bueno y decente, sea en nuestro vecindario, en nuestra universidad, profesión o negocio, o en la esfera más amplia de la vida nacional, incluyendo los medios de información.
La sal cristiana entra en vigor por medio de hechos tanto como por medio de palabras- Ya hemos visto que Dios ha creado el estado y la familia como estructuras sociales para contener el mal y promover el bien. Y los cristianos tienen la responsabilidad de vigilar que estas estructuras no sólo se preserven sino que también operen con justicia. Demasiado a menudo los cristianos evangélicos han interpretado su responsabilidad social únicamente en términos de ayudar a las víctimas de una sociedad enferma, y no han hecho nada para cambiar las estructuras que provocan esas víctimas. Del mismo modo que los doctores están interesados no sólo en el tratamiento de sus pacientes sino también en la medicina preventiva y en la salud pública, deberíamos interesarnos en lo que podría llamarse medicina preventiva social y normas más altas de higiene moral.
Por muy pequeña que pueda ser nuestra parte, no podemos elegir otra cosa que buscar la creación de mejores estructuras sociales, que garanticen justicia en la legislación y la ejecución de la ley, la libertad y dignidad del individua derechos civiles para las minorías y la abolición de la discriminación racial y social. No deberíamos despreciar estas cosas ni eludir nuestra responsabilidad para con ellas. Son parte del propósito de Dios para su pueblo. Dondequiera que los cristianos son ciudadanos conscientes, están actuando como sal en la comunidad. Como lo dijo Sir Frederick Catherwood en su contribución al simposio “revolution change”. Tratar de mejorar la sociedad no es mundanidad sino amor. Lavarse las manos de la sociedad no es amor sino mundanalidad".
Pero los seres humanos caídos necesitan más que barricadas para que cesen de volverse tan malos como pueden. Necesitan regeneración, nueva vida por medio del evangelio. De ahí nuestra segunda vocación de ser "la luz del mundo'* La verdad del evangelio es la luz, contenida ciertamente en frágiles lámparas de arcilla, pero que brilla a través de nuestra misma constitución arcillosa con la más clara luminosidad. Somos llamados a difundir el evangelio y a enmarcar nuestro estilo de vida de manera que sea digno del evangelio.
De modo que, nunca debemos colocar nuestras dos vocaciones de ser sal y luz» nuestras responsabilidades cristianas social y evangelística, una contra la otra como si tuviéramos que escoger entre ambas. Tampoco debemos exagerar una de ellas, ni desacreditar alguna a expensas de la otra. Ninguna puede ser un sustituto de la otra. El mundo necesita de ambas. Es malo y necesita sal; está oscuro y necesita luz. Nuestra vocación cristiana es ser ambas cosas. Jesucristo lo dijo así, y eso debería bastarnos.
En los Estados Unidos uno de los ministerios descritos como emparentado con el llamado "Movimiento de Jesús" se conoce como el "Hogar del Poder y la Luz de Jesucristo" Se trata de una comuna cristiana en Westwood, administrada por Hal Lindsey y Bill Counts, quienes dan enseñanza bíblica a los residentes. "Luz y Poder" es una linda combinación, y ambos se encuentran en Jesucristo. Pero ¿cuándo habrá alguien en Estados Unidos que establezca una "Compañía incorporada de la sal y la luz de Jesucristo"?
En el Reino Unido ha surgido en los últimos años un movimiento casi espontáneo conocido como el "Festival de la Luz" Doy gracias a Dios por el testimonio valiente y entusiasta de los jóvenes (como lo son en su mayoría) que pertenecen a él. Se esfuerzan por combinar una protesta contra la pornografía y una campaña a favor de la ley moral de Dios en la vida pública, con un testimonio claro de Jesucristo. Quizás deberla volverse en forma aun más consciente, un "Festival de la Sal y la Luz”.
En todo caso, no tenemos que avergonzarnos de nuestra vocación de ser tanto sal como luz, o seremos culpables de separar lo que Jesús ha unido. El carácter del cristiano, según se describe en las bienaventuranzas» y la influencia del cristiano, según se define en las metáforas de sal y luz, están relacionados orgánicamente entre si. Nuestra influencia depende de nuestro carácter Pero las bienaventuranzas establecen una norma sumamente alta y exigente. Puede ser Útil, por lo tanto, como conclusión a este capitulo, volver a mirar ambos párrafos y fijarse en los incentivos a la justicia que da Jesús.
En primer lugar, ésta es la forma en que nosotros mismos seremos bienaventurados* Las bienaventuranzas identifican a los que Dios declara "bienaventurados", los que le agradan y los que encuentran satisfacción en sí mismos. La bienaventuranza verdadera se encuentra en lo bueno, y en ninguna otra parte.
En segundo lugar, ésta es la forma en que se servirá mejor al mundo. Jesús ofrece a sus seguidores los inmensos privilegios de ser sal y luz del mundo sólo si viven de acuerdo con las bienaventuranzas.
En tercer lugar, ésta es la forma en que Dios será glorificado. Aquí, en los comienzos de su ministerio Jesús dice a sus discípulos que si dejan que su luz alumbre de modo que se vean sus buenas obras, su Padre que está en los cielos será glorificado. Al final de su ministerio, en el aposento alto, él expresaría la misma verdad en términos similares: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Esto es, entonces lo deseable de la vida buena a semejanza de Cristo y» por tanto de la contracultura cristiana. Nos trae bendición a nosotros mismos, salvación a otros y por último, gloria a Dios.