jueves, 4 de mayo de 2017

¿Qué servicio presta la Teología a la pastoral? /Alberto F. Roldán

¿Qué servicio presta la Teología  a la pastoral?
(fragmento del libro “¿Para que sirve la teología?” /Alberto F. Roldán

El trabajo pastoral hoy se ha complicado. El tipo de sociedad en que está inmersa la iglesia de hoy demanda una preparación cada vez más  amplia. La tarea pastoral es múltiple y compleja porque abarca administración, aconsejamiento, liderazgo, enseñanza. Sin desconocer la importancia de esas facetas, queremos referirnos a la predicación como función clave de su labor. Para una predicación eficiente, además de la guía y el poder del Espíritu que están fuera de toda discusión, el pastor debe conocer de Biblia, hermenéutica, homilética, comunicación y, por supuesto, teología. Anders Ruuth se ha ocupado de destacar la importancia de la teología en la vida y ministerio pastoral, señalando acertadamente:

No es el estudio en sí lo que convierte a un predicador en un buen predicador, tal como la dignidad de ser doctor en teología no garantiza en absoluto ser profeta. Pero el estudio confiere al predicador los conocimientos formales necesarios para ejercer su oficio de predicador, tal como el artesano y el profesional tienen que aprender las técnicas y prácticas propias de sus profesiones. Cualquiera siente respeto ante la persona que es capaz en su oficio. Así también el ministro debe hacerse respetar por los conocimientos que posee. *

Por supuesto que el respeto no se gana con títulos y diplomas colocados en cuadros y colgados en la pared del estudio del pastor. Son muchos los factores que inciden para ganarse el respeto y la reputación de la gente. Sin embargo, el ministro que se preocupa por estudiar sólidamente las Escrituras, dará un paso decisivo para que la congregación lo respete como siervo de Dios. Claro que hoy, en la cultura posmoderna, a la que nos referiremos en el último capítulo,  nos enfrentamos con otras formas de legitimación pastoral que privilegian la acción, el carisma, el crecimiento numérico, el poder y los milagros en detrimento del estudio y la preparación teológica. A eso respondemos: En primer lugar, no necesariamente debemos oponer los factores mencionados a la preparación académica. El conocimiento no se opone al obrar del Espíritu Santo, como si fuera una especie de teorema enunciado en estos términos: «el obrar del Espíritu Santo es directamente proporcional a la ignorancia del siervo de Dios».

En segundo lugar, el pastor que no se preocupa por su preparación bíblica y teológica, condena a su iglesia al infantilismo y al raquitismo espirituales y, muchas veces, termina por convertirse en un pastor monotemático que, como tal, desarrolla todos sus discursos alrededor de su tema favorito que puede ser: «los días de Génesis 1 como días literales de 24 horas», «la importancia del milenio para la vida cristiana» y «la guerra espiritual como paradigma hermenéutico para comprender las Escrituras y el propósito de Dios». Un pastor monotemático lejos está de poder ofrecer «todo el consejo de Dios» a su congregación. Y, en tercer lugar, todo pastor utiliza la teología en forma consciente o inconsciente, coherente o incoherente.

Cuando sube a la plataforma su discurso es, en esencia, un discurso teológico que habla de Dios, Jesucristo, la salvación, la vida eterna. En el acto de la predicación, el pastor no puede evitar echar mano de la teología, la haya estudiado debidamente o no, la haya elaborado pacientemente o la haya comprado hecha. Hoy no faltan pastores que en su entusiasmo carismático piensan que pueden prescindir de la teología, que no la necesitan. Sin embargo, a poco que se les escuche, notaremos fácilmente cómo apelan a los datos que son propios de la teología bíblica y sistemática. A ellos les cabe la crítica que hiciera Karl Barth, un gran teólogo de nuestro siglo que nunca dejó de ser pastor:

Igualmente grave es el hecho de que no pocos pastores, después de sus años de estudios, y luego de haberse adaptado a una rutina de servicio en la práctica, parecen opinar que la teología es un asunto concluido al que pueden dejar atrás como la mariposa deja la crisálida. ¡Así no se puede! **


* Anders Ruuth, «Hacia una teología de la predicación» en Emilio Castro, compilador,
Pastores del pueblo de Dios en América Latina, Buenos Aires: La Aurora, 1973.
** Karl Barth, Introducción a la teología evangélica, trad. Elizabeth Linderberg de Delmonte,

Buenos Aires: La Aurora, 1986, p. 63.

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