sábado, 17 de junio de 2017

Los valores del reino / Militantes para un mundo nuevo, Juan Driver

LOS VALORES DEL REINO (Mt. 5:1-20)

Jesús fue comisionado por Dios a ser su Mesías en el mundo. Pero la forma de su mesianismo no respondió a las expectaciones populares de la mayoría de los judíos de la época. Se orientó, más bien, en la visión de Isaías del Siervo de Yahvéh. Esto explica la descripción que Mateo da de su ministerio mesiánico. «...enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (4:23). Como hemos notado, en este contexto Mateo coloca su colección de las enseñanzas de Jesús. Es una especie de «discurso inaugural» en que el Mesías que anuncia la llegada del reino, anuncia también el espíritu que orienta, y los principios que caracterizan, el nuevo estilo de vida propia de los participantes del nuevo reino. El Sermón del Monte es un resumen fundamental de la manera en que la vida se ordena en la comunidad mesiánica. La organización de estas enseñanzas en un solo «sermón» es probablemente el resultado de la redacción literaria que Mateo les ha dado. El hecho que muchas de estas enseñanzas aparecen en distintos contextos en; “Lucas” parece confirmar esta hipótesis.

Aunque multitudes oyeron el mensaje y vieron las obras de Jesús, el sentido de Mt. 5: lb,2 parece indicar que los discípulos de Jesús fueron los que recibieron sus enseñanzas. Como se ha señalado, estas instrucciones se entienden mejor como ética para discípulos, ciudadanos del reino mesiánico que se inaugura con la presencia del Mesías.

El género literario que emplea el adjetivo «bienaventurados» era algo común en la antigüedad y un breve resumen de su uso nos podrá resultar útil en la comprensión de estas bienaventuranzas. En el griego clásico generalmente el adjetivo, «bienaventurado», se reservaba para describir a los dioses o para designar felicidades humanas en aforismos populares. Este uso también penetró en el judaísmo de la época de Jesús. Pero en los Salmos, donde el uso del término es bastante común, esta bienaventuranza se distingue del uso griego. En los Salmos, la bienaventuranza se basa en la confianza personal en Dios y en el acatamiento a sus preceptos.

En los Evangelios de Mateo y Lucas también aparecen una serie de bienaventuranzas y sus contextos nos ayudarán a interpretar su significado. (Ver Mt. 11:6 y Lc. 7:23; Mt. 13:16 y Lc. 10:23; Mt. 16:17; Mt. 24:46 y Lc. 12:37,38,43; Lc. 1:45; 11:27,28; 14:14,15). En estas bienaventuranzas se destacan cuatro orientaciones fundamentales. 

  1.  Sin excepciones, describen una dicha que tiene su fuente en la presencia y actividad de Jesús; son bienaventuranzas cristocéntricas. 
  2.  Esta dicha está relacionada con la participación en un reino escatólogico —una dicha ya presente, pero que llegará a una manifestación definitiva en el reino futuro. 
  3.  Esta dicha está declarada, prometida y comunicada al mismo tiempo por Jesús a los que le oyen y obedecen con fe a pesar de la dura realidad de las desgracias presentes. Es en cierto sentido una dicha paradójica.
  4.   Esta dicha tiene un carácter cósmico. Finalmente, no es la creación como tal, sino la creación restaurada por Cristo, lo que constituye la dicha del discípulo.


A menudo en la Iglesia estas bienaventuranzas han sido malentendidas. A veces se ha pensado en ellas en términos legalistas de deber y recompensa: Ser pobre en espíritu a fin de participar en el reino de los cielos; ser mansos a fin de recibir la tierra por heredad; ser misericordiosos a fin de alcanzar misericordia, etc. Las bienaventuranzas no son cosas que uno puede ponerse a hacer mediante un sencillo acto de la voluntad. Otras veces se las ha concebido como virtudes opcionales para cristianos (o como «consejos de perfección» que un élite será capaz de cumplir):  Uno será manso porque la mansedumbre es su don, o porque se dedica a serlo con voluntad férrea; otro será misericordioso; otro será pacificador; etcétera. ¡Cómo si hubiera niveles de discipulado! ¡Cómo si el discípulo estuviera en posición de discutir las condiciones de su discipulado con su Señor! ¡No! Son más bien características del estilo de vida propia del reino y se espera que todos los miembros de la comunidad mesiánica reflejen todas estas características en su vivir diario por la gracia de Dios y por el poder de Su Espíritu Santo derramado sobre todos los hijos de Dios en la era mesiánica. 

Bienaventurados o dichosos son todos aquellos que participan por la gracia de Dios de la nueva vida del reino mesiánico anticipando la llegada del reino futuro en toda su plenitud. ¡Dichosos por el destino que les corresponde a los hijos de Dios! ¡Dichosos porque este estilo de vida representa la intención de Dios para la humanidad! ¡Dichosos porque aunque se tenga que vivir en medio de contratiempos y persecución se anticipa la creación restaurada por Cristo!

Estas bienaventuranzas se encarnan, sobre todo, en la persona de Jesucristo. Era más que evidente en la comunidad apostólica que todas estas características del reino se manifestaban con una claridad jamás imaginada en Jesús de Nazaret. El que anuncia que el reino de Dios es como un don para los pobres, es a la vez, pobre y humilde. Los apóstoles velan en Jesús aquel «que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza  fueseis enriquecidos»  (II Cor. 8:9). Jesús es el «manso y humilde» sin igual en quien se halla .  descanso (Mt. 11:28). La justicia que Jesús trae es la del reino de Dios que ofrece salvación y vida a los perdidos. Y en la Iglesia apostólica se reconocía que la «causa de Cristo» y la «causa de la justicia» eran una misma cosa (Mt. 5:10,11). En la figura de Jesús se reconoce al «Hijo de David» que es misericordioso, pues cura a los enfermos, ayuda a los perdidos y se ofrece a el mismo como «limosna» (misericordia) a los pobres de la tierra (Mt. 9:27; 15:22; 20:30,31). En Jesús se reconoce una integridad de todo su ser que le da autoridad para denunciar las hipocresías de los ritos que a fin de cuentas no purifican al hombre (Mt. 23). La comunidad primitiva veía en Jesús la personificación de la paz mesiánica, del   “shalom” de Dios. Jesús es el que otorga esta paz sin igual (Jn. 14:27). Paz que se establece por medio de la «guerra del Cordero» (Mt. 10:34; Apoc. 12:11; 17:14). 

Y sobre todo, la Iglesia apostólica percibió en Jesús el modelo del sufrimiento sacrificial. Tanto fue así que la cruz, símbolo supremo de la oposición ofrecida por los poderes de este presente siglo malo, llegó a ser céntrica en su comprensión de la obra salvadora de Dios en Jesucristo. La dicha del sufrimiento a favor de los pobres, los tristes, los cautivos, los ciegos y los oprimidos, vislumbrada en los cánticos de Isaías, ha hallado su manifestación más plena en la persona de Jesús. Y por esto los apóstoles señalaban a Jesús como modelo a seguir en el sufrimiento (I Ped. 2:21-24).

Lejos de representar una visión idealista, y un tanto utópica, de la sociedad, las bienaventuranzas describen la persona humana de Jesús de Nazaret en forma realista y concreta, y no sólo a Jesús, sino también a la comunidad de sus seguidores que respondieron con fe y obediencia a su llamado de gracia.


Tomado de:
Militantes para un mundo nuevo, Juan Driver. EEE

II. La Interpretación del Sermón del Monte / A. Los valores del reino, pág. 47 al 51. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario