¿Qué es el Evangelio?
Fragmento de: Juan Driver. “Comunidad y Compromiso. Estudios sobre la renovación de la Iglesia”. iBooks.
Aunque los términos "evangelio” y “evangelizar" se han usado con gran frecuencia en la Iglesia, su significado no ha sido siempre muy claro. "Evangelio" generalmente se ha empleado para referirse a la invitación dirigida al individuo para que acepte el perdón de sus ресаdos. Y "evangelizar" ha significado dar a conocer esta invitación. Aunque este uso puede justificarse, sin duda, no representaba el significado primario de la palabra de acuerdo con su uso en el Nuevo Testamento. Originalmente el término no fue ni religioso ni personal, sino secular y colectivo. Se trataba sencillamente de una buena noticia. Pero "evangelio" no era una nueva información cualquiera, sino una noticia importante de la cual podía depender el destino de una ciudad o de una nación. Era la noticia de la victoria en una batalla decisiva aseguraba la libertad de un pueblo, o el anuncio del nacimiento de un hijo al rey que aseguraba continuidad del linaje real. En su uso primario en el Nuevo Testamento este es precisamente el sentido en que el término se emplea. El Evangelio es la buena noticia respecto al Reino de Dios que está por establecerse entre los hombres.
Este Reino que se acerca es trascendental. Tanto lo es, que Juan el Bautista insiste que nada menos que un "arrepentimiento" es necesario para poder participar de él. El "arrepentimiento" tiene que ver con el espíritu y la mente. Implica una conversión o un viraje del espíritu. A veces se lo define como un cambio radical de actitud. Pero el arrepentimiento neotestamentario implica más que un mero cambio de actitud: envuelve también prácticas sociales. Juan el Bautista advertía que arrepentirse incluía producir los frutos correspondientes. En el caso de la gente corriente implicaba compartir sus bienes con los necesitados. Para los cobradores de impuestos incluía ser honrados. Para los soldados significaba tratar a la gente con consideración y ser menos violentos (Lc. 3:10-14).
Tanto Juan el Bautista como Jesús traían este mensaje: “Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado" (Mt. 3:2; 4:17). En seguida Mateo nos informa que este mensaje del Reino de los Cielos es el Evangelio (4:23). Pero, ¿cómo se realiza este Reino? La lucha de Jesús en sus tentaciones fue básicamente con esta pregunta y sus posibles respuestas. Primeramente Jesús fue tentado a ser un Mesías económico, pero rechazó esta opción porque las necesidades del hombre son mayores (Mt. 4:3,4; cf. Jn. 6:15). También fue tentado a llegar a ser Mesías a través de un político-religioso de índole milagrosa, pero eso no estaba en armonía con la naturaleza de Dios (4:5-7; cf. Mt. 21:12-17; Jn. 2:17). Finalmente, fue tentado a ser un Mesías con poder político, opción ésta que rechazó porque implicaba concesiones satánicas en lugar de confianza en Dios (4:8-10; cf. Mt. 26:52,53). Estos todos aspectos de las esperanzas mesiánicas nacionalistas compartidas por una buena parte del pueblo judío del primer siglo. Aparentemente los discípulos mismos participaban de esta visión nacionalista, pues hasta el final siguieron preguntando a Jesús si él habría de restaurar el reino a Israel en su tiempo (Hch. 1:6).
Pero la estrategia de Jesús era otra. En lugar de dejarse colocar dentro de uno de los moldes mesiánicos de su tiempo, entendía que la voluntad de su Padre era distinta. En el momento de su bautismo ocurrieron dos cosas de importancia trascendental. Primero, vino el Espíritu Santo sobre él, en lo que parece ser un preludio de la Nueva Creación (cf. Gn. 1:2), ungiéndole para su misión mesiánica. (Es claro que en la Iglesia primitiva se entendía de esta manera según sugiere Hechos 10:36-38). Y, segundo, las palabras que se oyeron del cielo designaron a Jesús como el verdadero Siervo anunciado por Isaías (42:1). A la luz de esto es interesante notar los dos pasos que toma a continuación.
Primeramente comienza a recorrer Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mt. 4:23). Esta es una actividad mesiánica, pero ya no según las esperanzas políticas nacionales de una buena parte del pueblo judío, sino de acuerdo con la visión del "siervo sufriente” de los cantos de Isaías (42: 1-9; 49:1-6; 50:4-11; 52: 13-53:12). Esta, sin duda, es la manera en que se debe entender su ministerio de sanidad (Mt. 8:17, Hch. 10:38).
La segunda cosa que Jesús hace es invitar a los hombres para que dejen voluntariamente sus ocupaciones y le sigan. El número de sus seguidores llega a doce, lo cual no es un accidente circunstancial, pues éstos representan a las doce tribus de Israel en la nueva comunidad mesiánica que se constituye.
En este contexto Mateo coloca el Sermón del Monte. Es un resumen en que Jesús expone el nuevo espíritu que caracteriza la vida en la nueva comunidad. Es una especie de discurso inaugural que presenta el programa y la política del nuevo régimen.
- Comienza con una descripción de los ciudadanos de este Reino señalando cuál es el espíritu básico que anima su vida (5:3-16).
- Luego sigue una sección que trata el asunto de las relaciones humanas en el Reino. Entre los problemas considerados están la ira, las relaciones sexuales ilícitas, la mentira, la venganza y el odio hacia el enemigo (5:17-48).
- Después trata cuestiones que tienen que ver con las relaciones de los ciudadanos del Reino con Su Rey. Incluye advertencias sobre el espíritu que debe inspirar sus prácticas religiosas (6: 1-6, 16-18); un modelo de oración (6:7-15); y la actitud de desprendimiento que en el Reino se tiene hacia la propiedad (6:19-34).
- Finalmente incluye una serie de consejos en cuanto a las relaciones interpersonales en el Reino (7:1-12) y una advertencia relativa a la seriedad con que hay que tomar el "programa del Reino" y los peligros que se presentarán sobre la marcha (7:13-27).
Impresiona lo exigente de este programa. Es imposible desde una perspectiva humana. Pero es una posibilidad en el Reino, puesto que el mismo Señor que fue ungido con "el Espíritu Santo y con Poder" (Hch. 10:38; cf. Mt 4:16) es el que "bautiza con el Espíritu Santo" (Jn. 1:33), capacitando a hombres y mujeres a vivir la vida del Reino de Dios. Precisamente en el contexto de las enseñanzas que hallamos en la colección del Sermón del Monte Jesús promete que "el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que Se lo pidan” (Lc. 11:13). Para vivir la vida del Reino de Dios se precisa el Espíritu del Rey de ese Reino. En otras palabras, es imposible vivir la vida de Cristo sin el Espíritu de Cristo.
Volvemos ahora a la pregunta: ¿qué es el evangelio? De acuerdo con Jesús, que vino proclamando "el Evangelio del Reino", todo esto es evangelio: el anuncio del Reino que viene, la invitación a arrepentirse y formar parte del nuevo pueblo de Dios bajo el señorío de Cristo, el espíritu y la forma con que se vive en esta comunidad y, finalmente, el poder del Espíritu de Cristo para vivir esta nueva vida.
La primera parte de Mateo no es el único lugar donde hallamos este énfasis en el Evangelio del Reino. No siempre se nota que el libro de Los Hechos comienza y termina con el Reino de Dios. Lucas informa que éste fue el tema de las conversaciones de Jesús con sus discípulos durante los cuarenta días después de su resurrección (Hch. 1:3). Y cuando Pablo finalmente llega a Roma, pasa dos años "predicando el Reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo" (28:31). Alguien ha señalado que Jesús proclamaba el Reino pero los apóstoles predicaban a Cristo. Pero es solamente parte de la verdad, ya que predicar a Jesús es proclamar el Reino, puesto que él es Señor. De modo que aun cuando el tema de la predicación de los apóstoles es Cristo, sigue siendo el Evangelio del Reino.
Los Doce fueron enviados con el mismo mensaje que Jesús proclamó: “Y yendo predicad, diciendo: el Reino de los Cielos se ha acercado" (Mt 10:7). Les dio también poder y autoridad sobre demonios, enfermedades y dolencias, de modo que su misión, al igual que la de su Señor, está tomada del patrón del Siervo Sufriente. Lucas identifica esta actividad misionera en términos de "evangelio": “Anunciando el Evangelio y sanando por todas partes” (Lc. 9:6). Y la misión de los Setenta sigue el mismo patrón: un estilo de vida consecuente con el nuevo pueblo de Dios (no resistencia y desprendimiento de bienes), sanidades al estilo del Siervo de Yahweh, y el anuncio del Reino de Dios que se acerca (Lc. 10:1-12).
La tendencia de la Iglesia ha sido entender el Evangelio de otra manera. Generalmente se da por sentado que el mensaje central de evangelización es la buena noticia de algo gratuito donde las preguntas y las demandas son mínimas. Se habla del perdón, amor y paz en el alma, y de tratar de Seguir a Jesús. La parte difícil viene después, y se llama "crecimiento cristiano” o "santificación", pero este es otro paso aparte. A veces incluso se dice que aunque el hombre es salvado por la gracia de Dios, seguirá siendo pecador. Estas definiciones se las debemos a Martín Lutero (para mencionar tan solamente a uno entre muchos), o más todavía, a nuestras propias inclinaciones pecaminosas. Como hemos notado ya, de acuerdo con Jesús, todo es Evangelio.
Conclusión
Hemos notado brevemente el ejemplo del espíritu misionero de la Iglesia apostólica expresado en la calidad de su vida, así como en su testimonio verbal respecto a aquello que ocurría en su medio. Hemos descrito algo del significado que Jesús dio, a través de su vida y enseñanzas, al vocablo "evangelio". Finalmente, hemos notado una dimensión radical de la Gran Comisión que muchas veces se le ha escapado a la Iglesia. Para concluir hacemos la siguiente pregunta: ¿qué implicancias tiene esta manera de entender la tarea misionera para la Iglesia?
- 1. Hace falta experimentar de nuevo que el Evangelio es contemporáneo. Cuando la Iglesia es la comunidad donde Cristo es Señor, donde la vida propia del Reino ya se manifiesta, donde las obras propias de un Siervo conducen a la sanidad (salvación) entre “los hombres necesitados, donde se derrumban las barreras de toda clase y se crea una comunidad auténtica, entonces se sabe que Cristo reina y que su Espíritu vive y obra en su comunidad. El testimonio evangelizador consistirá en interpretar los hechos maravillosos de Dios en su medio.
- 2. La tarea central de la evangelización es formar comunidades de discípulos. Evangelizar no es simplemente salvar a individuos del infierno para que puedan ir al cielo. Tampoco es invitarlos a arrepentirse para que luego luchen a solas a fin de ser fieles a su confesión de que Jesús es Señor. La tarea básica de la evangelización es, más bien, llamar a individuos al arrepentimiento, e invitarles a que entren a formar parte de la comunidad del pueblo de Dios que anticipa, aquí y ahora, en la tierra, el Reino de Dios que vendrá finalmente en toda su plenitud.
Recordemos que el Evangelio es la buena noticia de Jesús el Cristo que invita a los hombres a entrar en una nueva vida de amor y obediencia, en el contexto de la comunidad del Reino que, aquí en la tierra, anticipa el reinado último de Dios sobre el cosmos.
Fragmento de: Juan Driver. “Comunidad y Compromiso. Estudios sobre la renovación de la Iglesia”. iBooks.