SIN EXCEPCIONES
Por Roy C.
Stedman
El programa divino para alcanzar y cambiar este
mundo tan estropeado siempre ha tenido que ver con la encarnación. Cuando Dios quiso visitar esta tierra para
demostrar a la humanidad la nueva clase de vida que venía a
ofrecerle, lo hizo encarnándose a sí mismo. Dios se hizo carne y habitó entre
nosotros. Jesucristo fue la encarnación de Dios. Pero eso sólo
fue el principio del proceso de la encarnación. Estaríamos
en una gran equivocación si pensáramos que la encarnación terminó en el momento
en que se acabó la vida humana de Jesús, porque la encarnación continúa
todavía. La vida de Jesús aún se manifiesta entre los
hombres, aunque ahora no por medio de un cuerpo humano, limitado a un lugar
exacto de la tierra, sino por medio de un cuerpo complejo y corporativo llamado
iglesia.
En libro de los Hechos
en el Nuevo Testamento el Dr. Lucas, le cuenta a cierto Teófilo
sobre lo que le había contado en su primer escrito (el evangelio según Lucas),
acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar." En su
segundo escrito (el libro de los Hechos), continúa narrando los hechos de Jesús
entre los hombres, pero en esta segunda ocasión a través de su nuevo cuerpo, la
iglesia. Por lo tanto, cuando la iglesia vive en y por el Espíritu, no es más
ni menos que la extensión de la vida de Jesús en el mundo de cualquier época.
Este concepto es
importantísimo. Lo que ocurrió en pequeña escala en Judea y Galilea hace veinte
siglos, era como una muestra de lo que tenía que pasar en todo el
mundo de hoy, penetrando todos los niveles de la sociedad y todos los
aspectos de la vida humana. En el momento que los cristianos descubren esto se
hacen mucho más efectivos, porque es estimulante y desafiante el redescubrir el modelo por el que
Dios ha preparado a su iglesia para que influencie
en el mundo. Por otra parte, no hay nada más patético que una iglesia que no
entiende este fascinante programa y lo sustituye por métodos de negocios,
procedimientos de organización y se dedica a hacer política como medio
para influenciar a la sociedad.
Miremos este
modelo tan interesante del trabajo a realizar que Pablo describe como el camino
por el cual el cuerpo de
Jesucristo penetra y cambia al mundo. Pablo ahora cambia de tema; deja de
escribir la naturaleza de la iglesia
y pasa a darnos las disposiciones dadas por el Espíritu
Santo para cumplir con esta operación dice: "Pero a
cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de
Cristo" (Efesios 4.7).
En esta breve
frase hay una referencia a dos cosas muy importantes: el don del Espíritu
Santo para el ministerio dado a todo verdadero creyente sin excepción, y el
nuevo y tremendo poder por el cual aquel don se puede poner en práctica.
Debemos cuidar estos dos puntos en su correspondiente orden, pero empecemos con
el don del
Espíritu, al cual Pablo le llama aquí "gracia".
En el idioma
original esta palabra es charis, de la cual procede el vocablo
"carismático". Esta "gracia" es una capacidad
de servicio que le es dada a todo verdadero cristiano sin excepción y que nadie
ha poseído antes de ser cristiano. El mismo Pablo, se refiere a uno de
estos dones que el poseía: "A mí, que soy menos que el más pequeño de
todos los santos, me fue dada esta gracia... de anunciar entre los gentiles el
evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo."Ciertamente uno de sus
dones era el de la predicación, o como se le llama en otras
ocasiones, el don de la profecía. Cuando Pablo escribe aun joven, un hijo en la
fe, Timoteo, usa una palabra muy relacionada con ésta, y le dice:
"Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don (carisma) de Dios que está en ti..."
2 Timoteo 1.6.
No hay duda pues
de que este es el punto donde la iglesia comenzaba con sus nuevos conversos.
Cuando cualquier persona, por la
fe en Jesucristo, pasaba del reino y del poder de Satanás
al reino del amor de Dios, inmediatamente se le enseñaba que el
Espíritu Santo de Dios no sólo le daba la vida de Jesucristo, sino que también
le equipaba con un don o dones espirituales, de los que era responsable
de descubrir y de poner en práctica. El apóstol Pedro escribe
a ciertos cristianos (1 Pedro 4.10) y les
dice: "Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los
otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios." Y en
otra ocasión Pablo escribió en 1 Corintios 12.7: "Pero a
cada una le es dada la manifestación del Espíritu para provecho." Es muy
significativo que en todos los lugares donde se describen los
dones del Espíritu en las Escrituras, el énfasis recae en el hecho de que cada
cristiano tiene, al menos, un don. Puede que ese don esté dormido,
paralizado o simplemente sin usar. Es posible que no se sepa cuál es,
pero ahí está el Espíritu Santo no hace excepciones al darle el equipo básico a
cada creyente. Es vitalmente esencial que cada uno descubra el don o dones que
posee, pues el valor de la vida de un cristiano estará determinado por el grado del uso
del don que Dios le haya dado.
El pasaje más
detallado sobre los dones del Espíritu es 1 de
Corintios 12. Existe otra lista breve en Romanos 12, y
otra todavía más corta, en 1 Pedro 4. En estos pasajes, algunos de estos
dones se citan con distintos nombres. Al comparar los pasajes, parece evidente que hay
dieciséis o diecisiete dones básicos, que se pueden encontrar combinados en un mismo individuo, y cada uno de
estos grupos de dones sirven para abrir la puerta a un amplio y variado ministerio. Quizá el modo más práctico de
llegar a familiarizarse con estos dones es dejar que el apóstol Pablo nos
enseñe por medio de la explicación que él da a la iglesia de Corinto:
"Ahora bien, hay diversidad de
dones, pero el Espíritu es el mismo; y hay diversidad de
ministerios, pero
el Señor es el mismo; y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace
todas
las cosas en
todos, es el mismo"
(1 Corintios 12. 4-6).
Dense cuenta de
las tres divisiones que encontramos en este pasaje: hay dones, hay ministerios
(llamados aquí servicios) y hay trabajos (u operaciones). Los dones están ligados al
Espíritu, los ministerios están ligados al Señor Jesús y las operaciones están
ligadas a Dios Padre. Así pues, y como en Efesios 4, el Dios uno y trino está
presente y vivo en su cuerpo, la iglesia, con el propósito específico de servir
al mundo perdido (Efesios 4.3-6).
Un don, es una
capacidad o función. Un ministerio es la esfera en donde un don se
usa entre un grupo determinado de personas o en una área geográfica. Es la
prerrogativa del Señor Jesús asignar una esfera deservicio para
cada miembro de su cuerpo. Se le puede ver ejercitando este derecho en el
Evangelio de Juan, capítulo 21. Allí después de su resurrección, se
aparece a Pedro y en tres ocasiones le dice: "Apacienta mis ovejas." Ese
iba a ser el ministerio de Pedro; él iba a ser el pastor (o anciano) que
apacentaría al rebaño de Dios. (Pedro habla de esto en el capítulo
quinto de su primera carta). Cuando Pedro se muestra curioso en cuanto al
trabajo que el Señor iba a asignarle a Juan, el Señor le dice: "A
ti qué te importa; sígueme tú". (El Señor continúa ejercitando este
derecho hoy en día. Algunos les da la tarea de enseñar a los cristianos, a
otros les envía a servir al mundo. A unos les da la
responsabilidad de entrenar a la juventud y a otros de ministrar a los
ancianos. Unos trabajan con los hombres y otros con las mujeres; algunos van a
los judíos y otros a los gentiles. Pedro fue enviado a los circuncisos (los
judíos), mientras
que Pablo fue enviado a los incircuncisos (los gentiles). Pero ambos tenían el
mismo don aunque su ministerio fuese diferente.
Después
están los trabajos u operaciones. Estos se encuentran bajo la responsabilidad
del Padre. El termino se refiere al grado de poder por el que el don se
manifiesta o se pone en práctica en una ocasión determinada. "Y hay
diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el
mismo" (1
de Corintios 12.6) El uso de un don espiritual no
produce siempre los mismos resultados en diferentes ocasiones. El mismo
mensaje, dado en distintas circunstancias, no producirá los mismos resultados.
¿Cuál es la diferencia? Depende de Dios. Él no quiere que siempre se
produzcan los mismos resultados; podría hacerlo, pero no lo desea. Es el Padre
quien determina cuánto se puede llevar
acabo en cada ministerio. Las Escrituras nos hablan de como Juan el Bautista no
hizo ni un solo milagro en todo su
ministerio, y sin embargo era un poderoso profeta de Dios. Sin embargo
Juan no hizo milagros. ¿Por qué no? Porque
hay variedad de operaciones y el Padre no quiso operar de este modo por medio
de Juan. En I de Corintios 12 encontramos
ahora la lista de los dones espirituales específicos:
"Porque a éste
es dada, por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia,
según el mismo
Espíritu... "(v.8)
Aquí
tenemos un par de dones: el don de la sabiduría y el de ciencia o conocimiento.
A menudo aparecen juntos en un mismo individuo, pues están relacionados
con la misma función. Los dos tienen que ver con la expresión, o como dice
el original, con la palabra. El don de ciencia es la habilidad de percibir y
sistematizar los grandes hechos que Dios ha escondido en su
Palabra. Una persona que ejercita este don es capaz de reconocer la clave y los
hechos importantes de las Escrituras como resultado de una
investigación. El don de la sabiduría, por otro lado, es la habilidad de aplicar
esas percepciones en una situación determinada. Es la sabiduría lo que
es capaz de poner en práctica la ciencia.
Quizá ha estado en una reunión
en donde se ha discutido un problema y de repente se produce una pausa
general en la que nadie sabe qué hacer o qué decir. Luego, de repente, alguien
se ha levantado y pronuncia unas frases claves de las
Escrituras y las aplica al problema de tal manera que a todos les hace clara la
respuesta. Ese es el don de la sabiduría puesto en práctica.
Estos dones gemelos
de sabiduría y ciencia también están relacionados con el don de enseñanza que se
menciona al final del capítulo 12. La enseñanza tiene que ver con la
comunicación y es la habilidad de impartir los hechos y los conocimientos
que los dones de sabiduría y ciencia descubren; la capacidad de llevarlos a los
demás de una manera clara y apreciable a todos. El hombre o la mujer
que posee estos tres dones a la vez, es una persona de mucho valor y conviene tenerla
cerca.
Después
Pablo menciona el don de la fe. Lo que Pablo quiere
decir aquí es lo que esencialmente llamamos hoy en día el don de la visión. Es
la habilidad de percibir algo que se necesita hacer y creer que Dios lo
hará, incluso aunque parezca imposible. Confiar en esta clase de
fe significa que una persona con este don puede remover y llevar acabo todo lo
que sea, en el nombre de Dios. Todas las grandes obras cristianas han
comenzado por un hombre o una mujer que poseían el don de la fe. Hace
muchos años, en la isla de Formosa, me encontré con una señora llamada Lilian
Dickson. Sin lugar a dudas, aquella mujer tenía el don de la fe. Cuando veía
una necesidad, hacia rápidamente todo lo necesario para enfrentarse con
ella, tanto si en aquel momento tenía o no los fondos o los recursos para
solucionar el problema. Se dedicaba a ayudar a los niños
pobres de Taipéi que no tenían un hogar o simplemente los que sus familias
tiraban a la calle por no poder atenderlos. El corazón de la señora Dickson
los acogió a causa de las presiones que los obligaban a
llevar una vida de criminales, pero ella hacía lo que hacía porque tenía el don
de la fe. Ese es el
don de la fe en acción.
El apóstol
menciona ahora el "don de sanidad", dado por el mismo Espíritu. La
palabra original griega está en plural, sanidades, y yo
creo que tiene que ver con las sanidades a todos los niveles de la necesidad
humana: corporal, emocional y espiritual.
En la iglesia
primitiva había muchas ocasiones en las que este don se aplicaba al nivel físico. A
través de toda la historia de la iglesia ha habido quienes tuvieron
este don de curar las enfermedades físicas. Hoy en día también hay quienes
se llaman a sí mismo "curanderos", pero es interesante notar que
ninguno de los apóstoles se dio a sí mismo este nombre. Sin
embargo, existe suficiente evidencia en el Nuevo Testamento de que el Espíritu
de Dios obra a través de los apóstoles y de otros creyentes, curando a
los enfermos, tal y como lo hacen en el día de hoy. Lo que pasa hoy día es que
algunas curaciones que ocurren son el resultado de una larga preparación
psicológica, pero cuyos efectos desaparecen al cabo de
unos días. Pero que Dios cura en el día de hoy, y a veces de una manera rápida
y permanente, es algo que nadie puede poner en duda. Sólo
queremos hacer notar aquí que estas curaciones no significan que se haya puesto en práctica
necesariamente el don de sanidades.
Si alguien
preguntase: "Por qué no se da este don con mayor frecuencia?",
la respuesta la encontrará en el versículo 11 de 1 de
Corintios 12: "Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu,
repartiendo a cada uno en particular como él quiere."
El don espiritual de curaciones físicas no se observa en la actualidad porque
no es la voluntad del Espíritu que acontezca tanto como en los días de
la iglesia primitiva. Sin embargo, el don de sanidades se da a menudo hoy
a nivel emocional y espiritual. Muchos cristianos, laicos y ministros
profesionales por igual, son equipados por el Espíritu para ayudar a los que
padecen males emocionales, a los que son enfermos mentales. Estas personas que ayudan
son excelentes consejeros, porque son capaces de poner en práctica la paciencia
y la comprensión necesarias para ayudar a esas almas heridas.
En una línea
muy parecida encontramos el don de los milagros, el cual es la habilidad de hacer
un cortocircuito en el proceso natural, por medio de una actividad
sobrenatural, tal y como el Señor hacía cuando transformó el agua en
vino o multiplicó los panes y los peces. Es posible que algunos tangán todavía
este don hoy en día; yo no dudo que se pueda dar hoy, pero
tengo que decir que todavía no me he encontrado con alguien que tuviese este
don de milagros, aunque quizás algunos lo hayan puesto en práctica
en determinadas épocas de la historia de la iglesia. Los dones de sanidades
físicas, de milagros y de lenguas son dados para la edificación inicial de la
fe, como un puente que conduce a los cristianos, desde la dependencia de las
cosas que pueden ver, hacia la fe en un Dios que puede obrar y llevar a cabo
muchas cosas cuando parece que no pasa nada. La historia de las misiones podría
confirmar esto, y es que Dios quiere que andemos por fe y no por lo que vemos.
El apóstol
continúa mencionando el don de la profecía. Este don es el más grande de todos,
tal y como Pablo nos lo pone, dedicando todo un capítulo (1 de
Corintios 14) a la alabanza de este don. En el versículo 3 de 1 Corintios
14, el apóstol dice de este don: "Pero el que profetiza habla a los
hombres para edificación, exhortación y consolación." Este
es el efecto del don de la profecía. Cuando un hombre o una mujer tiene este
don, el resultado es la edificación, el estímulo y la animación de
los demás. Este don no sólo es para los predicadores, porque todos los dones
son dados aparte de la preparación de la persona; muchos laicos tanto de un
genero u otro, tienen el don de la profecía y lo ejercitan.
Después
está el don de discernimiento de espíritus, lo cual es la habilidad de
distinguir entre el espíritu del error y el espíritu de la
verdad, antes que la diferencia se manifieste por los resultados. Ananías y
Safira fueron a ver a Pedro, llevando lo que decían era el precio completo de
la parcela que habían vendido, cuando en realidad se habían guardado parte
de ello. Pedro ejercitó el don del discernimiento cuando dijo: "¿Por qué
convinisteis en tentar al Espíritu del Señor?; no has mentido
a los hombres, sino a Dios". (Hechos 5:4,9). Los que tienen este don
pueden leer un libro y sentir el error sutil que hay en él, o pueden escuchar
un mensaje y poner el dedo en lo que tenga de falso. Es, desde luego, un magnífico don
para ponerse en práctica en la iglesia.
Seguidamente se
nombra a otro par de dones: el de lenguas y el de su interpretación.
Todos estos movimientos deben examinarse a la luz de las Escrituras. ¿Sirven
para glorificar a Cristo? ¿tienen una amplia autoridad bíblica para sus enseñanzas?
¿promueven la unidad en el cuerpo de Cristo?, ¿están sus partidarios caracterizados por la santidad, la humildad y el
amor de Cristo? ¿sirven para mejorar permanentemente al individuo y a la iglesia?
El don bíblico de lenguas tuvo por lo menos tres marcas distintivas que son
descritas claramente en el Nuevo
Testamento. La primera, tal como ocurrió en el día del Pentecostés, el don de
lenguas consistió en hablar lenguas
conocidas habladas en otras partes de la tierra. La descripción de
"lenguas desconocidas" que aparecen en algunas traducciones de la Biblia no tiene base en el texto original
griego. Las lenguas del Nuevo Testamento no eran un torrente de sílabas sin relación alguna entre sí, sino que tenían
una estructura y una sintaxis como cualquier otra lengua terrena.
La segunda, el don bíblico
era de alabanza y de agradecimiento dirigidos a Dios. Pablo escribió:
"Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a
Dios..." (1 Corintios 14.2). El don de lenguas no es, pues un medio de
predicar el evangelio o de llevar mensajes a grupos o a individuos, sino que
es, tal y como fue en el día de Pentecostés, un medio de alabar a Dios por sus
poderosas obras.
La tercera, el
don de lenguas fue un signo para los no creyentes y no un signo para los
creyentes. Pablo es muy preciso
sobre esto. Él cita al profeta Isaías como el que había predicho ya el propósito
de las lenguas:" En la ley está escrito: En otras
lenguas y en otros labios hablaré a este pueblo, y ni aun así me oirán, dice el
Señor. Así que las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los
incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes" (1 Corintios
14:21,22). La aparición de este hecho de que Dios estaba juzgando a la nación
de Israel y que se estaba volviendo hacia los gentiles. Esta es la razón por qué Pedro dijo a
los judíos el día de Pentecostés: "Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que
están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare" (Hechos
2:39).
Aunque no se mencione
claramente en las Escrituras como una de las características
distintivas el don bíblico de lenguas, sin embargo, es una realidad que este
don se ejercitaba en todas partes y públicamente, y que, evidentemente, no
era para uso privado. Se nos dice que los dones del Espíritu son para el bien
común y no para beneficio personal. En todas las ocasiones
que encontramos el hablar en lenguas en el Nuevo Testamento es en relación con
un culto público. El marco de 1 Corintios 14 es la asamblea de cristianos,
reunidos para el ministerio y la adoración mutuos. Cuando
un cristiano ejercitaba el don de la oración y de la acción de gracias a Dios,
al menos que se interpretase a la iglesia, quedaba sin valor, aunque el que lo
hiciese recibiese una cierta edificación en su propio espíritu.
Pablo llega incluso a prohibir su práctica en la iglesia, a
menos que hubiese una seguridad definitiva de interpretación
para la edificación de los presentes. Como el don de lenguas es el más fácil de
imitar, por eso ha habido tantísimas
imitaciones a través de los siglos. Si esas manifestaciones eran o no fruto de
un don verdadero, sólo se puede saber
por el grado de similitud con las señales bíblicas mencionadas. Recordemos que
el propósito primario de todos los
dones del Espíritu es servir al cuerpo de Cristo, para su edificación y
fortalecimiento y para llevar a cabo la meta específica del Espíritu
Santo al dar el don.
Al final de I de Corintios 12 hay otra
lista de dones espirituales, algunos de los cuales repiten los dones ya
discutidos:
"Ya unos puso Dios
en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego
los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que
administran, los que tienen don de lenguas" (v. 28).
Un
don maravilloso se menciona aquí por primera vez: es el don de ayudar. En
cierta manera, éste es uno de los dones más grandes y ciertamente de los más
extendidos. Consiste en la habilidad de echar una mano allí donde hay
necesidad, pero hacerlo de tal modo que fortalezca y anime
espiritualmente a los demás. En la iglesia se manifiesta a veces en los que
sirven de tesoreros, los que preparan la mesa de la comunión o
arreglan las flores o sirven comidas. La mayoría de las personas se dan cuenta
de que la práctica de este don hace posible el ministerio de los demás y más
evidentes dones. Todas las iglesias deben muchísimo a los que ejercitan el don de
ayudar.
En el capítulo 12 de
Romanos hay otro tratamiento parcial de los dones espirituales en los
versículos del 6 al 8:
"De manera que
teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, sí es el de
profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el
que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte,
con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia,
con alegría
El don de servir parece idéntico al don de
ayudar. La palabra para servir es la misma en griego que la que sirve de base para
la palabra "diácono". Así que un diácono será el que usa su don de
ayudar para llevar a cabo un servicio en favor de los demás y en
nombre de la iglesia. El siguiente don en esta lista es el de
exhortación. Esta es una palabra griega que quiere decir
animar o confortar a otro. Su raíz griega significa "llamar aparte" y
nos da una idea de alguien que llama aparte a otro para
fortalecerle o reafirmarle. Es la misma raíz de la que se deriva uno de los
nombres del Espíritu Santo: la palabra confortador o consolador. Los que tienen
este don son capaces de inspirar a otros a la acción, de despénales un
interés espiritual renovado o de sostener a los que están titubeantes y flacos
en la fe.
Otro de los dones
mencionados por primera vez aquí es el de contribuir o de repartir. Aquí se
refiere al dinero, y por lo tanto, la exhortación a dar con
liberalidad. Sorprenderá a muchos saber que el Espíritu Santo da un don tal, y
que muchos cristianos lo poseen, tanto ricos como pobres, pues consiste en la
habilidad de ganar y de dar dinero para el desarrollo y avance
de la obra de Dios, y hacerlo con tal sabiduría y alegría que los recipientes
salen fortalecidos y bendecidos por la transacción. Yo he hablado con hombres
de este don, que se ofrecieron a financiar ministerios de mucho costo, incluso
perjudicándose económicamente ellos mismos. Ciertamente que al ver los
resultados obtenidos sienten un gran gozo y
satisfacción. El siguiente don ha sido muchas veces mal interpretado a causa de
la pobreza en las traducciones. Algunas dicen: "El que da ayuda", que
lo haga con celo. Otras dicen:"... que el hombre que tiene autoridad, piense de su
responsabilidad", y, por último, otra traducción habla de: "Si tú
eres un dirigente, esfuérzate a tí mismo a dirigir." Es decir, este
don se podía llamar el don de la dirección. La palabra griega dice literalmente: "uno que está al frente",
y se pone de manifiesto este don en aquellos que dirigen reuniones, comités, organizaciones, pero que lo hacen de tal manera
que ayudan espiritualmente a los demás.
El último
don mencionado en Romanos 12 es de hacer actos de misericordia. Su distintivo
está indicado por la palabra "misericordia". La misericordia
es una ayuda de la cual no se es digno, una ayuda dada a los que a menudo se
rebelan contra los demás, los deformados y los desagradables. Se diferencia del
don de ayudar porque se lleva a cabo entre los que se
merecen esa ayuda, sin tener en cuenta su condición. Yo conozco a una joven que
tiene este don y ha desarrollado un magnífico ministerio de ayuda y
de confort entre niños retrasados. El amor y la paciencia que da hacia ellos es algo
maravilloso de observar.
He aquí,
pues, las "gracias" que están distribuidas por el Espíritu Santo a
cada miembro del cuerpo de Cristo tal y como él quiere. No hay
excepciones en esto, nadie se queda afuera, pues es la provisión fundamental
del Señor para la operación de su Iglesia. Tal y como un cuerpo
físico humano consiste de numerosas células ejercitando distintas funciones,
así mismo el cuerpo de Cristo consiste en muchos miembros, cada uno de los
cuales posee una función específica que es absolutamente esencial para la
buena operación o funcionamiento del cuerpo.
Fragmento, tomado del libro La Iglesia
Resucita por Ray C. Stedman,
CLIE, Barcelona, 1975.
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