lunes, 14 de noviembre de 2016

Historia de William Carey / William Carey

Historia de William Carey:
     Yo soy William Carey. Nunca he sido alguien que habla de sí mismo. Mi preferencia siempre ha sido hablar de mi Salvador y su gran fidelidad. Pero me han pedido que comparta algo sobre mi vida. Mientras crecía en Inglaterra, mi padre trabajaba como maestro. Por lo tanto, aprendí a leer a una edad muy temprana, y comencé a leer las Escrituras desde mis primeros años. También amaba los libros de aventura, ciencia e historia.
     Cuando tenía 14 años, mis padres me asignaron como aprendiz a un zapatero. Aunque yo había crecido dentro de la Iglesia de Inglaterra, no tenía una relación personal con Jesucristo. A través del testimonio persistente de otro compañero aprendiz, confié en Cristo y me convertí genuinamente a los 18 años. Inmediatamente comencé a testificar a mi familia y a mis conocidos.
    A los 21 años, me dediqué a ser pastor bi-vocacional. Un año más tarde, fui bautizado por inmersión y me hice bautista. Le doy gracias a Dios por los maravillosos pastores bautistas que se acercaron a mí como mentores, ayudándome a crecer en la fe. Durante los próximos diez años continué trabajando como zapatero, mientras enseñaba por las noches desde mi hogar a los niños de la aldea y predicaba los domingos. Me casé justo antes de cumplir 20 años, y los tiempos fueron muy difíciles para mi creciente familia. Nunca tuvimos mucho dinero, y a veces teníamos muy poca comida. Nunca llegué en mis estudios más allá de la escuela elemental, pero aprendí por mí mismo latín, griego, hebreo, italiano, francés y alemán.
     Siempre mantenía un mapa del mundo frente a mí en la zapatería, y una pila de libros a mi lado. La lectura del Diario del último viaje del capitán Cook tuvo una profunda influencia en mí; yo quería que las personas de todo el mundo conocieran a Cristo como Salvador. La vida y el diario de David Brainerd, de Jonatán Edwards, también me conmovió profundamente. Además, leí sobre el trabajo misionero de los moravos. Una vez me paré en una reunión de pastores y propuse discutir el tópico “El deber de los cristianos de esforzarse y propagar el evangelio entre las naciones paganas”. Uno de los ministros mayores me dijo en alta voz: “Jovencito, siéntese. ¡Cuando Dios quiera convertir a los paganos, él lo hará sin su ayuda ni la mía!”. Pero nadie podía pararme. Cuanto más estudiaba y oraba, más reconocía que Dios quería que yo hiciese algo. Y comencé a escribir mis pensamientos y convicciones que se convirtieron en un libro al que le di un título muy largo, pero que entre nosotros lo llamaremos “Una pregunta”. El libro articulaba mi convicción de que la Gran Comisión es tan vigente hoy como lo fue entre las primeras iglesias. Lamentablemente, muchos pastores e iglesias no compartían mis convicciones. Durante la reunión de primavera de nuestra asociación en el año 1792 fui invitado a predicar en un culto de la mañana.
     Comprendiendo que Dios podía usar este momento para involucrar a nuestras iglesias en las misiones, escogí como texto básico Isaías 54:2, 3 que habla de alargar las cuerdas y reforzar las estacas. Tratando de aplicar el mensaje que Dios tenía para el antiguo Israel a las iglesias de mi tiempo, derramé mi corazón en ese mensaje y resumí diciendo: “Esperen grandes cosas de Dios; emprendan grandes cosas para Dios”. Al otro día nuestra asociación de iglesias comenzó a hacer planes para formar una sociedad bautista que propagaría el evangelio. ¡Yo estaba emocionadísimo!
     Un año después de la formación de nuestra sociedad misionera, salí navegando hacia la India con mi esposa y mis cuatro hijos, junto con dos asociados. Los comienzos de nuestra obra en ese vasto país estuvieron plagados de dificultades y tropiezos.
Pedro, nuestro hijo de cinco años, murió poco después de llegar, y otros dos hijos murieron más tarde. Mi esposa, Dorothy, comenzó a deprimirse y se hundió en un severo trastorno mental. Un trágico fuego destruyó mucho de mi trabajo de traducción, y tuve que comenzar otra vez. Me llevó siete años ganar al primer hindú para Cristo.
     Pero también hubo muchos triunfos. Dios bendijo nuestro trabajo. Mis colegas y yo pudimos traducir la Biblia a más de 30 idiomas asiáticos, y compilamos diccionarios de varios idiomas. Comenzamos el Colegio Serampore para entrenar a los plantadores de iglesias y a los evangelistas. También creamos más de 100 escuelas rurales, 18 misiones y muchas iglesias.
     Ahora tengo 73 años y mi vida está llegando a su fin. Con respecto a todo lo que puedan leer y escuchar sobre mí, comprendan, por favor, que no se trata de lo que yo hice sino de lo que Cristo hizo. “Si alguna vez llego al cielo, se deberá a la gracia divina, desde el principio hasta el fin”.


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