jueves, 24 de octubre de 2013

La santidad de Dios: Esa que experimentó Isaías por J. I. Packer

Una joven le preguntó cierta vez a un amigo mío: ¿En alguna oportunidad se encontró usted con el escritor C.S. Lewis?, Sí -replicó mi amigo En realidad, lo traté bastante. La joven permaneció en silencio por un momento y luego dijo tímidamente: ¡¿Cierto?! ¡¿Me permite que lo toque?! Mi amigo se echó a reír. Y al notar la admiración que esa muchacha sentía por Lewis, le contó algunas anécdotas que había vivido junto al conocido escritor.
A decir verdad, muchos somos los que apreciamos lo que Dios ha hecho a través de hombres como C. S. Lewis. Esas mentes lúcidas que trataron tantos temas con tanta claridad constituyen una riqueza invaluable en la historia de la iglesia. Pero hay algo mucho más grandioso que encontrarse con los famosos: es encontrarse con Dios mismo.
Un día todos nosotros nos encontraremos con Dios. Nos veremos a nosotros mismos parados ante El para su juicio. Si dejamos a este mundo sin perdón, será un evento terrible, fatal. Sin embargo, El ha provisto un modo de arreglar nuestras cuentas aquí, tener un encuentro con El en esta etapa, quitando todo el terror posible a ese futuro encuentro. Es posible que gente imperfecta como nosotros pueda vivir y morir en el conocimiento de que nuestra culpa se ha ido y que el amor -tanto el amor de Dios por nosotros como el nuestro por él- se haya establecido en una unidad gozosa que nada puede destruir. La manera en que se realiza ese encuentro por el que nos introduce en su gran gracia, sin embargo, no siempre es de completo bienestar. Hay quienes vivieron momentos traumáticos, como más adelante veremos en el caso de Isaías.

EL VERDADERO ENCUENTRO
¿Quién puede decir que ha visto a Dios? Ciertamente no aquellos que niegan su realidad y la posibilidad de conocerlo. Tampoco quienes no van más allá de decir "Creo que Alguien está allí". Nos encontramos verdaderamente con Dios por medio de reconocer a su Hijo, Jesucristo, como el Camino, la Verdad y la Vida. Nos encontramos con Dios al entrar en una relación de dependencia con Jesús, como nuestro Salvador y Amigo, en un discipulado como nuestro Señor y Maestro. Esta respuesta nos obliga a decir que nadie encuentra a Dios -nadie encuentra a Cristo- hasta que la experiencia crucial de Isaías comienza a ser realidad en su propia vida.

¿QUE PASO CON ISAÍAS?
Necesitamos comprender lo que Isaías aprendió a través de su visión.
El la tuvo en el Templo. Naturalmente había ansiedad por el futuro, debido a la situación política, y cualquier tipo de trauma lleva a la gente a orar, a clamar a Dios. No es nada descabellado suponer que Isaías estaba en el templo para orar por el futuro de su pueblo.
El hecho de que éste sea el capítulo 6 de la profecía y no el capítulo 1 -donde Isaías nos dice que la palabra del Señor vino a él durante el reinado de Uzías, así como también de aquellos reinados que le siguieron (ver 1.1)- sugiere que ya era un profeta activo y que su deseo era saber cuál era su mensaje para el pueblo, motivo por el cual había venido al Templo en esta ocasión.
Uzías, como 2da. Crónicas enfatiza (ver 26.8,15-16), había sido un rey fuerte bajo el cual Judá había gozado de seguridad y prosperidad. Ahora el reino iba a pasar a su hijo Jotám, quien contaba con poco más de veinte años de edad. Nadie sabía qué clase de rey iba a resultar, por lo que todo Judá, incluyendo a Isaías, debió haberse inquietado por el bienestar nacional. Pero Dios se manifestó forzando al profeta a pensar en sí mismo y en su propia relación con Dios de una manera que nunca lo había hecho antes.
Demasiadas veces pensamos en Dios como alguien que está allí simplemente para ayudarnos. Buscamos sus auxilios y fuerzas para salir adelante bajo presiones extremas en lugar de atender nuestra necesidad real: la cual es enderezar nuestra relación distorsionada con él. Es parte de la misericordia de Dios el quebrar nuestros intentos de atarlo a nuestros propósitos, forzándonos a poner primero lo primero. Pero tal misericordia puede tener un aspecto temible, como Isaías descubrió.
Al profeta le fue mostrada la santidad de Dios. Vio al Señor en su trono, según nos dice, y a los ángeles adorándole mientras volaban ante el trono. Ellos decían: "Santo Santo, Santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (6.3).
¿Qué mensaje recibió Isaías por lo que vio y oyó? Si usted busca la palabra santo en un diccionario de teología, encontrará que en ambos testamentos es una palabra que se aplica primariamente a Dios y expresa todo lo que lo separa de nosotros, haciéndolo diferentes; todo lo que lo ubica por encima nuestro, haciéndolo digno de adoración y temor; y todo lo que lo opone a nosotros haciéndolo objeto de verdadero terror. El pensamiento básico que la palabra lleva en de la separación de Dios con nosotros y de contraste entre lo que lo que El es y lo que nosotros somos. Ese fue el contraste que percibió Isaías en aquella ocasión.
Fue como si Isaías hubiera estado viendo una ópera. El humo invadía la escena y los quiciales (los grandes marcos de los portales) se estremecían por el profundo sonido de la voz de cada uno de los ángeles. Allí este hombre apreció que la santidad de Dios es algo terrible de contemplar. Al enfrentarse con Dios se convenció de que no había esperanza para él a causa de su pecado. Pero mientras tanto los ángeles celebraban la santidad de Dios en el más amplio sentido de la palabra, trayendo ante Isaías la conciencia de la infinita sabiduría y el ilimitado poder de Dios, así como también de su terrible pureza.

LA SANTIDAD DE DIOS
Enfoquemos ahora la santidad de Dios en su sentido completo e inclusivo. Pensemos en esto como luz, como un espectro de distintas cualidades que en su combinación constituyen la santidad. La narración de Isaías nos pone ante cinco realidades acerca de Dios en una combinación cuyo nombre apropiado es santidad.
"Cuyo dominio es sempiterno su reino por todas las edades"
Su señorío de la primera realidad que deseo manifestar. Para usar una palabra que les encanta a los teólogos, podemos hablar de soberanía. Esa es la primera de las realidades. La Biblia lo dice en cortas palabras: "¡El Señor reina; Dios es Rey!"
Isaías se encontró con un símbolo visual de señorío: Dios sentado en un trono. Otras personas en las Escrituras han visto también este símbolo. Ezequiel, por ejemplo, vio el trono de Dios viniendo hacia él desde una nube, con criaturas vivientes actuando como una especie de carro con ruedas girando en todos los ángulos en relación de unas con otras debajo del trono, donde uno hubiera esperado ver las patas del trono. Las criaturas vivientes y las ruedas eran, ambas, emblemas de energía interminable; Dios es el trono es infinita y eternamente poderoso. Ezequiel nos dice que el trono estaba en alto por encima de él, y enorme, y su impresión fue que una figura como de un hombre se hallaba sentado sobre él. (Ez. 1). Así también el trono que vio Isaías era alto y enorme; "el borde de sus vestiduras (de Dios) llenaban el Templo".
La visión de Dios como Rey aparece frecuentemente en la Biblia. Los Salmos proclaman que Dios reina. Juan vio "un trono en el cielo con alguien sentado sobre él" (Ap. 4.2) ("Un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado"). Y 1 Reyes 22 nos cuenta de Micaías, el fiel profeta a quien Acab puso en prisión porque lo había amenazado con el juicio divino. Por pedido de Josafat, Micaías fue traído de la prisión para contestar la pregunta que dos reyes juntos le hacían: ¿Debía Acab, con ayuda de Josafat, intentar recapturar Ramot de Galaad de los sirios? La escena a la cual Micaías fue conducido era impresionante: "Vestidos de sus ropas reales, el rey de Israel -Acab- y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su silla en la plaza... y todos los profetas -unos cuatrocientos- profetizaban delante de ellos. Fue una ocasión oficial grandiosa. Sin duda había también una multitud admirada que observaba todo lo que sucedía. Micaías, sin embargo, no fue intimidado. Primero se burló de Acab imitando a los profetas de la corte y luego le dijo lo que era verdad, que si iba a Ramot de Galaad, moriría. El secreto de la valentía de Micaías está en el versículo 19, donde él declara: "Vi a Jehová sentado en su trono". Micaías no se acobardó al ver a los dos monarcas; ¡la visión de Dios sobre el trono en el Cielo le mostró claramente quién estaba al mando!
Esta comprensión de la soberana providencia de Dios (porque eso es en realidad) es enormemente fortalecedora. Fortaleció a Micaías; fortaleció a Juan; sin duda fortaleció a Isaías también. Saber que nada sucede en el mundo aparte de la voluntad de Dios puede asustar a los no creyentes pero fortalece a los santos. Nos asegura que Dios tiene todo calculado y que todo lo que sucede tiene un significado, podamos entenderlo o no en ese momento. Pedro razonó acerca de la cruz de este modo en su primer sermón evangelístico predicado en la mañana de Pentecostés. "Este hombre (Jesús) entregado por el determinado y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo" (Hch. 2.23). "Ustedes lo hicieron por su propia y libre voluntad", les dice Pedro. "Ustedes son culpables de haberlo hecho y necesitan arrepentirse, pero no se atrevan a imaginar que sucedió fuera de la voluntad de Dios". Saber que Dios está en el trono nos sostiene al estar bajo la presión del mundo y enfrentar el dolor, la hostilidad y todas las situaciones que no parecen tener sentido. Para los creyentes es una verdad sustentadora y es el primer elemento o ingrediente en la santidad de Dios.

"Las naciones le son como gota de agua"
Su grandeza es el segundo elemento. La visión era de Dios en lo alto y exaltado, con los serafines de seis alas volando ante él en adoración. Note la postura de estos; la descripción tiene algo que enseñarnos. Las dos alas que cubren las caras de cada ángel nos hablan de reverencia y cohibición en la presencia de Dios. Esto nos señala que no deberíamos entrometernos en sus secretos. Debemos vivir contentos con lo que nos ha dicho. La reverencia excluye la especulación acerca de las cosas que Dios no ha mencionado en su Palabra. La respuesta de San Agustín a un hombre que le preguntó acerca de qué estaba haciendo Dios antes de crear el mundo, fue: "Estaba haciendo el infierno para las personas que hacen preguntas como esa". Una aguda respuesta para hacerle ver al cuestionado la irreverencia que yacía detrás de su curiosidad. Una de las cosas que me atraen de Juan Calvino es su sensibilidad al misterio de Dios; la realidad de lo no revelado y su renuncia a ir un paso más allá de lo que dicen las Escrituras. El y Agustín nos aseguran que podemos estar contentos de no saber lo que las Escrituras no nos dicen. Cuando alcanzamos los límites más externos de lo que las Escrituras dicen es hora de parar con los argumentos y comenzar con la adoración. Esto es lo que nos enseñan las caras cubiertas de los ángeles.
Dos alas cubrían los pies de cada ángel; la modestia y la humildad ante la presencia de Dios. Ese es otro aspecto de la verdadera adoración. Los adoradores genuinos desean desaparecer del cuadro para no llamar la atención hacia ellos mismos, para que todos puedan concentrarse, sin distracción, en Dios únicamente. Un cristiano debe aprender que no puede presentarse a sí mismo como un gran predicador y maestro si quiere presentar a Dios como un gran Dios y a Cristo como el gran Salvador. Sólo cuando el yo se hunde Dios podrá ser exaltado, yendo ante su presencia con humildad y modestia. "Es necesario que El crezca, pero que yo mengüe" (Jn. 3.30).
Otra característica de los ángeles era que cada uno volaba en dos alas, tal como lo hacen los colibríes, listos para partir. Tal disponibilidad pertenece al verdadero espíritu de adoración. Adoración que reconoce el señorío y la grandeza de Dios. Adoración obediente, disponible.
Nuestra adoración, como la adoración de los ángeles, debe incluir los elementos de reverencia, humildad y disponibilidad para servir, o estaremos, en realidad, rebajando a Dios, perdiendo de vista su grandeza y poniéndolo a nuestro nivel. Debemos examinamos a nosotros mismos: la irreverencia, la presunción y la parálisis espiritual frecuentemente desfiguran nuestra así llamada adoración. Debemos recuperar el sentido de la grandeza de Dios que los ángeles expresaban. Si pretendemos ser "olor grato" a El, necesitamos recordar que la grandeza es el 'número dos' en el espectro de cualidades que conforman la santidad de Dios.

"Su gloria llena la tierra"
El tercer elemento en la santidad de Dios es su omnipresencia manifiesta. 'Toda la tierra está llena de su gloria", dice la Biblia. Gloria significa la presencia de Dios mostrada para que su naturaleza y poder sean hechos evidentes. En ningún lugar podemos escapar de la presencia de Dios, y nosotros, como Isaías, debemos tener en cuenta esta realidad. Para quienes aman estar en la presencia de Dios esto es una buena noticia. Es una mala para aquellos que desearían que Dios no pudiera ver lo que hacen. El salmo 139 celebra la omnipresencia de Dios y su conocimiento exhaustivo de cada creyente. Termina con la súplica de que Dios, el examinador de corazones, muestre al salmista si hay algún pecado en él que debiera eliminar. "Examíname, oh Dios,... y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno", (v. 23-24). Nada pasa desapercibido a los ojos de Dios; todos nuestros "caminos de perversidad" son evidentes para El, no importa cuánto tratemos de esconderlos u olvidarlos. Este tercer aspecto de la santidad de Dios incomodara a cualquiera que no esté dispuesto a orar como el salmista.

"Así como El es puro"
Otro aspecto que incluye la santidad de Dios es su pureza. "Muy limpio eres de ojos para ver el mal; ni puedes ver el agravio", dice Habacuc a Dios (1.13). La pureza de Dios es lo que la mayoría de las personas piensan cuando consideran su santidad. Isaías percibió esta pureza sin que una palabra fuera dicha. La sensación de ser inadecuado y estar contaminado para gozar de la compañía de Dios era algo abrumador. "¡Ay de mí!", gritó, "¡que soy hombre muerto! porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos". (6.5) Y así como el pecado es rebelión contra la autoridad de Dios, así también es la impureza en relación a la pureza de Dios. Como Isaías se sintió impuro ante Dios cuando reconoció su pecado, así le sucederá a cada persona cuya vida esté centrada en Dios. Esta sensación de corrupción o contaminación no es algo enfermizo ni neurótico; de ningún modo. Es natural, realista y saludable, una percepción verdadera de nuestra condición. Somos pecadores y es de sabios admitirlo.
"Soy hombre inmundo de labios", dice Isaías pensando en particular en los pecados de palabra. La Biblia tiene mucho que decir en cuanto a este pecado porque refleja lo, que está en el corazón de una persona. "De la abundancia del corazón habla la boca" (Le. 6.45). Podemos usar el don del habla para expresar malicia y destruir a otros. Algunos chismorrean ("el arte de confesar los pecados... ajenos"). Otros engañan, explotan y traicionan a la gente con palabras suaves y mentiras. Abaratamos la vida con charla obscena, vergonzosa y rebajarte; arruinamos las relaciones con cháchara desconsiderada e irresponsable. Achatamos nuestra existencia con superficialidades vanas e intrascendentes. Cuando Isaías habla de labios inmundos nos representa.
Tal vez también haya en estas palabras una referencia al ministerio profético de Isaías. ¿Era el entregar el mensaje de Dios algo santo y que glorificaba a Dios o había escondidas motivaciones camales? Desafortunadamente, esas motivaciones aún existen; predicadores con motivos oscuros y de labios inmundos.
"Y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos ", continúa Isaías. Presumiblemente está reconociendo que él anduvo con la multitud, tomando el ejemplo de ellos y hablando como ellos lo hacían, siendo malhablado con los malhablados, siendo desviado por el mal ejemplo. Sin embargo, no pone esto como excusa. Hacer lo que hacen los demás cuando en lo profundo uno sabe que está mal es una cobardía moral que no disminuye sino aumenta la culpabilidad. La conformidad de Isaías a las costumbres impuras de la sociedad que lo rodeaba hacía que su culpa fuera mayor. Quizá como profeta y predicador hasta el momento se consideraba en una categoría diferente a la de sus compatriotas, como si el hecho de denunciar los pecados lo excluyera a él de la culpa, mientras que él se comportaba igual que todos. Pero ahora entendía mejor, él era parte de ellos y no escapaba a la culpa nacional. Por primera vez, quizá, se vio a él mismo como el conformista hipócrita que era y expresó su vergüenza. La pureza de Dios había hecho de él un realista moral.

"Grandes son cada mañana tus misericordias"
El quinto,  la santidad de Dios es la misericordia, la purgante y purificante misericordia que Isaías experimentó cuando confesó su pecado. Un serafín enviado por Dios voló hacía él y le tocó sus labios con un carbón encendido del altar para traerle el mensaje de Dios, que decía: "he aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado"(v.7). Así como la verdadera convicción de pecado atañe a la pecaminosidad total y no sólo a los pecados en particular, las palabras del ángel significaban que todo el pecado de Isaías -conocido y no conocido- estaban redimidos (literalmente, quitados de la vista de Dios). La iniciativa aquí fue de Dios, como siempre sucede cuando las personas llegan a conocer su gracia. P.T. Forsyth solía insistir que la más simple, verdadera y profunda noción de la naturaleza de Dios es amor santo, la misericordia que nos salva de nuestro pecado no por ignorarlo sino juzgándolo en la persona de Jesucristo y así justificándonos. Indudablemente, Isaías habría estado de acuerdo con este concepto.

SU SANTIDAD Y NUESTRA VIDA
Nadie puede tener comunión con El de no ser por la redención que Dios mismo provee y aplica. Y nadie dará el mensaje de Dios como es debido si no tiene un conocimiento personal de su santidad, de la pecaminosidad de sus propios pecados, de la objetividad de la redención de Cristo y de la gracia de Dios al traernos a la fe y asegurarnos de perdón.

La adoración personal debe ser el apoyo principal de la vida y el ministerio del cristiano. Estos pensamientos son preciosos para mí; me mantienen orando y andando. Espero que también sean preciosos para usted y obren del mismo modo.


J.L. Packer




J.L. Packer, principal baluarte del anglicanismo evangélico conservador. J.I. Packer, es uno de los más renombrados teólogos evángelicos de la actualidad,de la iglesia anglicana.
Packer, a sus 81 años, fue reconocido por la revista Time en el año 2005 como uno de los 25 evangélicos más influyentes del mundo.
Packer es uno de los paladines en el anglicanismo de la teología cristiana conservadora. En su best-seller de 1973 “Hacia el Conocimiento de Dios (Knowing God)”, describía a la Biblia como la absoluta autoridad sobre la verdad divina.

El Dr. J.L.Packer es un teólogo ingles que se dio a conocer primero como autor con dos obras sucesivas. El fundamentalismo y la Palabra de Dios.
Otra obra suya, Hacia el conocimiento de Dios, se ha convertido en el mas notorio éxito de librería en obras teológicas tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.


martes, 22 de octubre de 2013

El Ministerio de la Enseñanza de la Iglesia:



Dios en Jesucristo no solo relaciona a los hombres consigo mismo, también los une unos a otros en amor para que gocen en el compañerismo fraternal.
La vida Cristiana no es posible para ninguno que se separa deliberadamente de la comunión humana. La verdadera fraternidad es uno de los frutos selectos de la fe; Es en esta comunidad de fe que Dios quiere que vivan todo los Cristianos. 
Los cristianos no se mantienen unidos porque unos con otros, sino porque sus vidas tienen un centro común en Dios. Su abrirse a Dios requiere un correspondiente abrirse hacia los otros. Cualquier obstáculo a la fraternidad en el nivel humano entre hombre y hombre, debe ser eliminado para que no interrumpa el canal entre Dios y el hombre.

Los cristianos de la iglesia primitiva estaban dispuestos a renunciar a sus posesiones privadas para suplir las necesidades de sus hermanos. El egoísmo estaba roto; tenían un nuevo centro de la vida y este centro era Dios en Jesucristo. Como resultado se abrieron sus vidas unos a otros. Esta participación de vida y fe hacía de la comunión Cristiana una fuerza y un gozo para todos los que estaban con ella.  Un niño (nuevo creyente) se criaba no aislado, sino en medio de cristianos que estaban interesados y preocupados por su bienestar, deseosos de hacer lo que pudieran para contribuir a su desarrollo en todo sentido.

La fe nos envuelve en todo momento en una relación doble: con Dios y con nuestros semejantes. Ser cristiano es abrir de tal manera nuestras almas a Dios que no podemos cerrarlas a ningún hombre , ni aún a aquellos que  pueden ofendernos más profundamente. Esta es pues la comunión fraternal en que el nuevo creyente debe crecer desde el primer momento  de  su nueva vida.

jueves, 17 de octubre de 2013

Las Mujeres, La Iglesia y 1a Timoteo 2.9 al 15

Por Luis Scott

Introducción

El papel de las mujeres cristianas dentro de la Iglesia es uno de los temas más urgentes de nuestro tiempo, porque tiene que ver con la participación de más de la mitad del Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Ningún cuerpo es sano si más de la mitad no está funcionando según sus propósitos. En América Latina, y especialmente en México, este tema está siendo debatido con bastante controversia. Los evangélicos están de acuerdo de que Dios ha revelado Su voluntad en la Biblia, Su Palabra. Pero el debate gira en torno a la interpretación y aplicación de los pasajes pertinentes. Tanto los que se oponen al ministerio femenil o lo limitan, como los que apoyan a la participación plena de la mujer en el ministerio, apelan a I Timoteo 2:9-15 para sostener su posición. Por lo tanto, este trabajo exegético intentará aclarar el sentido del pasaje en su contexto original y sugerir unas aplicaciones del pasaje para nuestra situación actual. Los principales pasajes novotestamentarios sobre la participación de la mujer servirán como introducción a la exégesis de I Timoteo 2:9-15.

En el día de Pentecostés el Espíritu Santo llenó a los discípulos, capacitándoles para hablar las maravillas de Dios. En su sermón, Pedro explicó que Dios había iniciado un nuevo período en la historia humana, cumpliendo la profecía de Joel, "Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán...y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán"

El pasaje enfatiza dos veces que tanto mujeres como hombres reciben el Espíritu Santo, y como resultado, tanto mujeres como hombres profetizan. Profetizar significa "hablar como boca de Dios", y por lo tanto, mujeres y hombres hablarían en nombre de Dios. En este período de la plenitud del Espíritu, habrá una restauración de la igualdad edénica entre el hombre y la mujer. En su epístola a los Gálatas, Pablo afirma esta igualdad como componente esencial del evangelio, "porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos, Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús." La igualdad rompe las barreras socio-económicas, raciales, y sexuales. Esta igualdad no es una mera ficción jurídica, sino tiene implicaciones bien concretas en la vida diaria.

Exégesis

Es de suma importancia entender la situación en Éfeso, que provocó la primera carta de Pablo a su joven amigo Timoteo; porque sus  instrucciones a la iglesia en Corinto sobre la participación de la mujer en el culto público eran diferentes de la enseñanza que le dio a Timoteo. 1 Timoteo contiene varios pasajes que muestran el problema principal de la iglesia en Éfeso. Es evidente que falsos maestros se habían infiltrado a la iglesia y enseñaban herejías (1:18-20; 4:1-8; 5:16; 6:3-10; ver también II Timoteo 2:16-18; 3:1-9; 4:3-4, 14-15). Pablo terminó su carta con una advertencia seria sobre la falsa doctrina (6:20-21). Esta herejía era un ataque contra la institución del matrimonio porque los falsos maestros prohibían que los cristianos se casaran (4:3). Por lo tanto, Pablo, en su párrafo extenso sobre las viudas en la iglesia (I Timoteo 5:3-16), escribió sobre el matrimonio. El recomendó que las viudas menores de sesenta años se casaran, criaran hijos y gobernaran su casa (5:11). Parece que los falsos maestros animaban a las mujeres a abandonar sus casas y reunirse aparte (5:13-15). Dado que la herejía involucraba "fábulas profanas y de viejas" (4:7), Pablo enfatizó que las viudas mayores se debieran caracterizar por sus buenas obras y vidas de servicio (5:9-10). Esta reconstrucción del transfondo de la herejía se ve confirmada por la segunda carta de Pablo a Timoteo, en la cual se describen los herejes cómo los que "se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias" quienes "siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad". Si esta reconstrucción del problema en Éfeso es correcta, entonces el propósito de la primera epístola era el combatir esta herejía. Por lo tanto, 1 Timoteo 2:9-15 debe ser entendido dentro de este contexto. Las instrucciones que Pablo escribió enfatizan la reputación de la iglesia con los de afuera. Las expectativas de los de afuera influyen en (pero no determinan) la conducta de los cristianos. Por lo tanto, 1 Timoteo es una carta dirigida a una situación particular y no un manual eclesiástico supra-situacional. Esto significa que es necesario buscar los principios generales detrás de las instrucciones particulares que Pablo dio a Timoteo para poder obedecer a Dios en nuestro siglo veinte. 

En seguida nos dedicamos a esta tarea exegética. El párrafo sobre el papel de la mujer en la iglesia empieza con 1 Timoteo 2:9. En 2:8 Pablo enseña a los varones cómo deben orar. En la misma manera, Pablo pide "que las mujeres se atavien de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, como corresponde a mujeres que profesan piedad". Lo más obvio de este pasaje es la preocupación de Pablo con cómo las mujeres cristianas aparecieran (kosmein) ante otros. Si la ética de los Judíos, Griegos, y Romanos exigía modestidad y buenas obras como el adorno verdadero de la mujer, por lo menos las mujeres cristianas debían vivir y vestirse de tal manera que no trajeran reproche ni oprobio a la causa de Cristo. Un segundo propósito de este pasaje era limitar la influencia de los herejes. Estos falsos maestros prohibían el matrimonio y luego abusaban (sexualmente) de las mujeres cristianas de Éfeso (4:3; II Timoteo 3:6-7). Esta exhortación a la modestia reduciría el poder de los falsos maestros. Aunque esta exhortación fue expresada gramaticalmente en términos incondicionales, el contenido de las palabras mismas, el contexto, y el sentido común han llevado a la gran mayoría de cristianos a reconocer que la obediencia a este pasaje variaría de cultura a cultura y de generación a generación.

En los versículos 11 y 12 Pablo avanza del adorno de la mujer cristiana a su participación en los cultos públicos. Debido a la unidad de 2:9-12, no hay bases exegéticas, históricas, ni hermenéuticas para diferenciar la normatividad de 2:9-10 de 2:11-12, aunque muchos cristianos (injustamente) hacen tal diferenciación. Dado el problema serio de unos herejes que abusaban y utilizaban a mujeres vulnerables para extender sus falsas doctrinas, Pablo respondió en su carta: "La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio." El uso del griego aclara unas de las dificultades de estos versículos. La palabra traducida "en silencio" (hásuxia) puede significar un silencio absoluto o un silencio relativo donde se permite hablar sin molestar a otros. Si significaba un silencio absoluto y total en el culto, por necesidad era una prohibición local y temporal (limitada a Éfeso y durante este período), porque en otras iglesias las mujeres profetizaban y oraban. Si significaba un silencio relativo, tendría más o menos el mismo sentido de "decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40) según las normas locales. Con cualquiera de los dos significados posibles, se nota que Pablo tomaba muy seriamente la situación específica y los valores culturales de los efesios.

Es difícil captar en español el orden de las palabras en griego del versículo 12a. Literalmente sería "enseñar pero mujer no permito ni usurpar autoridad de hombre" (didaskein de gunaiki ouk epitrepo, oude authentein andros). Por su ubicación se nota que el verbo "enseñar" (didaskein) no es restringido o condicionado por la frase "a un hombre" (andros) Por lo tanto, el prohibir que las mujeres enseñen parece ser una prohibición total. Pero en su carta a Tito, Pablo exhortó a las mujeres mayores para que enseñaran a las mujeres más jóvenes. El libro de los Proverbios menciona varias ocasiones donde los hijos deben guardar las enseñanzas de sus madres. Y sucedió en la misma ciudad de Éfeso donde el gran conferencista Apolos fue enseñado por Priscila y Aquila. Debido a esta evidencia a favor de la enseñanza por parte de las mujeres, la prohibición en el versículo 12 no puede ser universal. Si es una prohibición total de la enseñanza, se limita a un período temporal en un lugar específico, o sea, la iglesia en Efeso debido a su problema particular de herejía. Se supone que una vez que el problema estuviera resuelto, las mujeres podrían retomar su papel en la iglesia, a enseñar y a recibir enseñanza. Otra posible construcción del pasaje es que "authentein andros" es explicativo de "didaskein". En dado caso la traducción sería "no permito que una mujer enseñe de tal manera que ella esté usurpando la autoridad de un hombre" Las implicaciones son casi idénticas a la traducción anterior. Debido al problema particular de la herejía (extendida por mujeres en el culto público) en Efeso, Pablo prohibe esta usurpación de la autoridad varonil. Tan pronto que la herejía se haya eliminado, las mujeres pueden participar activamente otra vez en el ministerio de la enseñanza dentro de la iglesia.
Es necesario comentar la palabra "authentein", traducida "usurpar autoridad". Es la única vez en toda la Biblia que se utiliza esta palabra, y no es muy común aun en la literatura secular contemporánea. Sus conotaciones son mayormente negativas e incluyen las acepciones "dominar", "usurpar autoridad", "representarse falsamente como autor*', "seducir", y aun "matar". B hecho que Pablo seleccionó esta palabra en lugar de la palabra común "exousía" muestra que él no prohibía el uso normal de autoridad que una mujer podría ejercer dentro de la iglesia. Esta evidencia apoya la posición de que Pablo dirigía sus prohibiciones principalmente contra las mujeres utilizadas por los herejes para la extensión de su doctrina falsa. Pero es 1 Timoteo 2:13-15 que o provee la base más sólida para una prohibición total y universal de un ministerio educativo por parte de la mujer o provee una ilustración clásica de cómo las mujeres cristianas participarán plenamente en el ministerio educativo en la iglesia. Examinaremos estas opciones opuestas.

La primera opción argumenta que hay una prohibición total y universal en contra de la enseñanza de hombres por mujeres en los servicios de la iglesia. La universalidad y la totalidad de la prohibición se basa en dos razones encontradas en los versículos 13 y 14. La primera razón es que Adán fue creado antes que Eva. Esta prioridad cronológica transmitió una autoridad no sólo a Adán sobre Eva, sino también a los hombres sobre las mujeres. La segunda razón es que Adán no fue engañado, sino que Eva fue engañada e incurrió en transgresión. Tanto por la prioridad cronológica de la creación del hombre como también por la prioridad del pecado de Eva, las mujeres deberían aceptar una posición subordinada. A pesar de estar subordinada al hombre por razones cronológicas, las mujeres sí pueden recibir la salvación, siempre y cuando engendren hijos y demuestren los frutos de fe, amor y santificación con modestia. Según el argumento, esta prohibición es universal (y no limitada a un contexto particular) porque apela a una base bíblica, Adán y Eva. El primer argumento se basa en la creación misma, antes de que el pecado corrompiera el mundo perfecto. El segundo argumento es un puente entre la creación perfecta y el mundo caído. Por lo tanto, las mujeres cristianas en todas partes deben aprender en silencio.
Un análisis más profundo del pasaje revela unos problemas graves con esta interpretación, y de ahí surge la segunda opción. Si el versículo 13 establece un principio universal, es que los menores no deben enseñar a los mayores, pero hay evidencia en la misma carta que contradice este principio. El siguiente versículo es aun más problemático. Si Eva fue engañada y así cometió pecado, Adán desobedeció a Dios abierta y conscientemente. Por lo tanto, Adán tuvo mayor culpa. Un problema adicional es cómo establecer el vínculo entre la situación edénica y la situación en Éfeso o la actual. ¿Por qué las acciones de Adán recaen sobre todos los varones, y qué tiene que ver lo qye Eva hizo con todas las mujeres?

Pero es el versículo 15 que causa serios problemas teológicos. Parece que las mujeres se salvan por medio del acto de engendrar hijos. ¡Esto es incompatible con la doctrina evangélica y bíblica de la salvación por medio de la gracia! Además, significaría que las mujeres que no tengan hijos no alcanzan la salvación. Crisóstomo notó este problema y trató de interpretar "teknogonías" como "amar a los hijos", pero no sólo es una traducción incorrecta, el problema soteriológico perdura. Es importante notar que el verbo "se salvará" (sothésetai) es singular y el verbo traducido "permaneciere" (meinosin) realmente es plural. El vínculo entre Eva (singular) y las mujeres (plural, sea en Éfeso o en general es obvio, pero ¿en qué consiste este vínculo? La referencia a "teknogonías" es una clara alusión a Génesis 3:15, donde Dios prometió que un hijo (simiente) de Eva combatiría y vencería a las fuerzas de Satanás. ¡Eva, quien fue engañada por Satanás, participaría en la victoria (salvación) sobre él, engendrando un hijo (y la linea mesiánica)! Lejos de estar eternalmente perdida, Eva fue salva (por fe) y expresó su salvación dando a luz a un hijo. En una manera muy semejante, las mujeres cristianas en Éfeso podrían demostrar su salvación por medio de los frutos de fe, amor, y santificación con modestia. Todo el pasaje ya empieza a aclararse. Las restricciones que Pablo impuso a las cristianas en Éfeso se deben a la herejía específica allí. Eran restricciones temporales y como Eva superó las consecuencias de la caída, también las cristianas en Éfeso, al mostrar los frutos de un cristianismo maduro, pueden superar las negativas consecuencias de la herejía, para después retomar su lugar de participación plena en la iglesia. El "porque" (gar) del versículo 13 no es "causativo" introduciendo argumentos que universalmente prohiben la participación femenil en la educación dentro de la iglesia, sino "ilustrativo" presentando a Eva como modelo de una restricción temporal superada por el fruto del evangelio. La transición de singular (sothésetai) a plural (menosein) enfatiza aun más que las mujeres en Éfeso pueden y deben seguir el modelo de superación de Eva.

Conclusiones
1 Timoteo 2:11-12 tiene que ser entendido dentro del contexto de 1 Timoteo 2:9-15 como un párrafo unido y dentro del contexto de las cartas de Pablo a Timoteo en su totalidad. Las restricciones en este pasaje deben ser entendidas como instrucciones específicas para combatir una herejía particular. Son directamente aplicables solamente en  situaciones semejantes. El principio fundamental detrás del pasaje (la plena participación de cristianas fructíferas en la vida y la educación de la iglesia con Eva como un modelo) es un principio general que necesita ser encarnado en los diversos momentos y sitios del Cuerpo de Cristo. Las diferentes normas y expectativas culturales tienen que ser tomadas en cuenta y respetadas pero cuando entran en conflicto con las exigencias básicas del evangelio, el evangelio tiene la prioridad- Puede ser que haya otros pasajes u otros factores culturales que limiten la participación de mujeres dentro de la iglesia. Pero I Timoteo 2:9-15 no necesariamente exige tal restricción.
La situación actual de la iglesia evangélica latinoamericana (especialmente en las grandes urbes) por lo general no requiere tal restricción. De hecho, la presencia de mujeres en posiciones de liderazgo en países tradicionalmente conocidos como "machistas" demuestra la aceptación cultural de la mujer. Aunque este trabajo no pretende resolver el debate sobre la ordenación de la mujer cristiana, sí afirma que el Cuerpo de Cristo sería más sano si hubiera más oportunidades de ministerio y liderazgo para las creyentes. ¡Que Dios reciba la gloria y su iglesia la bendición de una participación mayor de nuestras hermanas!

Bibliografia

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Liefeld, Walter L., Moo, Douglas, y Payne, Philip B. What does the Scripture Teach about the Ordination of Women? Minneapolis: Evangelical Free Church of America, 1984.

Melano Couch, Beatriz. "La Mujer y la Iglesia". Buenos Aires: Ed. Escudo, 1973.

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Schipani, Daniel. "La Iglesia y la Liberación Femenina." El Boletín Teológico (Enero-Junio 1984)L: 1-21.

Támez Luna, Elsa. "El Lugar de la Mujer en la Iglesia." El Faro (Enero-Febrero 1987): 4-8.


W. de Foulkes, Irene. "Mujer, Biblia y Tradición." El Faro (Marzo-Abril 1987): 46-53.


Este trabajo fue presentado originalmente a la Facultad Teológica Latinoamericana, México en noviembre de 1988.

Publicado con amplias notas por Editorial Kirios y CUPSA

sábado, 5 de octubre de 2013

Sed llenos del Espíritu Santo (fragmento) John R.W. Stott

Doquiera uno mira en la iglesia de hoy se ve una evidente necesidad de una obra más profunda del Espíritu Santo.

El viejo concepto de “cristianismo” que ha imperado en Occidente por siglos ya, va feneciendo rápidamente al repudiar más y más gente la fe de sus antepasados. Al intentar una reinterpretación del evangelio para nuestra era contemporánea durante la década del sesenta, los teólogos seculares negaron abiertamente los fundamentos del cristianismo histórico. Y, habiendo perdido en gran parte la fe cristiana, el mundo occidental perdió también la ética cristiana. Ya la sociedad de nuestros tiempos se confiesa pluralista (en cuanto a creencias) y permisiva (en cuanto a lo moral). Aún sobrevive la iglesia como institución, pero la mayoría la considera una reliquia del pasado: una estructura tan fuera de moda como las “supersticiones” a las cuales se aferra. Entretanto, aquí y allá se ven señales de renovación espiritual: focos de vigor renovado en las denominaciones más viejas, en el movimiento de “iglesias caseras” y en organizaciones eclesiásticas paralelas. Pero el cuadro general sigue siendo de una influencia cristiana en constante disminución en una comunidad crecientemente secularizada. Los huesos secos y muertos de la iglesia necesitan el soplo del aliento vivo de Dios.

Es verdad que en algunas partes del mundo la iglesia crece rápidamente. Se nos habló de “una receptividad sin precedentes para con el Señor Jesucristo” en el Congreso Internacional sobre la Evangelización Mundial celebrado en Lausanne, Suiza, en Julio de 1974. Multitudes afluyen a la iglesia, y en ciertas regiones el índice de natalidad cristiano es mayor que el de la población en general. Todo ello nos da gran motivo para regocijarnos. Pero simultánea- mente, esta afluencia al evangelio se ve a veces afectada, como en los días de la iglesia primitiva, por facciones y rivalidades, por falsas enseñanzas y por un emocionalismo superficial.  De manera que aquí también vemos la necesidad de una obra más profunda del Espíritu Santo, ya que él es el autor de la unidad, la verdad y la madurez.

Pero no es solamente cuando miramos a las iglesias más añejas de nuestro mundo occidental o a las iglesias más jóvenes del Tercer Mundo que sentimos la necesidad del Espíritu Santo. Más aún lo sentimos cuando nos miramos a nosotros mismos. ¿Quién de nosotros que dice pertenecer al Señor Jesús, sea cual fuere su inclinación denominacional, no se siente oprimido a veces por sus fracasos en la vida y ministerio cristianos? Estamos conscientes de que nos quedamos cortos en alcanzar “la medida de la plenitud de Cristo”, la experiencia de los primeros cristianos y las promesas claras de Dios en su Palabra. Estamos agradecidos por lo que Dios ha hecho y hace, y lejos esté de nosotros denigrar su gracia, empequeñeciéndola. Pero tenemos hambre y sed de algo más. Ansiamos también un verdadero avivamiento, una visitación totalmente sobrenatural del Espíritu Santo sobre la iglesia, que produzca profundidad a la vez que crecimiento. Y entretanto, anhelamos una experiencia más plena, rica y profunda de Cristo, a través del Espíritu Santo, en nuestras propias vidas.


Principios básicos para nuestro enfoque

Primero, nuestro deseo y deber común como cristianos ha de ser hacer nuestro el pleno propósito de Dios para nosotros. Nada menos que esto le agradará a Dios; y nada menos que esto debiera agradarnos a nosotros. Todos los que decimos seguir a Cristo debemos buscar un entendimiento más claro del propósito de Dios para su pueblo, sentirnos llevados al arrepentimiento por nuestro fracaso en alcanzarlo, y continuar “extendiéndonos a lo que está adelante” ansiosamente, anhelando asirnos firme y plenamente de todo aquello para lo cual fuimos también asidos por Cristo Jesús. 

En segundo lugar, hemos de descubrir este propósito de Dios en las Escrituras. La voluntad de Dios para el pueblo está en la Palabra de Dios. Es aquí donde hemos de aprenderla, y no de la experiencia de grupos o individuos en particular, sin importar cuán ciertas y válidas sean estas experiencias. Ni debemos codiciar para nosotros lo que Dios pueda haber dado a otros ni instar a otros a experimentar lo que Dios nos pueda haber dado, a menos que esté claramente revelado en su Palabra que tal cosa es parte de la herencia prometida a todo su pueblo. Lo que buscamos para nosotros y lo que enseñamos a otros sólo debe provenir de los mandatos de la Escritura. Unicamente estaremos capacitados para evaluar nuestras experiencias, y las de otros, cuando la Palabra de Dios more en nosotros “en abundancia”. La experiencia nunca ha de ser el criterio contra el cual se mide la verdad. De igual manera la verdad debe ser siempre el criterio contra el cual se mide la experiencia.

Tercero, esta revelación del propósito de Dios en las Escrituras debe buscarse primordialmente en sus partes didácticas en vez de en sus partes descriptivas. Precisando, debiéramos buscarlo en las enseñanzas de Jesús y en los sermones y escritos de los apóstoles antes que en las porciones puramente narrativas de Hechos. No siempre está destinado a nosotros lo que describen las Escrituras respecto a las experiencias de otros, pero lo que se nos promete debemos hacerlo nuestro, y lo que se nos manda debemos obedecerlo.

Sería fácil malentender lo que estoy tratando de enfatizar. Lo que no estoy diciendo es que las porciones descriptivas de la Biblia son sin valor, pues “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil . . . “ (2 Tim. 3:16). Lo que sí afirmo es que lo descriptivo tiene valor sólo en cuanto sea interpretado por lo que es didáctico. Algunas de las narraciones bíblicas que describen acontecimientos se interpretan solas porque incluyen algún comentario explicativo, mientras que otras no se pueden interpretar aisladamente sino que sólo a la luz de enseñanzas doctrinales o éticas dadas en otro pasaje.
Así vemos que Pablo nos dice que las cosas que Israel experimentó en el desierto “les acontecieron como ejemplo” y que “están escritas para amonestarnos a nosotros” (1Co.10:11; comp.Ro.15:4), refiriéndose a varios episodios en que cayó sobre ellos el juicio de Dios. Estos, pues, son los pasajes narrativos provechosos para la enseñanza. Pero su valor no estriba tanto en la descripción como en la explicación. Nos dice que debemos evitar la idolatría, inmoralidad, soberbia y murmuración porque estas son cosas penosamente ofensivas para Dios. ¿Cómo lo sabemos? Porque el juicio de Dios les alcanzó, cosa que indica Moisés claramente en el relato y que él y los profetas enseñan en otros pasajes. Pero no podemos deducir de estos relatos que si pecamos de la misma manera en es- tos tiempos, también moriremos de alguna plaga o mordedura de serpiente. Pasando al Nuevo Testamento, podemos aprender en forma similar de la historia de Ananías y Safira en Hechos 5 que la mentira es muy desagradable a Dios, pues lo dice Pedro. Pero no podemos de allí sacar la conclusión de que todos los mentirosos han de caer muertos como ellos.

He aquí otro ejemplo. En dos párrafos separados de Hechos, Lucas nos dice que los primeros cristianos en Jerusalén vendieron gran parte de sus posesiones, tenían lo demás en común, y distribuían bienes y dinero “según la necesidad de cada uno” (2:44,45; 4:32-37). ¿Podemos deducir de esto que establecieron una pauta que todos los cristianos deben seguir, y que al cristiano le es prohibido poseer propiedades? Algunos han sacado esta  conclusión. Sin duda debiéramos seguir el ejemplo de generosidad  y cuidado mutuo de aquellos primeros cristianos, pues el Nuevo Testamento nos manda repetidas veces que nos amemos y sirvamos  unos a otros y que seamos generosos (hasta el punto de sacrificarnos) en nuestro dar. Pero argumentar que toda propiedad privada debe ser abolida entre cristianos, partiendo del ejemplo de aquella práctica de la iglesia primitiva en Jerusalén, es algo que no puede sostenerse en base a las Escrituras y, más aún, que está en contradicción con lo que dice el apóstol Pedro en el mismo contexto (Hch. 5:4) y el apóstol Pablo en otros pasajes (V. 1T. 6:17). Este ejemplo debiera alertarnos. Debemos derivar nuestras normas de creencia y conducta de las enseñanzas del Nuevo Testamento, doquiera sean dadas, antes que de estas prácticas y experiencias que se describan en las partes narrativas.

En cuarto lugar, el móvil que nos impele a conocer el propósito de Dios tal cual lo enseñan las Escrituras es práctico y personal, y no puramente académico o controversial. Somos hermanos y hermanas en la familia de Dios. Nos amamos unos a otros. Nos preocupa conocer la voluntad de Dios a fin de hacerlo nuestro y encomendarlo también a otros. No nos mueve el deseo de anotarnos tantos a favor en un partido teológico.


Expresados ya estos cuatro sencillos puntos que guiarán nuestra forma de enfocar el tema, estamos listos para considerar por turno, de lo que dice la Escritura y en relación con lo que se debate en estos tiempos, qué se quiere significar por “la promesa del Espíritu” (y si tal expresión es equivalente al “bautismo” del Espíritu), la plenitud del Espíritu, el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu.