martes, 22 de octubre de 2013

El Ministerio de la Enseñanza de la Iglesia:



Dios en Jesucristo no solo relaciona a los hombres consigo mismo, también los une unos a otros en amor para que gocen en el compañerismo fraternal.
La vida Cristiana no es posible para ninguno que se separa deliberadamente de la comunión humana. La verdadera fraternidad es uno de los frutos selectos de la fe; Es en esta comunidad de fe que Dios quiere que vivan todo los Cristianos. 
Los cristianos no se mantienen unidos porque unos con otros, sino porque sus vidas tienen un centro común en Dios. Su abrirse a Dios requiere un correspondiente abrirse hacia los otros. Cualquier obstáculo a la fraternidad en el nivel humano entre hombre y hombre, debe ser eliminado para que no interrumpa el canal entre Dios y el hombre.

Los cristianos de la iglesia primitiva estaban dispuestos a renunciar a sus posesiones privadas para suplir las necesidades de sus hermanos. El egoísmo estaba roto; tenían un nuevo centro de la vida y este centro era Dios en Jesucristo. Como resultado se abrieron sus vidas unos a otros. Esta participación de vida y fe hacía de la comunión Cristiana una fuerza y un gozo para todos los que estaban con ella.  Un niño (nuevo creyente) se criaba no aislado, sino en medio de cristianos que estaban interesados y preocupados por su bienestar, deseosos de hacer lo que pudieran para contribuir a su desarrollo en todo sentido.

La fe nos envuelve en todo momento en una relación doble: con Dios y con nuestros semejantes. Ser cristiano es abrir de tal manera nuestras almas a Dios que no podemos cerrarlas a ningún hombre , ni aún a aquellos que  pueden ofendernos más profundamente. Esta es pues la comunión fraternal en que el nuevo creyente debe crecer desde el primer momento  de  su nueva vida.

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