miércoles, 18 de diciembre de 2013

Prólogo al libro Dios no es cristiano Y otras provocaciones Desmond Tutu

Prólogo al libro
Dios no es cristiano
Y otras provocaciones
Editado por John Allen

Algunos de mis amigos se muestran escépticos cuando me oyen decir que soy por naturaleza una persona a quien le desagrada la confrontación, pero lo cierto es que lo soy. Durante mi vida he intentado conscientemente imitar a mi madre, que era conocida en mi familia como una dulce «consoladora de los afligidos». No obstante, cuando veo sufrir a personas inocentes, intimidadas por los ricos y los poderosos,  entonces, como dice el profeta Jeremías, si trato de guardar silencio, siento como si la palabra de Dios ardiera como fuego en mi pecho. Me veo obligado a hablar alto y claro, a veces incluso a discutir con Dios acerca de cómo es posible que un Creador lleno de amor pueda permitir que sucedan estas cosas. Cuando recientemente anuncié que me retiraba de la vida pública, dije que quería reducir mi ritmo de vida y dedicar más tiempo a leer y escribir, a orar y pensar, y a estar con mi familia. También dije que, además de continuar con algunas de mis actividades como galardonado con el premio Nobel de la Paz, adoptaría un perfil público más bajo y no concedería más entrevistas a los periodistas.

La reflexión sobre esta selección de textos que recogen lo que he dicho y escrito durante los últimos cuarenta años me ha mostrado lo difícil que me va a resultar permanecer callado (!y me ha recordado lo sexista que era mi lenguaje en mis años jóvenes!). Porque al ver el sufrimiento, el dolor y el conflicto que sufre todavía el pueblo de Dios –y al leer sobre estas vivencias–, sus experiencias piden a gritos la intervención apasionada de personas creyentes que defiendan los valores del reino de Dios.

Con todo, nadie es indispensable, y yo menos que nadie. Lo que me aporta esperanza y tranquilidad al acercarme a mi octogésimo cumpleaños es la singular pasión por la justicia y la paz que he experimentado al encontrarme y hablar con miles de jóvenes de todo el mundo en los primeros años
del siglo XXI. Cuando veo su nivel de compromiso, sé que el mundo está en buenas manos.
En la iglesia de Sant’Egidio en Roma, hogar de una extraordinaria comunidad de laicos dedicados a trabajar por los pobres, hay un viejo crucifijo en el que Cristo no tiene brazos. Cuando les pregunté qué importancia tenía ese Cristo para la comunidad, me dijeron que esa imagen muestra cómo Dios
cuenta con nosotros para realizar su obra en el mundo. Sin nosotros, Dios no tiene ojos; sin nosotros, Dios no tiene oídos; sin nosotros, Dios no tiene brazos ni manos. Dios cuenta con nosotros. .No vas a unirte a otros creyentes para hacernos compañeros de Dios en el mundo?

Desmond Tutu

Abril de 2011

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Fragmento del libro "Mero Cristianismo", Lewis

Mero Cristianismo

CLIVE
STAPLES
LEWIS

LIBRO IV 
MÁS ALLÁ DE LA PERSONALIDAD: O PRIMEROS PASOS EN LA
DOCTRINA DE LA TRINIDAD


7. Finjamos

¿Me permitís que empiece con dos historias? Una de ellas es la historia de La bella y la bestia. La chica, como recordaréis, tenía, por alguna razón, que casarse con un monstruo. Y lo hizo. Lo besó como si fuera un hombre. Y entonces, para su gran alivio, el monstruo realmente se convirtió en un hombre y todo salió bien. La otra historia trata de alguien que tenía que llevar una máscara; una máscara que lo hacía parecer mucho más guapo de lo que realmente era. Tuvo que llevarla durante años. Y cuando se la quitó se dio cuenta de que su cara se había amoldado a ella. Ahora era guapo de verdad. Lo que había empezado como un disfraz había terminado como una realidad. Creo que estas dos historias pueden ayudar a ilustrar lo que tengo que decir en este capítulo. Quiero hablar de la práctica. ¿Qué hacemos a continuación? ¿Qué importancia tiene toda esta teología?  

Probablemente oraréis el Padre Nuestro. Sus primerísimas palabras son Padre Nuestro. ¿Veis ahora lo que esas palabras significan? Significan, con toda franqueza, que os estáis poniendo en el lugar de un hijo de Dios. Para decirlo abruptamente, estáis disfrazando de Cristo, Estáis fingiendo, si lo preferís. Porque, naturalmente, en el momento en que os dais cuenta de lo que esas palabras significan, os dais cuenta de que no sois hijos de Dios. No sois como el Hijo de Dios; sois un manojo de miedos, esperanzas, avaricia, celos y vanidad egoístas, destinados a la muerte. Pero lo extraño es que él nos ha ordenado que lo hiciéramos. ¿Por qué? ¿De qué sirve fingir que somos lo que no somos? Pues bien, incluso en el nivel humano hay dos clases de fingimiento. 

Está la clase mala, en la que el fingimiento está ahí en vez de la cosa auténtica: como cuando un hombre finge que va a ayudarnos en vez de realmente apoyarnos. Pero también está la clase buena, en la que el fingimiento conduce a la cosa real. Cuando no os sentís particularmente amistosos pero sabéis que deberíais serlo, a menudo lo mejor que podéis hacer es poner cara de buenos amigos. Y en pocos minutos, como todos hemos podido darnos cuenta, realmente os sentiréis más amistosos. A menudo, la única manera de adquirir una cualidad en realidad es empezar a comportarnos como si ya la tuviéramos.

Por eso los juegos de niños son tan importantes. Siempre están fingiendo ser adultos:  En todo momento están endureciendo sus músculos y agudizando sus sentidos, para que la ficción de ser adultos les ayude a crecer de verdad. Pues bien; en el momento en que os dais cuenta de que estáis fingiendo ser Cristo, es sumamente probable que instantáneamente veáis una manera en que el fingimiento pudiera tener menos de fingimiento y más de realidad. Encontraréis que en vuestras mentes tienen lugar varias cosas que no tendrían lugar si verdaderamente fuerais hijos de Dios. Pues bien, detenedlas. 

Ya veis lo que está ocurriendo. El Cristo en Persona, el Hijo de Dios que es hombre (igual que vosotros), y Dios (igual que Su Padre) está realmente a vuestro lado y está ya desde ese momento ayudando a transformar vuestro fingimiento en realidad. Esta no es meramente una manera elaborada de decir que vuestra conciencia os está diciendo lo que debéis hacer. Si interrogáis a vuestra conciencia, sencillamente, obtenéis un resultado. Si recordáis que os estáis disfrazando de Cristo, obtenéis otro. Hay muchas cosas que vuestra conciencia podría no llamar definitivamente malas, pero que reconoceréis de inmediato que no podéis seguir haciendo si intentáis seriamente ser como Cristo. Puesto que ya no estáis pensando simplemente en lo bueno y en lo malo: estáis intentando adquirir la buena infección de una Persona. 

Esto se parece más a pintar un retrato que a obedecer una serie de reglas. Y lo extraño es que mientras que por un lado es mucho más difícil que pintar un cuadro, por otro es mucho más fácil El auténtico Hijo de Dios está junto a vosotros. Está empezando a transfornos en él Mismo. Está empezando, por así decirlo, a «inyectar» Su clase de vida y pensamiento, Su Zoe, «griego Ζωή, significa "vida"» en vosotros: está empezando a convertir el soldado de plomo en un hombre vivo. La parte de vosotros a la que esto no le gusta es la parte que sigue siendo de plomo. Algunos de vosotros podréis pensar que esto se parece muy poco a vuestra propia experiencia. Tal vez digáis: «Yo nunca he tenido la sensación de ser ayudado por un Cristo invisible, pero a menudo he sido ayudado por otros seres humanos.» Esto se parece bastante a aquella mujer que durante la guerra dijo que si hubiera escasez de pan esto no le afectaría demasiado porque en su casa siempre se comían tostadas. Si no hay pan, no habrá tostadas. Si no hubiera ayuda de Cristo no habría ayuda por parte de otros seres humanos. Cristo actúa en nosotros de muchas  maneras, no sólo a través de lo que nosotros llamamos nuestra «vida religiosa». Actúa a través de la naturaleza, de nuestros propios cuerpos. 

Cristo actúa en nosotros a través de los demás. Los hombres son espejos, o «portadores» de Cristo para lo» demás hombres. A veces portadores inconscientes. Esta «buen» infección» puede ser portada por aquellos que no la tienen en sí mismos. Personas que no eran cristianas me ayudaron a mí a llegar al cristianismo. Pero normalmente son aquellos que lo conocen, los que le llevan a él. Por eso la Iglesia, el cuerpo entero de cristianos enseñándose a Cristo unos a otros es tan importante. Podríais decir que cuando dos cristianos están siguiendo a Cristo juntos no hay dos veces más cristianismo que cuando no están juntos. Al principio es natural que un bebe; tome la leche de su madre sin conocer a su madre. Es igualmente natural para nosotros ver al hombre que nos está ayudando sin ver a Cristo detrás de él. Pero no debemos permanecer como bebés. Debemos progresar hasta conocer al auténtico Dador. Es una locura no hacerlo. Porque, si no lo hacemos, estaremos dependiendo de los seres humanos. Y eso va a decepcionarnos. Los mejores de entre ellos cometerán errores; todos van a morir.

Debemos estar agradecidos a todos aquellos que nos han ayudado; debemos honrarlos y amarlos. Pero jamás, jamás pongáis toda vuestra fe en ningún ser humano: aunque sea el mejor y más sabio del mundo entero. Hay muchas cosas bonitas que se pueden hacer con arena, pero no intentéis construir una casa sobre ella. Y ahora empezamos a ver qué es aquello sobre lo que siempre está hablando el Nuevo Testamento. Habla de los cristianos como «nacidos de nuevo»; habla de ellos como «haciéndose en Cristo»; sobre Cristo «formándose en nosotros»; sobre nuestro alcanzar a «tener la mente de Cristo». Sacaos de la cabeza la idea de que éstas son sólo maneras rebuscadas de decir que los cristianos han de leer lo que dijo Cristo y luego intentar llevarlo a cabo, del mismo modo que un hombre puede intentar leer lo que Marx o Platón dijeron y luego intentar ponerlo en práctica. Significan algo mucho más importante que eso. Significan que una auténtica Persona, Cristo,  está haciéndonos cambiar. 

No se trata de un hombre bueno que murió hace dos mil años. Se trata de un Hombre vivo tan hombre como vosotros, y aún tan Dios como lo fue cuando creó el mundo, que realmente aparece y entra en contacto con vuestro ser más íntimo, mata el viejo yo natural en vosotros y lo sustituye por la clase de Yo que Él tiene. Al principio, sólo por momentos. Luego, durante períodos más largos. Finalmente, si todo va bien, os transforma permanentemente en alguien diferente; en un nuevo pequeño Cristo, en un ser que, a su humilde manera, tiene la misma vida que Dios, que comparte Su poder, Su gozo. Su conocimiento y Su eternidad. Y enseguida nacemos dos descubrimientos más.
Empezamos a darnos cuenta, además, de nuestros actos pecaminosos particulares, de nuestro estado de pecado; empezamos a alarmarnos no sólo por lo que hacemos sino también por lo que somos. Puede que esto os parezca algo difícil, así que intentaré aclararlo basándome en mi propio caso. Cuando oro mis plegarias nocturnas e intento hacer un recuento de los pecados del día; me he enfurruñado o he contestado bruscamente o me he burlado o he despreciado a alguien o he dado rienda suelta a mi ira. Y la excusa que inmediatamente surge en mi mente es que la provocación fue tan súbita e inesperada que me cogieron de sorpresa, que no tuve tiempo de controlarme. Es posible que esa sea una circunstancia atenuante en lo que respecta a esos actos en particular; evidentemente habrían sido peores si hubiesen sido premeditados o deliberados. 

Por otra parte, no cabe duda de que lo que un hombre hace cuando le cogen por sorpresa es la mejor evidencia de lo que ese hombre es. Está claro que lo que surge espontáneamente, antes de que el hombre tenga tiempo de ponerse un disfraz, es la verdad. Si hay ratas en el desván es más probable que las veáis si entráis allí de repente. Pero ese «de repente» no crea a las ratas; sólo les impide esconderse. Del mismo modo, lo intempestivo de la provocación no me convierte en un hombre de mal carácter; sólo demuestra el mal carácter que tengo. Las ratas siempre están allí en el desván; pero si entráis dando gritos se habrán puesto a cubierto antes de que hayáis encendido la luz. Aparentemente, las ratas de la vindicación y el resentimiento siempre están allí, en el desván, de mi alma. Y ese desván está fuera del alcance de mi voluntad consciente. Puedo, hasta cierto punto, controlar mis actos, pero no tengo un control directo sobre mi temperamento. Lo que somos importa aún más que lo que hacemos —si, ciertamente, lo que hacemos importa principalmente como evidencia de lo que somos— entonces se sigue que el cambio que más necesito llevar a cabo es un cambio que mis propios esfuerzos directos y voluntarios no pueden realizar. 

Y esto puede aplicarse también a mis buenas acciones. ¿Cuántas de ellas fueron hechas por el motivo correcto? ¿Cuántas por miedo a la opinión pública, o por un deseo de ostentación? ¿Cuántas por una suerte de obstinación o de sentido de superioridad que, en circunstancias diferentes, podrían haber conducido igualmente a una mala acción?Pero yo no puedo, a través de un esfuerzo moral directo, proporcionarme a mí mismo nuevos motivos. Después de los primeros pasos en la vida cristiana nos damos cuenta de que aquello que verdaderamente necesita hacerse en nuestras almas sólo puede ser hecho por Dios. 

He estado hablando como si fuésemos nosotros los que lo hiciéramos todo. En realidad, por supuesto, es Dios quien lo hace todo. Nosotros, como mucho, permitimos que se nos haga. En cierto sentido podría decirse que es Dios quien lleva a cabo el fingimiento. El Dios Tripersonal, por así decirlo, ve de hecho antes Sí un animal humano egoísta, avaricioso, gruñón y rebelde. Pero El dice: «Finjamos que esta no es una mera criatura, sino nuestro Hijo. Es como Cristo en cuanto que es un Hombre, puesto que El se hizo Hombre. Finjamos que también es como Cristo en espíritu. Tratémoslo como si fuera lo que en realidad no es. 


Finjamos, para hacer que esa ficción se convierta en realidad.» Dios os mira como si fueseis pequeños Cristos: Cristo se pone a vuestro lado para convertirnos en él. Me atrevo a decir que esta idea de un divino fingimiento parece algo extraña al principio. Pero, ¿No es así como lo más alto siempre hace ascender a lo más bajo? Una madre le enseña a hablar a su hijo hablándole como si la entendiera mucho antes de que éste lo haga en realidad.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Reforma en el siglo XVI

La preparación de los Líderes para el ministerio pastoral

Un resumen histórico (fragmento)


Por James H. Emery

Desde el siglo XIII vino un período de decadencia en la iglesia, la cual minó los fundamentos de las universidades. El renacimiento, con su énfasis sobre el hombre como supremo y el afán por los estudios clásicos de Grecia y Roma, ayudó para menguar la influencia de la iglesia y de la teología en el medio europeo. Este período vio la supervisión de los esfuerzos de reforma de Juan Hus, de Wycliff, de Savonarola, y de otros que se apoyaban en gran parte sobre los predicadores laicos. Notamos de nuevo que el inicio de reforma en la iglesia vino procedente de los laicos y de los sacerdotes de menor grado en la jerarquía. Estos encontraron oposición entre los poderosos del mundo secular, la iglesia, y aun las universidades. Por esta razón, cuando surgió la Reforma en el siglo XVI, una de sus quejas principales fue contra la ignorancia del clero.

Es interesante que la persona que inició la Reforma era un sacerdote bien preparado y que figuraba como profesor de una universidad. Pero es interesante que esa Universidad de Wittemberg fue fundada en los días de la Reforma; por consiguiente no tenía tradiciones largas y era de poca importancia en el mundo. El número de profesores era limitado, y en cuanto a autoridad, sólo tuvo el apoyo de un príncipe, quien respetaba a Lutero. Los grandes de la tierra daban poca importancia a los eventos de las provincias lejanas.


Una de las reformas básicas fue la preparación de predicadores, y la universidad sirvió para este fin. Había necesidad de que todo creyente fuera capaz de leer la Biblia para conocer directamente la voluntad de Dios. Esto impulsó mucho el estudio. Melanchton, un laico, era el más importante en la preparación teológica de los futuros pastores luteranos. Calvino estudió derecho; no fue ordenado sacerdote. No hay pruebas de que fuera ordenado en Ginebra, pero es probable que el Presbiterio lo hizo. De todos modos, Calvino procuró superar la ignorancia de los pastores por medio de una academia que posteriormente se transformó en la Universidad de Ginebra. Los comentarios de Calvino eran las enseñanzas que daba en la Iglesia de San Pedro en Ginebra como instrucción para los creyentes. La academia sirvió no solamente para la preparación de pastores sino también para las demás carreras. Así que los estudios para el ministerio no estaban aislados de los estudios seculares.

jueves, 24 de octubre de 2013

La santidad de Dios: Esa que experimentó Isaías por J. I. Packer

Una joven le preguntó cierta vez a un amigo mío: ¿En alguna oportunidad se encontró usted con el escritor C.S. Lewis?, Sí -replicó mi amigo En realidad, lo traté bastante. La joven permaneció en silencio por un momento y luego dijo tímidamente: ¡¿Cierto?! ¡¿Me permite que lo toque?! Mi amigo se echó a reír. Y al notar la admiración que esa muchacha sentía por Lewis, le contó algunas anécdotas que había vivido junto al conocido escritor.
A decir verdad, muchos somos los que apreciamos lo que Dios ha hecho a través de hombres como C. S. Lewis. Esas mentes lúcidas que trataron tantos temas con tanta claridad constituyen una riqueza invaluable en la historia de la iglesia. Pero hay algo mucho más grandioso que encontrarse con los famosos: es encontrarse con Dios mismo.
Un día todos nosotros nos encontraremos con Dios. Nos veremos a nosotros mismos parados ante El para su juicio. Si dejamos a este mundo sin perdón, será un evento terrible, fatal. Sin embargo, El ha provisto un modo de arreglar nuestras cuentas aquí, tener un encuentro con El en esta etapa, quitando todo el terror posible a ese futuro encuentro. Es posible que gente imperfecta como nosotros pueda vivir y morir en el conocimiento de que nuestra culpa se ha ido y que el amor -tanto el amor de Dios por nosotros como el nuestro por él- se haya establecido en una unidad gozosa que nada puede destruir. La manera en que se realiza ese encuentro por el que nos introduce en su gran gracia, sin embargo, no siempre es de completo bienestar. Hay quienes vivieron momentos traumáticos, como más adelante veremos en el caso de Isaías.

EL VERDADERO ENCUENTRO
¿Quién puede decir que ha visto a Dios? Ciertamente no aquellos que niegan su realidad y la posibilidad de conocerlo. Tampoco quienes no van más allá de decir "Creo que Alguien está allí". Nos encontramos verdaderamente con Dios por medio de reconocer a su Hijo, Jesucristo, como el Camino, la Verdad y la Vida. Nos encontramos con Dios al entrar en una relación de dependencia con Jesús, como nuestro Salvador y Amigo, en un discipulado como nuestro Señor y Maestro. Esta respuesta nos obliga a decir que nadie encuentra a Dios -nadie encuentra a Cristo- hasta que la experiencia crucial de Isaías comienza a ser realidad en su propia vida.

¿QUE PASO CON ISAÍAS?
Necesitamos comprender lo que Isaías aprendió a través de su visión.
El la tuvo en el Templo. Naturalmente había ansiedad por el futuro, debido a la situación política, y cualquier tipo de trauma lleva a la gente a orar, a clamar a Dios. No es nada descabellado suponer que Isaías estaba en el templo para orar por el futuro de su pueblo.
El hecho de que éste sea el capítulo 6 de la profecía y no el capítulo 1 -donde Isaías nos dice que la palabra del Señor vino a él durante el reinado de Uzías, así como también de aquellos reinados que le siguieron (ver 1.1)- sugiere que ya era un profeta activo y que su deseo era saber cuál era su mensaje para el pueblo, motivo por el cual había venido al Templo en esta ocasión.
Uzías, como 2da. Crónicas enfatiza (ver 26.8,15-16), había sido un rey fuerte bajo el cual Judá había gozado de seguridad y prosperidad. Ahora el reino iba a pasar a su hijo Jotám, quien contaba con poco más de veinte años de edad. Nadie sabía qué clase de rey iba a resultar, por lo que todo Judá, incluyendo a Isaías, debió haberse inquietado por el bienestar nacional. Pero Dios se manifestó forzando al profeta a pensar en sí mismo y en su propia relación con Dios de una manera que nunca lo había hecho antes.
Demasiadas veces pensamos en Dios como alguien que está allí simplemente para ayudarnos. Buscamos sus auxilios y fuerzas para salir adelante bajo presiones extremas en lugar de atender nuestra necesidad real: la cual es enderezar nuestra relación distorsionada con él. Es parte de la misericordia de Dios el quebrar nuestros intentos de atarlo a nuestros propósitos, forzándonos a poner primero lo primero. Pero tal misericordia puede tener un aspecto temible, como Isaías descubrió.
Al profeta le fue mostrada la santidad de Dios. Vio al Señor en su trono, según nos dice, y a los ángeles adorándole mientras volaban ante el trono. Ellos decían: "Santo Santo, Santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (6.3).
¿Qué mensaje recibió Isaías por lo que vio y oyó? Si usted busca la palabra santo en un diccionario de teología, encontrará que en ambos testamentos es una palabra que se aplica primariamente a Dios y expresa todo lo que lo separa de nosotros, haciéndolo diferentes; todo lo que lo ubica por encima nuestro, haciéndolo digno de adoración y temor; y todo lo que lo opone a nosotros haciéndolo objeto de verdadero terror. El pensamiento básico que la palabra lleva en de la separación de Dios con nosotros y de contraste entre lo que lo que El es y lo que nosotros somos. Ese fue el contraste que percibió Isaías en aquella ocasión.
Fue como si Isaías hubiera estado viendo una ópera. El humo invadía la escena y los quiciales (los grandes marcos de los portales) se estremecían por el profundo sonido de la voz de cada uno de los ángeles. Allí este hombre apreció que la santidad de Dios es algo terrible de contemplar. Al enfrentarse con Dios se convenció de que no había esperanza para él a causa de su pecado. Pero mientras tanto los ángeles celebraban la santidad de Dios en el más amplio sentido de la palabra, trayendo ante Isaías la conciencia de la infinita sabiduría y el ilimitado poder de Dios, así como también de su terrible pureza.

LA SANTIDAD DE DIOS
Enfoquemos ahora la santidad de Dios en su sentido completo e inclusivo. Pensemos en esto como luz, como un espectro de distintas cualidades que en su combinación constituyen la santidad. La narración de Isaías nos pone ante cinco realidades acerca de Dios en una combinación cuyo nombre apropiado es santidad.
"Cuyo dominio es sempiterno su reino por todas las edades"
Su señorío de la primera realidad que deseo manifestar. Para usar una palabra que les encanta a los teólogos, podemos hablar de soberanía. Esa es la primera de las realidades. La Biblia lo dice en cortas palabras: "¡El Señor reina; Dios es Rey!"
Isaías se encontró con un símbolo visual de señorío: Dios sentado en un trono. Otras personas en las Escrituras han visto también este símbolo. Ezequiel, por ejemplo, vio el trono de Dios viniendo hacia él desde una nube, con criaturas vivientes actuando como una especie de carro con ruedas girando en todos los ángulos en relación de unas con otras debajo del trono, donde uno hubiera esperado ver las patas del trono. Las criaturas vivientes y las ruedas eran, ambas, emblemas de energía interminable; Dios es el trono es infinita y eternamente poderoso. Ezequiel nos dice que el trono estaba en alto por encima de él, y enorme, y su impresión fue que una figura como de un hombre se hallaba sentado sobre él. (Ez. 1). Así también el trono que vio Isaías era alto y enorme; "el borde de sus vestiduras (de Dios) llenaban el Templo".
La visión de Dios como Rey aparece frecuentemente en la Biblia. Los Salmos proclaman que Dios reina. Juan vio "un trono en el cielo con alguien sentado sobre él" (Ap. 4.2) ("Un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado"). Y 1 Reyes 22 nos cuenta de Micaías, el fiel profeta a quien Acab puso en prisión porque lo había amenazado con el juicio divino. Por pedido de Josafat, Micaías fue traído de la prisión para contestar la pregunta que dos reyes juntos le hacían: ¿Debía Acab, con ayuda de Josafat, intentar recapturar Ramot de Galaad de los sirios? La escena a la cual Micaías fue conducido era impresionante: "Vestidos de sus ropas reales, el rey de Israel -Acab- y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su silla en la plaza... y todos los profetas -unos cuatrocientos- profetizaban delante de ellos. Fue una ocasión oficial grandiosa. Sin duda había también una multitud admirada que observaba todo lo que sucedía. Micaías, sin embargo, no fue intimidado. Primero se burló de Acab imitando a los profetas de la corte y luego le dijo lo que era verdad, que si iba a Ramot de Galaad, moriría. El secreto de la valentía de Micaías está en el versículo 19, donde él declara: "Vi a Jehová sentado en su trono". Micaías no se acobardó al ver a los dos monarcas; ¡la visión de Dios sobre el trono en el Cielo le mostró claramente quién estaba al mando!
Esta comprensión de la soberana providencia de Dios (porque eso es en realidad) es enormemente fortalecedora. Fortaleció a Micaías; fortaleció a Juan; sin duda fortaleció a Isaías también. Saber que nada sucede en el mundo aparte de la voluntad de Dios puede asustar a los no creyentes pero fortalece a los santos. Nos asegura que Dios tiene todo calculado y que todo lo que sucede tiene un significado, podamos entenderlo o no en ese momento. Pedro razonó acerca de la cruz de este modo en su primer sermón evangelístico predicado en la mañana de Pentecostés. "Este hombre (Jesús) entregado por el determinado y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo" (Hch. 2.23). "Ustedes lo hicieron por su propia y libre voluntad", les dice Pedro. "Ustedes son culpables de haberlo hecho y necesitan arrepentirse, pero no se atrevan a imaginar que sucedió fuera de la voluntad de Dios". Saber que Dios está en el trono nos sostiene al estar bajo la presión del mundo y enfrentar el dolor, la hostilidad y todas las situaciones que no parecen tener sentido. Para los creyentes es una verdad sustentadora y es el primer elemento o ingrediente en la santidad de Dios.

"Las naciones le son como gota de agua"
Su grandeza es el segundo elemento. La visión era de Dios en lo alto y exaltado, con los serafines de seis alas volando ante él en adoración. Note la postura de estos; la descripción tiene algo que enseñarnos. Las dos alas que cubren las caras de cada ángel nos hablan de reverencia y cohibición en la presencia de Dios. Esto nos señala que no deberíamos entrometernos en sus secretos. Debemos vivir contentos con lo que nos ha dicho. La reverencia excluye la especulación acerca de las cosas que Dios no ha mencionado en su Palabra. La respuesta de San Agustín a un hombre que le preguntó acerca de qué estaba haciendo Dios antes de crear el mundo, fue: "Estaba haciendo el infierno para las personas que hacen preguntas como esa". Una aguda respuesta para hacerle ver al cuestionado la irreverencia que yacía detrás de su curiosidad. Una de las cosas que me atraen de Juan Calvino es su sensibilidad al misterio de Dios; la realidad de lo no revelado y su renuncia a ir un paso más allá de lo que dicen las Escrituras. El y Agustín nos aseguran que podemos estar contentos de no saber lo que las Escrituras no nos dicen. Cuando alcanzamos los límites más externos de lo que las Escrituras dicen es hora de parar con los argumentos y comenzar con la adoración. Esto es lo que nos enseñan las caras cubiertas de los ángeles.
Dos alas cubrían los pies de cada ángel; la modestia y la humildad ante la presencia de Dios. Ese es otro aspecto de la verdadera adoración. Los adoradores genuinos desean desaparecer del cuadro para no llamar la atención hacia ellos mismos, para que todos puedan concentrarse, sin distracción, en Dios únicamente. Un cristiano debe aprender que no puede presentarse a sí mismo como un gran predicador y maestro si quiere presentar a Dios como un gran Dios y a Cristo como el gran Salvador. Sólo cuando el yo se hunde Dios podrá ser exaltado, yendo ante su presencia con humildad y modestia. "Es necesario que El crezca, pero que yo mengüe" (Jn. 3.30).
Otra característica de los ángeles era que cada uno volaba en dos alas, tal como lo hacen los colibríes, listos para partir. Tal disponibilidad pertenece al verdadero espíritu de adoración. Adoración que reconoce el señorío y la grandeza de Dios. Adoración obediente, disponible.
Nuestra adoración, como la adoración de los ángeles, debe incluir los elementos de reverencia, humildad y disponibilidad para servir, o estaremos, en realidad, rebajando a Dios, perdiendo de vista su grandeza y poniéndolo a nuestro nivel. Debemos examinamos a nosotros mismos: la irreverencia, la presunción y la parálisis espiritual frecuentemente desfiguran nuestra así llamada adoración. Debemos recuperar el sentido de la grandeza de Dios que los ángeles expresaban. Si pretendemos ser "olor grato" a El, necesitamos recordar que la grandeza es el 'número dos' en el espectro de cualidades que conforman la santidad de Dios.

"Su gloria llena la tierra"
El tercer elemento en la santidad de Dios es su omnipresencia manifiesta. 'Toda la tierra está llena de su gloria", dice la Biblia. Gloria significa la presencia de Dios mostrada para que su naturaleza y poder sean hechos evidentes. En ningún lugar podemos escapar de la presencia de Dios, y nosotros, como Isaías, debemos tener en cuenta esta realidad. Para quienes aman estar en la presencia de Dios esto es una buena noticia. Es una mala para aquellos que desearían que Dios no pudiera ver lo que hacen. El salmo 139 celebra la omnipresencia de Dios y su conocimiento exhaustivo de cada creyente. Termina con la súplica de que Dios, el examinador de corazones, muestre al salmista si hay algún pecado en él que debiera eliminar. "Examíname, oh Dios,... y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno", (v. 23-24). Nada pasa desapercibido a los ojos de Dios; todos nuestros "caminos de perversidad" son evidentes para El, no importa cuánto tratemos de esconderlos u olvidarlos. Este tercer aspecto de la santidad de Dios incomodara a cualquiera que no esté dispuesto a orar como el salmista.

"Así como El es puro"
Otro aspecto que incluye la santidad de Dios es su pureza. "Muy limpio eres de ojos para ver el mal; ni puedes ver el agravio", dice Habacuc a Dios (1.13). La pureza de Dios es lo que la mayoría de las personas piensan cuando consideran su santidad. Isaías percibió esta pureza sin que una palabra fuera dicha. La sensación de ser inadecuado y estar contaminado para gozar de la compañía de Dios era algo abrumador. "¡Ay de mí!", gritó, "¡que soy hombre muerto! porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los Ejércitos". (6.5) Y así como el pecado es rebelión contra la autoridad de Dios, así también es la impureza en relación a la pureza de Dios. Como Isaías se sintió impuro ante Dios cuando reconoció su pecado, así le sucederá a cada persona cuya vida esté centrada en Dios. Esta sensación de corrupción o contaminación no es algo enfermizo ni neurótico; de ningún modo. Es natural, realista y saludable, una percepción verdadera de nuestra condición. Somos pecadores y es de sabios admitirlo.
"Soy hombre inmundo de labios", dice Isaías pensando en particular en los pecados de palabra. La Biblia tiene mucho que decir en cuanto a este pecado porque refleja lo, que está en el corazón de una persona. "De la abundancia del corazón habla la boca" (Le. 6.45). Podemos usar el don del habla para expresar malicia y destruir a otros. Algunos chismorrean ("el arte de confesar los pecados... ajenos"). Otros engañan, explotan y traicionan a la gente con palabras suaves y mentiras. Abaratamos la vida con charla obscena, vergonzosa y rebajarte; arruinamos las relaciones con cháchara desconsiderada e irresponsable. Achatamos nuestra existencia con superficialidades vanas e intrascendentes. Cuando Isaías habla de labios inmundos nos representa.
Tal vez también haya en estas palabras una referencia al ministerio profético de Isaías. ¿Era el entregar el mensaje de Dios algo santo y que glorificaba a Dios o había escondidas motivaciones camales? Desafortunadamente, esas motivaciones aún existen; predicadores con motivos oscuros y de labios inmundos.
"Y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos ", continúa Isaías. Presumiblemente está reconociendo que él anduvo con la multitud, tomando el ejemplo de ellos y hablando como ellos lo hacían, siendo malhablado con los malhablados, siendo desviado por el mal ejemplo. Sin embargo, no pone esto como excusa. Hacer lo que hacen los demás cuando en lo profundo uno sabe que está mal es una cobardía moral que no disminuye sino aumenta la culpabilidad. La conformidad de Isaías a las costumbres impuras de la sociedad que lo rodeaba hacía que su culpa fuera mayor. Quizá como profeta y predicador hasta el momento se consideraba en una categoría diferente a la de sus compatriotas, como si el hecho de denunciar los pecados lo excluyera a él de la culpa, mientras que él se comportaba igual que todos. Pero ahora entendía mejor, él era parte de ellos y no escapaba a la culpa nacional. Por primera vez, quizá, se vio a él mismo como el conformista hipócrita que era y expresó su vergüenza. La pureza de Dios había hecho de él un realista moral.

"Grandes son cada mañana tus misericordias"
El quinto,  la santidad de Dios es la misericordia, la purgante y purificante misericordia que Isaías experimentó cuando confesó su pecado. Un serafín enviado por Dios voló hacía él y le tocó sus labios con un carbón encendido del altar para traerle el mensaje de Dios, que decía: "he aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado"(v.7). Así como la verdadera convicción de pecado atañe a la pecaminosidad total y no sólo a los pecados en particular, las palabras del ángel significaban que todo el pecado de Isaías -conocido y no conocido- estaban redimidos (literalmente, quitados de la vista de Dios). La iniciativa aquí fue de Dios, como siempre sucede cuando las personas llegan a conocer su gracia. P.T. Forsyth solía insistir que la más simple, verdadera y profunda noción de la naturaleza de Dios es amor santo, la misericordia que nos salva de nuestro pecado no por ignorarlo sino juzgándolo en la persona de Jesucristo y así justificándonos. Indudablemente, Isaías habría estado de acuerdo con este concepto.

SU SANTIDAD Y NUESTRA VIDA
Nadie puede tener comunión con El de no ser por la redención que Dios mismo provee y aplica. Y nadie dará el mensaje de Dios como es debido si no tiene un conocimiento personal de su santidad, de la pecaminosidad de sus propios pecados, de la objetividad de la redención de Cristo y de la gracia de Dios al traernos a la fe y asegurarnos de perdón.

La adoración personal debe ser el apoyo principal de la vida y el ministerio del cristiano. Estos pensamientos son preciosos para mí; me mantienen orando y andando. Espero que también sean preciosos para usted y obren del mismo modo.


J.L. Packer




J.L. Packer, principal baluarte del anglicanismo evangélico conservador. J.I. Packer, es uno de los más renombrados teólogos evángelicos de la actualidad,de la iglesia anglicana.
Packer, a sus 81 años, fue reconocido por la revista Time en el año 2005 como uno de los 25 evangélicos más influyentes del mundo.
Packer es uno de los paladines en el anglicanismo de la teología cristiana conservadora. En su best-seller de 1973 “Hacia el Conocimiento de Dios (Knowing God)”, describía a la Biblia como la absoluta autoridad sobre la verdad divina.

El Dr. J.L.Packer es un teólogo ingles que se dio a conocer primero como autor con dos obras sucesivas. El fundamentalismo y la Palabra de Dios.
Otra obra suya, Hacia el conocimiento de Dios, se ha convertido en el mas notorio éxito de librería en obras teológicas tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.


martes, 22 de octubre de 2013

El Ministerio de la Enseñanza de la Iglesia:



Dios en Jesucristo no solo relaciona a los hombres consigo mismo, también los une unos a otros en amor para que gocen en el compañerismo fraternal.
La vida Cristiana no es posible para ninguno que se separa deliberadamente de la comunión humana. La verdadera fraternidad es uno de los frutos selectos de la fe; Es en esta comunidad de fe que Dios quiere que vivan todo los Cristianos. 
Los cristianos no se mantienen unidos porque unos con otros, sino porque sus vidas tienen un centro común en Dios. Su abrirse a Dios requiere un correspondiente abrirse hacia los otros. Cualquier obstáculo a la fraternidad en el nivel humano entre hombre y hombre, debe ser eliminado para que no interrumpa el canal entre Dios y el hombre.

Los cristianos de la iglesia primitiva estaban dispuestos a renunciar a sus posesiones privadas para suplir las necesidades de sus hermanos. El egoísmo estaba roto; tenían un nuevo centro de la vida y este centro era Dios en Jesucristo. Como resultado se abrieron sus vidas unos a otros. Esta participación de vida y fe hacía de la comunión Cristiana una fuerza y un gozo para todos los que estaban con ella.  Un niño (nuevo creyente) se criaba no aislado, sino en medio de cristianos que estaban interesados y preocupados por su bienestar, deseosos de hacer lo que pudieran para contribuir a su desarrollo en todo sentido.

La fe nos envuelve en todo momento en una relación doble: con Dios y con nuestros semejantes. Ser cristiano es abrir de tal manera nuestras almas a Dios que no podemos cerrarlas a ningún hombre , ni aún a aquellos que  pueden ofendernos más profundamente. Esta es pues la comunión fraternal en que el nuevo creyente debe crecer desde el primer momento  de  su nueva vida.

jueves, 17 de octubre de 2013

Las Mujeres, La Iglesia y 1a Timoteo 2.9 al 15

Por Luis Scott

Introducción

El papel de las mujeres cristianas dentro de la Iglesia es uno de los temas más urgentes de nuestro tiempo, porque tiene que ver con la participación de más de la mitad del Cuerpo de Cristo aquí en la tierra. Ningún cuerpo es sano si más de la mitad no está funcionando según sus propósitos. En América Latina, y especialmente en México, este tema está siendo debatido con bastante controversia. Los evangélicos están de acuerdo de que Dios ha revelado Su voluntad en la Biblia, Su Palabra. Pero el debate gira en torno a la interpretación y aplicación de los pasajes pertinentes. Tanto los que se oponen al ministerio femenil o lo limitan, como los que apoyan a la participación plena de la mujer en el ministerio, apelan a I Timoteo 2:9-15 para sostener su posición. Por lo tanto, este trabajo exegético intentará aclarar el sentido del pasaje en su contexto original y sugerir unas aplicaciones del pasaje para nuestra situación actual. Los principales pasajes novotestamentarios sobre la participación de la mujer servirán como introducción a la exégesis de I Timoteo 2:9-15.

En el día de Pentecostés el Espíritu Santo llenó a los discípulos, capacitándoles para hablar las maravillas de Dios. En su sermón, Pedro explicó que Dios había iniciado un nuevo período en la historia humana, cumpliendo la profecía de Joel, "Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán...y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán"

El pasaje enfatiza dos veces que tanto mujeres como hombres reciben el Espíritu Santo, y como resultado, tanto mujeres como hombres profetizan. Profetizar significa "hablar como boca de Dios", y por lo tanto, mujeres y hombres hablarían en nombre de Dios. En este período de la plenitud del Espíritu, habrá una restauración de la igualdad edénica entre el hombre y la mujer. En su epístola a los Gálatas, Pablo afirma esta igualdad como componente esencial del evangelio, "porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos, Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús." La igualdad rompe las barreras socio-económicas, raciales, y sexuales. Esta igualdad no es una mera ficción jurídica, sino tiene implicaciones bien concretas en la vida diaria.

Exégesis

Es de suma importancia entender la situación en Éfeso, que provocó la primera carta de Pablo a su joven amigo Timoteo; porque sus  instrucciones a la iglesia en Corinto sobre la participación de la mujer en el culto público eran diferentes de la enseñanza que le dio a Timoteo. 1 Timoteo contiene varios pasajes que muestran el problema principal de la iglesia en Éfeso. Es evidente que falsos maestros se habían infiltrado a la iglesia y enseñaban herejías (1:18-20; 4:1-8; 5:16; 6:3-10; ver también II Timoteo 2:16-18; 3:1-9; 4:3-4, 14-15). Pablo terminó su carta con una advertencia seria sobre la falsa doctrina (6:20-21). Esta herejía era un ataque contra la institución del matrimonio porque los falsos maestros prohibían que los cristianos se casaran (4:3). Por lo tanto, Pablo, en su párrafo extenso sobre las viudas en la iglesia (I Timoteo 5:3-16), escribió sobre el matrimonio. El recomendó que las viudas menores de sesenta años se casaran, criaran hijos y gobernaran su casa (5:11). Parece que los falsos maestros animaban a las mujeres a abandonar sus casas y reunirse aparte (5:13-15). Dado que la herejía involucraba "fábulas profanas y de viejas" (4:7), Pablo enfatizó que las viudas mayores se debieran caracterizar por sus buenas obras y vidas de servicio (5:9-10). Esta reconstrucción del transfondo de la herejía se ve confirmada por la segunda carta de Pablo a Timoteo, en la cual se describen los herejes cómo los que "se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias" quienes "siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad". Si esta reconstrucción del problema en Éfeso es correcta, entonces el propósito de la primera epístola era el combatir esta herejía. Por lo tanto, 1 Timoteo 2:9-15 debe ser entendido dentro de este contexto. Las instrucciones que Pablo escribió enfatizan la reputación de la iglesia con los de afuera. Las expectativas de los de afuera influyen en (pero no determinan) la conducta de los cristianos. Por lo tanto, 1 Timoteo es una carta dirigida a una situación particular y no un manual eclesiástico supra-situacional. Esto significa que es necesario buscar los principios generales detrás de las instrucciones particulares que Pablo dio a Timoteo para poder obedecer a Dios en nuestro siglo veinte. 

En seguida nos dedicamos a esta tarea exegética. El párrafo sobre el papel de la mujer en la iglesia empieza con 1 Timoteo 2:9. En 2:8 Pablo enseña a los varones cómo deben orar. En la misma manera, Pablo pide "que las mujeres se atavien de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, como corresponde a mujeres que profesan piedad". Lo más obvio de este pasaje es la preocupación de Pablo con cómo las mujeres cristianas aparecieran (kosmein) ante otros. Si la ética de los Judíos, Griegos, y Romanos exigía modestidad y buenas obras como el adorno verdadero de la mujer, por lo menos las mujeres cristianas debían vivir y vestirse de tal manera que no trajeran reproche ni oprobio a la causa de Cristo. Un segundo propósito de este pasaje era limitar la influencia de los herejes. Estos falsos maestros prohibían el matrimonio y luego abusaban (sexualmente) de las mujeres cristianas de Éfeso (4:3; II Timoteo 3:6-7). Esta exhortación a la modestia reduciría el poder de los falsos maestros. Aunque esta exhortación fue expresada gramaticalmente en términos incondicionales, el contenido de las palabras mismas, el contexto, y el sentido común han llevado a la gran mayoría de cristianos a reconocer que la obediencia a este pasaje variaría de cultura a cultura y de generación a generación.

En los versículos 11 y 12 Pablo avanza del adorno de la mujer cristiana a su participación en los cultos públicos. Debido a la unidad de 2:9-12, no hay bases exegéticas, históricas, ni hermenéuticas para diferenciar la normatividad de 2:9-10 de 2:11-12, aunque muchos cristianos (injustamente) hacen tal diferenciación. Dado el problema serio de unos herejes que abusaban y utilizaban a mujeres vulnerables para extender sus falsas doctrinas, Pablo respondió en su carta: "La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio." El uso del griego aclara unas de las dificultades de estos versículos. La palabra traducida "en silencio" (hásuxia) puede significar un silencio absoluto o un silencio relativo donde se permite hablar sin molestar a otros. Si significaba un silencio absoluto y total en el culto, por necesidad era una prohibición local y temporal (limitada a Éfeso y durante este período), porque en otras iglesias las mujeres profetizaban y oraban. Si significaba un silencio relativo, tendría más o menos el mismo sentido de "decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40) según las normas locales. Con cualquiera de los dos significados posibles, se nota que Pablo tomaba muy seriamente la situación específica y los valores culturales de los efesios.

Es difícil captar en español el orden de las palabras en griego del versículo 12a. Literalmente sería "enseñar pero mujer no permito ni usurpar autoridad de hombre" (didaskein de gunaiki ouk epitrepo, oude authentein andros). Por su ubicación se nota que el verbo "enseñar" (didaskein) no es restringido o condicionado por la frase "a un hombre" (andros) Por lo tanto, el prohibir que las mujeres enseñen parece ser una prohibición total. Pero en su carta a Tito, Pablo exhortó a las mujeres mayores para que enseñaran a las mujeres más jóvenes. El libro de los Proverbios menciona varias ocasiones donde los hijos deben guardar las enseñanzas de sus madres. Y sucedió en la misma ciudad de Éfeso donde el gran conferencista Apolos fue enseñado por Priscila y Aquila. Debido a esta evidencia a favor de la enseñanza por parte de las mujeres, la prohibición en el versículo 12 no puede ser universal. Si es una prohibición total de la enseñanza, se limita a un período temporal en un lugar específico, o sea, la iglesia en Efeso debido a su problema particular de herejía. Se supone que una vez que el problema estuviera resuelto, las mujeres podrían retomar su papel en la iglesia, a enseñar y a recibir enseñanza. Otra posible construcción del pasaje es que "authentein andros" es explicativo de "didaskein". En dado caso la traducción sería "no permito que una mujer enseñe de tal manera que ella esté usurpando la autoridad de un hombre" Las implicaciones son casi idénticas a la traducción anterior. Debido al problema particular de la herejía (extendida por mujeres en el culto público) en Efeso, Pablo prohibe esta usurpación de la autoridad varonil. Tan pronto que la herejía se haya eliminado, las mujeres pueden participar activamente otra vez en el ministerio de la enseñanza dentro de la iglesia.
Es necesario comentar la palabra "authentein", traducida "usurpar autoridad". Es la única vez en toda la Biblia que se utiliza esta palabra, y no es muy común aun en la literatura secular contemporánea. Sus conotaciones son mayormente negativas e incluyen las acepciones "dominar", "usurpar autoridad", "representarse falsamente como autor*', "seducir", y aun "matar". B hecho que Pablo seleccionó esta palabra en lugar de la palabra común "exousía" muestra que él no prohibía el uso normal de autoridad que una mujer podría ejercer dentro de la iglesia. Esta evidencia apoya la posición de que Pablo dirigía sus prohibiciones principalmente contra las mujeres utilizadas por los herejes para la extensión de su doctrina falsa. Pero es 1 Timoteo 2:13-15 que o provee la base más sólida para una prohibición total y universal de un ministerio educativo por parte de la mujer o provee una ilustración clásica de cómo las mujeres cristianas participarán plenamente en el ministerio educativo en la iglesia. Examinaremos estas opciones opuestas.

La primera opción argumenta que hay una prohibición total y universal en contra de la enseñanza de hombres por mujeres en los servicios de la iglesia. La universalidad y la totalidad de la prohibición se basa en dos razones encontradas en los versículos 13 y 14. La primera razón es que Adán fue creado antes que Eva. Esta prioridad cronológica transmitió una autoridad no sólo a Adán sobre Eva, sino también a los hombres sobre las mujeres. La segunda razón es que Adán no fue engañado, sino que Eva fue engañada e incurrió en transgresión. Tanto por la prioridad cronológica de la creación del hombre como también por la prioridad del pecado de Eva, las mujeres deberían aceptar una posición subordinada. A pesar de estar subordinada al hombre por razones cronológicas, las mujeres sí pueden recibir la salvación, siempre y cuando engendren hijos y demuestren los frutos de fe, amor y santificación con modestia. Según el argumento, esta prohibición es universal (y no limitada a un contexto particular) porque apela a una base bíblica, Adán y Eva. El primer argumento se basa en la creación misma, antes de que el pecado corrompiera el mundo perfecto. El segundo argumento es un puente entre la creación perfecta y el mundo caído. Por lo tanto, las mujeres cristianas en todas partes deben aprender en silencio.
Un análisis más profundo del pasaje revela unos problemas graves con esta interpretación, y de ahí surge la segunda opción. Si el versículo 13 establece un principio universal, es que los menores no deben enseñar a los mayores, pero hay evidencia en la misma carta que contradice este principio. El siguiente versículo es aun más problemático. Si Eva fue engañada y así cometió pecado, Adán desobedeció a Dios abierta y conscientemente. Por lo tanto, Adán tuvo mayor culpa. Un problema adicional es cómo establecer el vínculo entre la situación edénica y la situación en Éfeso o la actual. ¿Por qué las acciones de Adán recaen sobre todos los varones, y qué tiene que ver lo qye Eva hizo con todas las mujeres?

Pero es el versículo 15 que causa serios problemas teológicos. Parece que las mujeres se salvan por medio del acto de engendrar hijos. ¡Esto es incompatible con la doctrina evangélica y bíblica de la salvación por medio de la gracia! Además, significaría que las mujeres que no tengan hijos no alcanzan la salvación. Crisóstomo notó este problema y trató de interpretar "teknogonías" como "amar a los hijos", pero no sólo es una traducción incorrecta, el problema soteriológico perdura. Es importante notar que el verbo "se salvará" (sothésetai) es singular y el verbo traducido "permaneciere" (meinosin) realmente es plural. El vínculo entre Eva (singular) y las mujeres (plural, sea en Éfeso o en general es obvio, pero ¿en qué consiste este vínculo? La referencia a "teknogonías" es una clara alusión a Génesis 3:15, donde Dios prometió que un hijo (simiente) de Eva combatiría y vencería a las fuerzas de Satanás. ¡Eva, quien fue engañada por Satanás, participaría en la victoria (salvación) sobre él, engendrando un hijo (y la linea mesiánica)! Lejos de estar eternalmente perdida, Eva fue salva (por fe) y expresó su salvación dando a luz a un hijo. En una manera muy semejante, las mujeres cristianas en Éfeso podrían demostrar su salvación por medio de los frutos de fe, amor, y santificación con modestia. Todo el pasaje ya empieza a aclararse. Las restricciones que Pablo impuso a las cristianas en Éfeso se deben a la herejía específica allí. Eran restricciones temporales y como Eva superó las consecuencias de la caída, también las cristianas en Éfeso, al mostrar los frutos de un cristianismo maduro, pueden superar las negativas consecuencias de la herejía, para después retomar su lugar de participación plena en la iglesia. El "porque" (gar) del versículo 13 no es "causativo" introduciendo argumentos que universalmente prohiben la participación femenil en la educación dentro de la iglesia, sino "ilustrativo" presentando a Eva como modelo de una restricción temporal superada por el fruto del evangelio. La transición de singular (sothésetai) a plural (menosein) enfatiza aun más que las mujeres en Éfeso pueden y deben seguir el modelo de superación de Eva.

Conclusiones
1 Timoteo 2:11-12 tiene que ser entendido dentro del contexto de 1 Timoteo 2:9-15 como un párrafo unido y dentro del contexto de las cartas de Pablo a Timoteo en su totalidad. Las restricciones en este pasaje deben ser entendidas como instrucciones específicas para combatir una herejía particular. Son directamente aplicables solamente en  situaciones semejantes. El principio fundamental detrás del pasaje (la plena participación de cristianas fructíferas en la vida y la educación de la iglesia con Eva como un modelo) es un principio general que necesita ser encarnado en los diversos momentos y sitios del Cuerpo de Cristo. Las diferentes normas y expectativas culturales tienen que ser tomadas en cuenta y respetadas pero cuando entran en conflicto con las exigencias básicas del evangelio, el evangelio tiene la prioridad- Puede ser que haya otros pasajes u otros factores culturales que limiten la participación de mujeres dentro de la iglesia. Pero I Timoteo 2:9-15 no necesariamente exige tal restricción.
La situación actual de la iglesia evangélica latinoamericana (especialmente en las grandes urbes) por lo general no requiere tal restricción. De hecho, la presencia de mujeres en posiciones de liderazgo en países tradicionalmente conocidos como "machistas" demuestra la aceptación cultural de la mujer. Aunque este trabajo no pretende resolver el debate sobre la ordenación de la mujer cristiana, sí afirma que el Cuerpo de Cristo sería más sano si hubiera más oportunidades de ministerio y liderazgo para las creyentes. ¡Que Dios reciba la gloria y su iglesia la bendición de una participación mayor de nuestras hermanas!

Bibliografia

De Vargas de Ramírez, Isabel. "Mujer, Biblia y Libertad." El Faro (Septiembre-Octubre 1987): 162-165.

Liefeld, Walter L., Moo, Douglas, y Payne, Philip B. What does the Scripture Teach about the Ordination of Women? Minneapolis: Evangelical Free Church of America, 1984.

Melano Couch, Beatriz. "La Mujer y la Iglesia". Buenos Aires: Ed. Escudo, 1973.

Mickelsen, Alvera, ed. Women, Authority & the Bible. Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1986.

Schipani, Daniel. "La Iglesia y la Liberación Femenina." El Boletín Teológico (Enero-Junio 1984)L: 1-21.

Támez Luna, Elsa. "El Lugar de la Mujer en la Iglesia." El Faro (Enero-Febrero 1987): 4-8.


W. de Foulkes, Irene. "Mujer, Biblia y Tradición." El Faro (Marzo-Abril 1987): 46-53.


Este trabajo fue presentado originalmente a la Facultad Teológica Latinoamericana, México en noviembre de 1988.

Publicado con amplias notas por Editorial Kirios y CUPSA

sábado, 5 de octubre de 2013

Sed llenos del Espíritu Santo (fragmento) John R.W. Stott

Doquiera uno mira en la iglesia de hoy se ve una evidente necesidad de una obra más profunda del Espíritu Santo.

El viejo concepto de “cristianismo” que ha imperado en Occidente por siglos ya, va feneciendo rápidamente al repudiar más y más gente la fe de sus antepasados. Al intentar una reinterpretación del evangelio para nuestra era contemporánea durante la década del sesenta, los teólogos seculares negaron abiertamente los fundamentos del cristianismo histórico. Y, habiendo perdido en gran parte la fe cristiana, el mundo occidental perdió también la ética cristiana. Ya la sociedad de nuestros tiempos se confiesa pluralista (en cuanto a creencias) y permisiva (en cuanto a lo moral). Aún sobrevive la iglesia como institución, pero la mayoría la considera una reliquia del pasado: una estructura tan fuera de moda como las “supersticiones” a las cuales se aferra. Entretanto, aquí y allá se ven señales de renovación espiritual: focos de vigor renovado en las denominaciones más viejas, en el movimiento de “iglesias caseras” y en organizaciones eclesiásticas paralelas. Pero el cuadro general sigue siendo de una influencia cristiana en constante disminución en una comunidad crecientemente secularizada. Los huesos secos y muertos de la iglesia necesitan el soplo del aliento vivo de Dios.

Es verdad que en algunas partes del mundo la iglesia crece rápidamente. Se nos habló de “una receptividad sin precedentes para con el Señor Jesucristo” en el Congreso Internacional sobre la Evangelización Mundial celebrado en Lausanne, Suiza, en Julio de 1974. Multitudes afluyen a la iglesia, y en ciertas regiones el índice de natalidad cristiano es mayor que el de la población en general. Todo ello nos da gran motivo para regocijarnos. Pero simultánea- mente, esta afluencia al evangelio se ve a veces afectada, como en los días de la iglesia primitiva, por facciones y rivalidades, por falsas enseñanzas y por un emocionalismo superficial.  De manera que aquí también vemos la necesidad de una obra más profunda del Espíritu Santo, ya que él es el autor de la unidad, la verdad y la madurez.

Pero no es solamente cuando miramos a las iglesias más añejas de nuestro mundo occidental o a las iglesias más jóvenes del Tercer Mundo que sentimos la necesidad del Espíritu Santo. Más aún lo sentimos cuando nos miramos a nosotros mismos. ¿Quién de nosotros que dice pertenecer al Señor Jesús, sea cual fuere su inclinación denominacional, no se siente oprimido a veces por sus fracasos en la vida y ministerio cristianos? Estamos conscientes de que nos quedamos cortos en alcanzar “la medida de la plenitud de Cristo”, la experiencia de los primeros cristianos y las promesas claras de Dios en su Palabra. Estamos agradecidos por lo que Dios ha hecho y hace, y lejos esté de nosotros denigrar su gracia, empequeñeciéndola. Pero tenemos hambre y sed de algo más. Ansiamos también un verdadero avivamiento, una visitación totalmente sobrenatural del Espíritu Santo sobre la iglesia, que produzca profundidad a la vez que crecimiento. Y entretanto, anhelamos una experiencia más plena, rica y profunda de Cristo, a través del Espíritu Santo, en nuestras propias vidas.


Principios básicos para nuestro enfoque

Primero, nuestro deseo y deber común como cristianos ha de ser hacer nuestro el pleno propósito de Dios para nosotros. Nada menos que esto le agradará a Dios; y nada menos que esto debiera agradarnos a nosotros. Todos los que decimos seguir a Cristo debemos buscar un entendimiento más claro del propósito de Dios para su pueblo, sentirnos llevados al arrepentimiento por nuestro fracaso en alcanzarlo, y continuar “extendiéndonos a lo que está adelante” ansiosamente, anhelando asirnos firme y plenamente de todo aquello para lo cual fuimos también asidos por Cristo Jesús. 

En segundo lugar, hemos de descubrir este propósito de Dios en las Escrituras. La voluntad de Dios para el pueblo está en la Palabra de Dios. Es aquí donde hemos de aprenderla, y no de la experiencia de grupos o individuos en particular, sin importar cuán ciertas y válidas sean estas experiencias. Ni debemos codiciar para nosotros lo que Dios pueda haber dado a otros ni instar a otros a experimentar lo que Dios nos pueda haber dado, a menos que esté claramente revelado en su Palabra que tal cosa es parte de la herencia prometida a todo su pueblo. Lo que buscamos para nosotros y lo que enseñamos a otros sólo debe provenir de los mandatos de la Escritura. Unicamente estaremos capacitados para evaluar nuestras experiencias, y las de otros, cuando la Palabra de Dios more en nosotros “en abundancia”. La experiencia nunca ha de ser el criterio contra el cual se mide la verdad. De igual manera la verdad debe ser siempre el criterio contra el cual se mide la experiencia.

Tercero, esta revelación del propósito de Dios en las Escrituras debe buscarse primordialmente en sus partes didácticas en vez de en sus partes descriptivas. Precisando, debiéramos buscarlo en las enseñanzas de Jesús y en los sermones y escritos de los apóstoles antes que en las porciones puramente narrativas de Hechos. No siempre está destinado a nosotros lo que describen las Escrituras respecto a las experiencias de otros, pero lo que se nos promete debemos hacerlo nuestro, y lo que se nos manda debemos obedecerlo.

Sería fácil malentender lo que estoy tratando de enfatizar. Lo que no estoy diciendo es que las porciones descriptivas de la Biblia son sin valor, pues “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil . . . “ (2 Tim. 3:16). Lo que sí afirmo es que lo descriptivo tiene valor sólo en cuanto sea interpretado por lo que es didáctico. Algunas de las narraciones bíblicas que describen acontecimientos se interpretan solas porque incluyen algún comentario explicativo, mientras que otras no se pueden interpretar aisladamente sino que sólo a la luz de enseñanzas doctrinales o éticas dadas en otro pasaje.
Así vemos que Pablo nos dice que las cosas que Israel experimentó en el desierto “les acontecieron como ejemplo” y que “están escritas para amonestarnos a nosotros” (1Co.10:11; comp.Ro.15:4), refiriéndose a varios episodios en que cayó sobre ellos el juicio de Dios. Estos, pues, son los pasajes narrativos provechosos para la enseñanza. Pero su valor no estriba tanto en la descripción como en la explicación. Nos dice que debemos evitar la idolatría, inmoralidad, soberbia y murmuración porque estas son cosas penosamente ofensivas para Dios. ¿Cómo lo sabemos? Porque el juicio de Dios les alcanzó, cosa que indica Moisés claramente en el relato y que él y los profetas enseñan en otros pasajes. Pero no podemos deducir de estos relatos que si pecamos de la misma manera en es- tos tiempos, también moriremos de alguna plaga o mordedura de serpiente. Pasando al Nuevo Testamento, podemos aprender en forma similar de la historia de Ananías y Safira en Hechos 5 que la mentira es muy desagradable a Dios, pues lo dice Pedro. Pero no podemos de allí sacar la conclusión de que todos los mentirosos han de caer muertos como ellos.

He aquí otro ejemplo. En dos párrafos separados de Hechos, Lucas nos dice que los primeros cristianos en Jerusalén vendieron gran parte de sus posesiones, tenían lo demás en común, y distribuían bienes y dinero “según la necesidad de cada uno” (2:44,45; 4:32-37). ¿Podemos deducir de esto que establecieron una pauta que todos los cristianos deben seguir, y que al cristiano le es prohibido poseer propiedades? Algunos han sacado esta  conclusión. Sin duda debiéramos seguir el ejemplo de generosidad  y cuidado mutuo de aquellos primeros cristianos, pues el Nuevo Testamento nos manda repetidas veces que nos amemos y sirvamos  unos a otros y que seamos generosos (hasta el punto de sacrificarnos) en nuestro dar. Pero argumentar que toda propiedad privada debe ser abolida entre cristianos, partiendo del ejemplo de aquella práctica de la iglesia primitiva en Jerusalén, es algo que no puede sostenerse en base a las Escrituras y, más aún, que está en contradicción con lo que dice el apóstol Pedro en el mismo contexto (Hch. 5:4) y el apóstol Pablo en otros pasajes (V. 1T. 6:17). Este ejemplo debiera alertarnos. Debemos derivar nuestras normas de creencia y conducta de las enseñanzas del Nuevo Testamento, doquiera sean dadas, antes que de estas prácticas y experiencias que se describan en las partes narrativas.

En cuarto lugar, el móvil que nos impele a conocer el propósito de Dios tal cual lo enseñan las Escrituras es práctico y personal, y no puramente académico o controversial. Somos hermanos y hermanas en la familia de Dios. Nos amamos unos a otros. Nos preocupa conocer la voluntad de Dios a fin de hacerlo nuestro y encomendarlo también a otros. No nos mueve el deseo de anotarnos tantos a favor en un partido teológico.


Expresados ya estos cuatro sencillos puntos que guiarán nuestra forma de enfocar el tema, estamos listos para considerar por turno, de lo que dice la Escritura y en relación con lo que se debate en estos tiempos, qué se quiere significar por “la promesa del Espíritu” (y si tal expresión es equivalente al “bautismo” del Espíritu), la plenitud del Espíritu, el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu.

lunes, 23 de septiembre de 2013

SOMETER O AMAR / CAMBIO DE ÉNFASIS EN EFESIOS 5:21-33. Por Juan Huegel


CAMBIO DE ÉNFASIS EN EFESIOS 5:21-33. 
Por Juan Huegel

Introducción
Una hermosa tarde de verano, hace muchos años, regresaba a la ciudad de México después de haber pasado un día como turista en la ciudad de Puebla. Me acompañaba una señorita que yo había invitado para pasar unos días de vacaciones en la casa de mis padres. Era hija de misioneros en el África y yo la había conocido en Nueva York donde ella se preparaba para el servicio misionero. Ambos teníamos interés en descubrir si la voluntad de Dios para nuestras vidas incluía un amor entre nosotros que condujera al compromiso y al matrimonio. Habíamos estado estudiando la carta de San Pablo a los Efesios y esa tarde estacioné el auto al lado de la carretera cerca del pueblo de San Martín Texmelucan, bajo un frondoso árbol y abrimos la Biblia al capítulo 5. Yo tenía particular interés en saber cual sería su reacción al v. 22, "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor". Cuando llegamos a ese versículo y lo habíamos leído pausadamente, le pregunté, ¿Qué piensas acerca de esta exhortación?" Pasaron unos momentos durante los cuales ella miraba atentamente las palabras del texto y al fin volteó y me dijo, "Tú eres el primer hombre al cual yo estaría dispuesta a estar sujeta". Ya se puede imaginar lo que sentí en ese instante. Sin embargo mis flechas de amor inseguro no llegaron al fin al blanco de su corazón y ella optó por otro.
Pocos años después encontré a otra que, gracias a la bondad y misericordia de Dios; aceptó mi proposición de amor inmaduro, nos casamos y formamos un hogar feliz. La barquilla de nuestro matrimonio navegó a veces por aguas pacíficas y a veces por aguas turbulentas pero comunes a todo matrimonio, y aunque en el horizonte se veían avecinarse los nubarrones de una tormenta, no fuimos lo suficiente sabios para prevenirnos y resolver con anticipación nuestras diferencias y desavenencias.
A los veinte años de casados nos encontramos en medio de una gigantesca tormenta y las enormes olas amenazaban nuestra frágil barquilla. En una ocasión durante ese tiempo, después de haber tratado de llegar a un entendimiento, mi esposa me acusó de no haber escuchado con auténtica atención lo que ella, por tantos meses me había estado tratando de decir y finalmente me dejó entender claramente que ella pensaba que yo era un chauvinista. ¿Yo chauvinista? No lo pude creer y menos aceptar, pero esta acusación clavada en mi mente por una persona que yo amaba produjo sus resultados.
Poco a poco empecé una evaluación de mi vida a la luz de esta acusación y finalmente, ante las evidencias de mis propios pensamientos secretos y actitudes comunes frente a la mujer, llegué a la conclusión que era cierto. Yo tenía fuertes rasgos machistas, velados y sofisticados, pero reales. Este descubrimiento me impulsó a que hiciera un nuevo estudio de aquel pasaje bíblico clave para el entendimiento de las relaciones conyugales, Efesios 5:21-33- El fruto de esta reflexión de varios años es este trabajo que presento a ustedes bajo el título de: "SOMETER O AMAR: Cambio de Énfasis en Efesios 5:21-33"
Propongo primero que nos acerquemos al pasaje haciendo un estudio de su contexto y un análisis de su estructura; luego pasemos a hacer una nueva lectura del pasaje en sí, notando especialmente lo que dice al esposo, y finalmente consideraremos al posible impacto del pasaje a la luz de la cultura del siglo I.

1. Contexto y Escritura del Pasaje
Varias de las epístolas (cartas) de San Pablo, especialmente las que fueron escritas a las iglesias durante su primer encarcelamiento, tienen dos secciones: la primera, en que explica las bases teológicas de la fe cristiana y la segunda, en que expone las consecuencias éticas de la misma. Efesios es una de éstas. El gran deseo de Pablo en esta carta es descubrir el gran misterio, que ha sido escondido desde siglos atrás: que los gentiles son coherederos con Israel de las promesas de Dios. Él explica que cuando Cristo murió en la cruz, Dios no sólo reconcilió a todos los seres humanos a sí mismo, tanto judíos como gentiles, sino que también los reconcilió entre sí, o sea entre ellos mismos, particularmente judíos y gentiles. El pecado humano estrelló la unidad que existía entre Dios y los humanos y entre los humanos mismos. En Cristo, Dios reconcilió a todos a sí mismos y ofreció a todos una misma dimensión de la vida en una nueva sociedad que es la Iglesia, cuya función es hacer patente a todos la reconciliación en Cristo y así remendar el tapiz roto de la humanidad. Al final todas las cosas serán reunidas bajo el dominio de Cristo. En resumen, el tema de la carta a los Efesios es la unidad reconstituyente de todas las cosas bajo Cristo. Al concluir esta exposición, Pablo prorrumpe en la oración y la doxología del 3:14-21.

A partir del capítulo 4, Pablo pasa primero a señalar la nueva ética que aquellos que han participado en la reconciliación en Cristo demuestran en su vida dentro de la nueva sociedad que se ha formado, esto es la Iglesia. Luego pasa a explicar las relaciones que deben existir entre aquellos que forman esta sociedad, empezando con las relaciones entre esposos y esposas. Esta explicación forma el pasaje al cual dirigimos nuestra atención.
Pablo explica que la nueva vida en Cristo es como andar o caminar, y usa esta palabra repetidas veces en esta sección de la carta (4:1,17; 5:1,15). Los pasos del que camina en Cristo, o sea su comportamiento de él en esta vida, son diferentes de como eran antes, pues antes eran como los pasos de los demás. Esto lo resume claramente Pablo en 4:22-24, donde escribe:
"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestios del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad".
Pablo indica cómo se manifiesta este nuevo modo de vivir en Cristo, por medio de los verbos en el modo im-perativo que abundan en esta sección, y otros que aunque no en el modo imperativo, sí conllevan la fuerza imperativa. Esto se refleja fielmente en nuestra versión en castellano: "despojaos" (4:22), "renovaos" (4:23), "vestios" (4:24), "sed benignos" (4:32), "andad" (5:1).
Algunos se expresan a través de una prohibición, un imperativo con negativo, "no seáis insensatos" y "no os embriaguéis con vino" (5:18). En el idioma griego, como en el español, hay tres modos gramaticales: el indicativo, el modo de la aseveración o afirmación; el subjuntivo, el modo de la duda o la condición posible; y el imperativo, el modo de la orden o la prohibición. Los teólogos han discurrido sobre esto, explicando que los imperativos de la ética cristiana surgen precisamente de los indicativos de la. revelación cristiana; o sea que en la obra creadora de Dios, en la obra redentora de Cristo y la obra santificadora del Espíritu Santo, encontramos las fuerzas que impulsan el comportamiento cristiano. Esto lo vemos con claridad diáfana en lo escrito a los efesios. Hay pues que prestar atención especial a los verbos en el modo imperativo y las oraciones subordinadas que dependen de ellos.
Empezando en el 5:15 hay una cadena de oraciones que contienen varios imperativos y varias prohibiciones: "Mirad cómo andéis" (5:15), "no seáis insensatos, sino entendidos" (5:17) y "no os embriaguéis... antes sed llenos del Espíritu"(5:18). Veamos con detenimiento esta última y las oraciones subordinadas que de ella dependen.
El v. 18 reza, según la R.V. 1960, de la siguiente manera, "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu Santo". La primera parte de esta oración compuesta, contiene un imperativo con un negativo, expresando así la prohibición, con su predicado. La frase "en lo cual hay disolución", explica las consecuencias de la acción de embriagarse. Pero la última parte de la oración contiene simple y llanamente el imperativo con su predicado, colocada esta parte en contra-distinción a la prohibición anterior, "antes bien sed llenos del Espíritu".
A esta oración con el verbo en el modo imperativo presente, le siguen, en el texto griego, lo que a primera vista parecen ser cuatro participios presentes en tres oraciones subordinadas. Estos cuatro participios son traducidos al castellano, en nuestra versión, por cuatro gerundios: "hablando", "cantando y alabando",y"dando gracias". Lo que Pablo dice es que la vida llena del Espíritu Santo se expresa continuamente de la siguiente manera, hablando entre vosotros con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en él.
Pero en el texto griego hay otro participio presente en el versículo 21 que también se podría traducir al castellano por el gerundio, "sometiéndose unos a otros". Esta podría ser la última oración dependiente del imperativo en el v. 18, "...sed llenos del espíritu". Así la mutua sujeción es otra expresión de la vida plena en el Espíritu Santo.
Varios editores colocan entonces el v. 21 al final del párrafo del 5:15-21.
Sin embrago la mayoría de los exégetas dicen que el participio de este verbo aquí tiene la fuerza de un imperativo, como lo tiene el mismo verbo en Ia Pedro 2:18 y 3:1, y traducen el v.21, "someteos unos a otros en el temor de Dios", encabezando así un nuevo párrafo como en R.V. 1960.
Desde que el texto griego del Nuevo Testamento originalmente no tenía signos de puntuación, es permitido hacer esto. Además la estructura del pasaje parece favorecer este arreglo, aunque no deja de ser interesante el hecho de que este verbo "someteos" no es imperativo en el griego. La estructura misma del pasaje y las formas verbales apuntan a que la sujeción mutua de los esposos es expresión de la vida plena en el Espíritu Santo. A la vez es un principio que rige ías relaciones conyugales, expresadas por la sujeción de la esposa a su marido y la entrega en amor del marido por la esposa.
Y ahora, ¿qué del versículo 22? "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor" para algunos editores y traductores, esta oración inicia otro párrafo, y el énfasis cae sobre la sujeción de la esposa al marido. ¡Cuántas veces en un servicio de bodas hemos escuchado al ministro iniciar su lectura bíblica precisamente en este versículo! Otros prefieren, como la R.V. 1960, colocar el v.21 al inicio del párrafo, y acomodar el v.22 como una segunda oración estructuralmente independiente de la primera.
Pero el v. 22 no se deja acomodar tan fácilmente así. En el texto griego del v.22 existe un problema, pues hay significativas variantes en el texto, como se encuentran en varios de los más importantes manuscritos.
El verbo griego, hupotasso,"yo someto" o "yo sujeto", se encuentra en la tercera persona plural del imperativo en el códice Sinaítico del siglo IV, en el Alejandrino del siglo V, y en la Vulgata y algunos otros manuscritos latinos. Esta forma del verbo se traduciría, "las casadas están sujetas". El verbo se encuentra en la segunda persona plural del imperativo en el textus receptus, o texto comúnmente llamado recibido, que incluye la mayoría de los manuscritos más tardíos y de segunda importancia. Esta forma se traduciría "casadas sujetaos...". Pero en el papiro núm. 46 del siglo III, y el códice Vaticano del siglo IV, se omite el verbo.
¿Qué fue lo que escribió Pablo? "Las casadas están sujetas a sus propios maridos", "casadas, sujetaos a vuestros maridos" o sin verbo alguno, "casadas a vuestros maridos". El testimonio de los manuscritos más antiguos apoya la primera y la tercera, inclinándose quizá un poco por la tercera. En casos como éstos opera una regla de la crítica textual que afirma que ha de aceptarse la lectura que presente mayores dificultades. La razón es que cuando un copista encuentra en el manuscrito que le sirve de base para la copia que está haciendo una lectura que presenta dificultades, su tendencia es tratar de resolver las dificultades en su propia copia, es decir eliminando las dificultades en su copia.
Indudablemente la teoría más difícil es  la  última, pues es una oración sin verbo escrito, que sigue a una oración dependiente con participio, el copista podría haber pensado que ya era necesario introducir un verbo, máxime cuando sin verbo la oración se prestaría a confusión. Si esto es así, entonces Pablo probablemente escribió el v.22 sin verbo en el modo imperativo, y en castellano la oración podría traducirse así, "las casadas, a sus propios maridos". ¿Pero qué se da a entender con esta oración sin verbo? Claramente depende de la oración anterior y el participio de la anterior está implícito en ésta. Podrían traducirse los w. 21 y 22 de la siguiente manera: "Someteos unos a otros en el temor de Cristo, las casadas a sus propios maridos como al Señor". Si así es, entonces me parece que hay un sutil cambio de énfasis entre lo que Pablo pudiera haber escrito y lo que aparece en nuestras versiones.
Pero antes de seguir, consideremos brevemente algo en la historia de la transmisión de este texto, que por lo menos es de interés. Es obvio que un copista se sintió incómodo con que le faltara verbo a la oración. Pero hay algo más. Lo que parece más probable es que se sintió incómodo con la confusión que el texto producía sin verbo, y él pretendió que se viera con toda claridad la sujeción de la esposa al marido, y por tanto repitió el verbo del versículo anterior, cambiándole su forma a la tercera persona plural en el modo imperativo, "las casadas estén sujetas a sus propios maridos". Y más tarde otro copista al ver la forma directa (aunque Pablo se dirige a los esposos en el v.25, cuando dice: "esposos amad a vuestras esposas"), no pudo imaginarse que Pablo no fuera igual de explícito y directo con las esposas, y cambió la forma del verbo del v.22 a la segunda persona plural del imperativo, para que dijera, "esposas, sujetaos a vuestros propios maridos". Es posible que la historia de la transmisión de este texto muestre modificaciones en el mismo texto motivadas por predisposiciones machistas cuya influencia nociva se deja sentir hasta nuestros días.
Si nuestra conclusión sobre las variantes en el texto griego del v. 22 es aceitada, entonces podemos percibir la posición secundaria que ocupa este versículo dentro de la estructura del pasaje. El párrafo del 5:21-33 tiene entonces dos lugares donde cae el énfasis, primero sobre el v. 21 donde el participio tiene la fuerza del imperativo, "someteos los unos a los otros..." y luego el v. 25 "maridos, amad a vuestras esposas
Observe la sutil diferencia de énfasis entre estas dos traducciones de los w. 21 y 22. La primera de la R.V. 1960: "Someteos unos a otros en el temor de Dios", "las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor", y esta, "Someteos unos a otros en el temor de Dios, las esposas a sus propios maridos, como al Señor".
La mayoría de nuestras traducciones han dado un énfasis equivocado al v.22 al insertarle un imperativo que no parece haber sido lo que Pablo escribió originalmente. Este imperativo ha distorsionado la forma de ver el pasaje y sus efectos nos acompañan hasta el día de hoy. Lo primero que casi todos ven al leerlo es que las esposas deben estar sujetas a sus maridos, y no se dan cuenta de que el énfasis cae sobre el versículo 21 donde se habla de la sujeción mutua que debe existir entre los esposos. Yo mismo caí en este error durante muchos años.

II Una nueva lectura de Efesios 5:21-33
Se ve claramente que Efesios 5:22-33 tiene dos partes: la primera del 22 al 24 en que el autor se refiere a las esposas, cuya estructura misma, como ya hemos señalado, nos obliga a interpretarlo a la luz del v. 21, del cual depende. El que las esposas estén sujetas a sus maridos debe entenderse sólo a la luz de la mutua sujeción que gobierna las relaciones conyugales. En la segunda parte, 5:25-33, el autor se dirige a los esposos, con el imperativo, "maridos, amad a vuestras mujeres". Pablo ilustra el principio de la sujeción mutua de la esposa al esposo y luego la entrega en amor del esposo por la esposa.
No recuerdo jamás haber escuchado a una mujer explicar y exponer este párrafo y la gran mayoría de las mujeres que en privado o en un pequeño grupo, han comentado sobre el pasaje sólo han reiterado lo que los exponentes varones han recalcado. A mí me parece que la interpretación de todo el pasaje ha caído bajo una nube de influencia chauvinista o machista que nos ha impedido ver mucho de lo que está aquí, y además ha afectado la forma evangélica latinoamericana de ver la familia. Viendo el programa de esta consulta sobre la familia mexicana uno se pregunta si fueron algunos móviles machistas secretos los que impidieron que hubiese una sola mujer ponente.
Para exponer con seriedad y balance este pasaje se requiere de dos exégetas: una mujer que explique lo que Pablo le dice a las esposas en los w.22-24 y un hombre que explique lo que le dice a los maridos en los w.25-33, y viceversa.
Mi deseo sería no comentar sobre los w. 22-24 y pasar directamente a los w.25-33, pero para restarle algo de peso a la interpretación tradicional de estos versículos, señalaré de paso unos cuantos puntos exegéticos.
El vocablo griego que en el v.21 se traduce por "someteos" y en el v. 24 se traduce por "estar sujeta" es el mismo, hupotasso, un verbo compuesto de tasso que significa "arreglar en orden las filas militares", y susderivados, "arreglar", "poner en orden", o "nombrar"; y la preposición hupo que significa "debajo de". El verbo compuesto quiere decir "ordenar de bajo de", o "someter" o "sujetar". El v.21 señala con toda claridad que la sujeción o sumisión es mutua, ambos cónyuges. Además debemos aclarar que cualquier sujeción o sumisión de la esposa para con el esposo es voluntaria. Pablo no escribió, como algunos han insinuado, "esposos, sujetad a vuestras esposas".
Cuando hoy se piensa en estar sujeto a alguien casi siempre se piensa en obedecerle. Observen que al dirigirse a los "hijos" en el 6:1 y a los "siervos" en el 6:5 Pablo usa el imperativo del verbo hupakuo, cuyo significado es escuchar u obedecer, y no el verbo hupotasso, someter o sujetar. Es muy claro que para Pablo hijos y siervos sostienen una relación con sus padres y amos^ caracterizada por la obediencia, pero no así la relación esposas con los maridos. De otra manera les hubiera escrito "esposas obedeced a vuestros maridos". En la sujeción mutua entre cónyuges o parejas puede existir en determinado momento la obediencia, pero ésta no es la principal característica de sus relaciones. Las relaciones que sostienen las esposas con sus maridos no se parecen a las que sostienen los hijos con los padres y los siervos con sus amos. Esto debe quedar claro.
Pablo da como razón para la sujeción, que "el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia..."v.23 ¿Qué quiere decir Pablo con la oración el marido es cabeza de la mujer? Al término "cabeza" se le ha inyectado una fuerte dosis de autoridad, que nos ha llevado a considerar modelos inadecuados. Uno, es militar, y coloca al marido como comandante y a su esposa como la que está bajo su mando. Otro es el administrativo que compara al marido con el gerente de una empresa, y a la esposa como alguien subordinado a él. Otro es el religioso en que el marido es el obispo espiritual de su esposa.
Para entender lo que Pablo quiere decir con esta oración "el marido es cabeza de la mujer" necesitamos remitirnos a la analogía original que él mismo emplea, "así como Cristo es cabeza de la iglesia". ¿Cómo es Cristo cabeza de la iglesia? Pues no es cabeza como un general es cabeza de un ejército, no como un gerente es cabeza de una empresa, ni aun como un obispo, si por obispo se entiende ejecutivo de una iglesia. Cristo es cabeza de la iglesia como la cabeza de un cuerpo. Pablo dice claramente que la iglesia es el cuerpo de Cristo y él es su cabeza.
¿Qué relación sostiene la cabeza con el cuerpo? Aunque a primera vista parezca que la cabeza gobierna los movimientos del cuerpo, hay ocasiones en que el cuerpo envía instrucciones a la cabeza, como por ejemplo cuando un miembro está enfermo y requiere de atención especial, o no puede desempeñar sus funciones normales. El buen funcionamiento de la cabeza depende del buen estado físico del cuerpo y el buen funcionamiento del cuerpo depende de la salud de la cabeza. Las relaciones entre cabeza y cuerpo son tan íntimas que no tienen vida separados uno del otro. Además son mutuamente benéficas y su funcionamiento es complementario.
No se puede concebir una autoridad de la cabeza sobre el cuerpo parecida a la autoridad que existe en los modelos institucionales de este mundo, porque la cabeza y el cuerpo son inseparables. La idea de cadena de mando simplemente no es adecuada en este caso. La autoridad como nosotros la concebimos procede de algo o alguien separado que se impone. No caracteriza las relaciones   entre   la   cabeza   y cuerpo, y no puede caracterizar las relaciones entre Cristo y la iglesia, ni entre la esposa y el esposo. Pero la idea de cabeza puede tomarse en el sentido en que hablamos de fuente o manantial que sirve de cabeza de un río. Cristo es la cabeza de la iglesia en el sentido en que él es el que la sostiene y la nutre. Así el esposo cuida y nutre a su esposa. Y parece que este es el sentido correcto del concepto de Cristo como cabeza de la Iglesia, pues Pablo agrega, "y él es su salvador". Si la idea fuera de autoridad máxima o jefe, Pablo hubiera agregado ' 'y él es el que la dirige o gobierna". Pero no es así. El marido es el que protege y salva a su esposa.
Pasemos ahora a considerar la parte del pasaje que corresponde a los versículos 25-33- La primera oración, "maridos, amad a vuestras mujeres", contiene el primer imperativo que aparece en el texto desde el 5:18, donde encontramos "sed llenos del Espíritu".
Esta exhortación es repetida con modificaciones gramaticales dos veces más en el pasaje; enelv.28 "Así también los maridos deben amara susmujeres"; y en la conclusión, en el v.33, "por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer". Me parece que esta triple repetición indica que el énfasis cae sobre el amor de los maridos por sus esposas y no sobre la sujeción de las esposas a sus esposos. Confieso que en determinadas ocasiones en mi propia vida este énfasis me ha molestado pues coloca la mayor responsabilidad sobre las relaciones conyugales sobre mí, como   marido.   Además yo hubiera querido que Pablo exhortara a las esposas a amar a los maridos.
Pablo explica con dos analogías cómo deben los maridos amar a sus esposas. La primera es "...como Cristo amó a la iglesia". De esta analogía se desprende una oración de explicación y tres oraciones que señalan el propósito de la acción de Cristo. Primero: Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. El verbo griego traducido se entregó, es el que se usa para señalar la entrega a muerte de nuestro Señor. Al emplear este verbo el autor señala el amor sacrificial de Cristo por su iglesia. Luego agrega tres oraciones que señalan el propósito o fin para el cual Cristo se entregó. Estas oraciones son introducidas por la conjunción griega hiña, "para santificarla", habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra", luego, "a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante"; y finalmente "sino que fuese santa y sin mancha".
Jesucristo amó tanto a la iglesia que se entregó a sí mismo a muerte por ella, con el fin de purificarla, santificarla y perfeccionarla. Así debe ser el amor del marido por su esposa, constante y sacrificial, con el fin de embellecerla y de cultivar su personalidad como mujer. Su amor por su esposa no es con el fin de redituar un bien para sí mismo, sino en bien de ella como persona.
En la segunda analogía Pablo explica que los maridos deben amar a sus esposas, "como sus propios cuerpos" v.28 . En vista de que en el matrimonio el hombre y la mujer forman una sola carne, entonces, si el marido ama a su esposa, está amando a su propio cuerpo. No es difícil amarnos a nosotros mismos. Es parte de nuestro instinto natural, el cuidar y sustentar nuestros cuerpos; así debe el marido amar a su esposa, nutriéndola, cuidándola, dándole espacio para crecer y desarrollarse como si fuera su propio cuerpo.
Buscará brindarle todas las oportunidades, todos los medios por los cuales ella pueda desarrollarse como persona. Su preocupación será el bienestar completo de su esposa. El marido debe procurar no que su esposa sea una extensión de él mismo, sino que ella desarrolle su potencialidad como mujer, como ser humano, como un ser libre y autónomo, para que escoja bajo el Señor todo aquello que le proporcione su completa realización, pues esas son las intenciones de Cristo para su iglesia. Se espera que la esposa responda a este amor con entrega a su esposo, pero no hay tal garantía.
En la última parte del pasaje, los w. 30-32, Pablo funde las dos analogías en el concepto de que la esposa de Cristo y el cuerpo de Cristo son los mismos.
La iglesia es su cuerpo. Cristo ama a la iglesia, su esposa. Y su esposa voluntariamente se somete a este amor. Pablo entonces se remite a la Creación y cita aquel pasaje del Génesis 2:24 que Jesús también cita varias veces en los Evangelios, que expresa la intención divina para el matrimonio: "por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne." Al ser humano en su separatidad y soledad, Dios le ofrece la comunión íntima cara a cara con otro ser; en su unión se establece la imagen de Dios y los dos encuentran la realización de la vida.
En el v. 33 Pablo resume todo lo expuesto en las dos partes del pasaje, w. 22-24 y 25-32. John R.W. Stott, en su comentario sobre Efesios, resume el asunto de esta forma:
¿Qué significa "someterse"? Es el darse uno a otra persona. ¿Qué significa "amar"? Es el darse uno a otra persona, como Cristo se dio a sí mismo a la Iglesia. Así pues la sujeción y el amor son dos aspectos de la misma cosa, es decir la entrega de sí sin reservas, que es el fundamento de un matrimonio permanente y creciente. Y el entregarse a cualquier persona es un reconocimiento del valor del otro ser. Porque si me entrego, puede ser sólo porque valorizo a la otra persona tan altamente que estoy dispuesto a sacrificarme por él o ella, para que él o ella pueda desarrollar su ser en forma más plena. Al perderse para el otro o la otra encuentra su ser. Esa es la esencia del evangelio.
Yo me pregunto si nosotros los maridos evangélicos en México hemos amado a nuestras esposas así. Sospecho que en un   buen   número de los casos desde el noviazgo nosotros los hombres hemos visto a la mujer como un instrumento para nuestra propia realización. Por lo menos así fue en el caso mío. Cuando me casé ya tenía varios años en el ministerio. Yo quería casarme porque creía que una esposa me ayudaría a realizarme en el ministerio. Mi enfoque en el noviazgo fue egocéntrico. Pensaba primordialmente en cómo el matrimonio me beneficiaría a mí y no en cómo ayudaría a mi esposa a realizarse. Ella me quería y aceptó casarse conmigo, pero mi punto de vista, que ahora reconozco como machista, ha arrojado una larga sombra en nuestras relaciones.
Recuerdo también que en uno de mis pastorados, después de un conflicto en el seno de la congregación debido a ciertas posturas que yo había adoptado, presenté mi renuncia y acepté un nombramiento como maestro en un seminario teológico. A pesar de que el proceso que me llevó a esa decisión fue largo y doloroso, no tomé el tiempo ni tuve la atención para escuchar cuidadosamente y con empatía a mi esposa, que quería que permaneciéramos en la iglesia. Años más tarde me confesó que en vista de que durante ese período ella había dado a luz a nuestro cuarto hijo, no se sentía con fuerzas para presentar con firmeza sus objeciones a mi decisión. Yo tomé la decisión porque me parecía la mejor para mí y mi ministerio. No pensé en ella. Ahora me doy cuenta que eso no es como Cristo ama a la Iglesia y quiere que nosotros amemos a nuestras esposas.

La conclusión a que llego es que el énfasis tradicional que se le ha dado en nuestro medio ambiente a la interpretación del v. 22, "Casadas estén sujetas a sus maridos", es tal que permite que el machismo inconsciente que en muchos de nosotros hay, aflore afectando nuestro estilo de vida como esposos, e impide que atendamos plenamente lo que significa "maridos, amad a vuestras esposas," y lo expresemos concretamente en nuestra vida diaria ofreciéndole a nuestras esposas su desarrollo pleno como seres humanos. Esto me parece trágico.

III. La Pareja del Siglo I ante Efesios 5:22-33
Para concluir, tratemos de entender el efecto que pudo haber tenido este pasaje sobre la pareja del siglo I y en particular sobre la esposa. Para este fin necesitamos indagar sobre las costumbres y pautas culturales greco-romana y judías.
Un autor del siglo pasado describe la condición de la mujer romana así:
"Al principio hizo de la mujer una esclava; la sujetó a todos los caprichos del hombre, pues podía prestarla, jugársela, venderla, azotarla y hasta darle muerte. Más adelante una innovación importante de gracia moderó tamaños excesos, y por último, en tiempo de los emperadores, la mujer pudo alcanzar algunas de las libertades que se le debían; pero tanto se le había dicho que no era más que la humilde sierva de su amor, que su naturaleza era débil y por ende inferior al hombre; los privilegios que se le concedían de vez en cuando no se le otorgaban sino como una gracia especial, y por último, tanto se le encareció la necesidad en que se hallaba de ser dirigida y gobernada absolutamente, que ella no tuvo más remedio que creerlo todo y permitir que su dignidad permaneciese dormida y embotada".
Vicente Ortiz de la Puebla, en Historia Universal de la Mujer
Y Sobre el esposo escribe Poncelet, en Historia del Derecho Civil.
"Dura educación para los hijos y la mujer, la familia era para el padre y el esposo romano, la propiedad, el trono, el santuario de su potestad individual. Allí como aniquilados, absorbidos en su propia persona, los hijos y las esposas no eran más que extensión de su derecho y de su fuerza. Vivían en obediencia absoluta...".
Las niñas estaban bajo la tutela absoluta de su padre hasta que se casaban, cuando pasaban a la tutela del esposo, quien tenía autoridad sobre ellas. Todos los bienes de la mujer pasaban a ser propiedad de su esposo. Si ella cometía adulterio era penada severamente, no así su esposo. Él la podía divorciar por cualquier pretexto y ella no lo podía divorciar a él.
¿Y qué encontramos en la cultura judía del siglo I? Si bien es cierto que la moral era más alta entre los judíos, y el Torah (la ley divina) daba prescripciones que protegían a la mujer, sabemos que entre los judíos no contaban las mujeres. Cuando los evangelistas relatan la alimentación de los cinco mil, sólo cuentan a los hombres (Mt. 14:21). No participaban públicamente en las actividades de la sinagoga, y en el templo de Jerusalén tenían un atrio especial, separado de los hombres. El hombre podía darle una carta de divorcio a su esposa por casi cualquier pretexto, sin que ella tuviera recurso alguno o derecho de apelación (Mt. 10:1-2).
La discriminación que se practicaba contra la mujer se ve claramente en el caso de la mujer tomada en adulterio. Los escribas y fariseos le dicen a Jesús, "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. Y en la ley nos mando Moisés apedrear a tales mujeres. ¿Tú pues qué dices?" (Juan 8:4,5). La ley decía: "Si un hombre cometiera adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos" (Lv. 20:10). Si la encontraron en el acto mismo, ¿por qué no trajeron también al hombre? En fin, si la condición de la judía era mejor que la de la gentil, era solamente por grados. La cultura judía de aquellos tiempos le daba su lugar al liombre, quien tenía todos los derechos y privilegios.
Ahora bien, si estas eran las condiciones que imperaban en la cultura greco-romana y judía del siglo I y que indudablemente regían en la ciudad de Éfeso, sede de la gran diosa Diana, ¿qué creen ustedes que les llamaría más la atención a dos mujeres casadas, una judía y otra gentil que por casualidad asistieran como visitantes a la reunión de los cristianos en la escuela de Tiranno en donde por primera vez se leyó la carta que Pablo manda a la iglesia, cuando ellas escuchan los versículos 21-33 del capítulo 5? Creo que no les llamaría mucho la atención lo de "esposas estad sujetas a vuestros maridos", porque ellas entendían bien y aceptaban su posición como mujeres sumisas a sus esposos. Creo que ni siquiera se les ocurriría no estar sujetas. Loque más les llamaría la atención serían dos cosas: primero, lo que Pablo les escribe a los esposos, "Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por ella", y toda la explicación que sigue; y en segundo lugar, si lo lograron captar, "Someteos los unos a los otros en el temor del Señor". Y finalmente creo que les entraría la curiosidad de saber más acerca de aquél que llamaban Cristo y en el cual y bajo el cual se configuraban las relaciones conyugales.
Y si en esa misma reunión se encontraran visitando por primera vez los maridos de esas mujeres, un gentil y el otro judío, ¿qué les impresionaría más a ellos de la lectura de Efesios 5:21-33? Creo que serían los mismos dos puntos. No le darían énfasis a la sujeción de sus esposas, pues ya las tenían bien sujetas. Y creo que ellos también tendrían profunda curiosidad, la misma curiosidad de sus esposas.

Conclusión
Es difícil para nosotros imaginarnos el impacto que tuvo el mensaje del evangelio sobre las relaciones conyugales y familiares entre los cristianos del siglo I. La figura de Jesús y su enseñanza fueron prepotentes. Una délas sobresalientes características de los relatos evangélicos es la forma en que presentan ajesús en su trato con las mujeres. Siempre las trató con respeto y les dio su lugar como personas. Las toma en cuenta. Aun violó las costumbres del día para hablar con ellas y darles su lugar y suplir sus necesidades. Y ellas respondían, siguiéndole y son las primeras en anunciar su resurrección. En Jesucristo la mujer del siglo I llegó a ser aceptada como persona, y empezó a realizarse como persona. Al extenderse el evangelio por todo el Imperio Romano mujeres de todos los niveles sociales aceptaron las buenas nuevas y fueron recibidas en el seno de la iglesia. Experimentaron una gran liberación, tal que hubo peligro de que al sentirse tan liberadas y al expresar esta libertad en los cultos públicos y su vida doméstica fuera motivo de escándalo.
Algunos exégetas bíblicos creen que por eso Pablo creyó necesario instruir a las mujeres que se sujetaran a sus maridos y limitar algunas de sus actividades dentro de la iglesia.

Me parece que muchas familias evangélicas en nuestro ambiente y particularmente los esposos necesitan aún hoy descubrir la fuerza liberadora del mensaje del evangelio en sus relaciones conyugales, conforme se perfilan en este pasaje, pues en Cristo no hay lugar para el machismo. Los últimos baluartes del machismo dentro de nuestras iglesias deben ser destruidos, para que de la nueva sociedad, la iglesia, brille la luz del evangelio a los hogares mexicanos donde todavía hay opresión y esclavitud causada por los patrones culturales que rigen allí.

Nota: El presente trabajo fue presentado en la Primera Consulta Evangélica sobre la Familia, que se realizó del 22 al 25 de julio de 1987, en la ciudad de Guadalajara,JaL, México.